“¡Nos están
volviendo locos!”
- ¿Y qué te puedo decir…? – Pedro
calló en la espera de algún comentario, pero su esposa Sandra prefirió mirarlo,
sin responder u opinar nada al respecto. Estaban en la cocina de su casa. Los
trastes sucios se apilaban en el fregadero. Sobre la cocina, aún sus ollas
estaban calientes. Ya el proceso de hacer su comida, ya había concluido.
- No puedo ponerme a inventar…Ya ese
tiempo pasó ya hace bastante tiempo…Y tú no quieres entender, que más de lo que
puedo traer a la casa…no puedo. ¡Estoy al borde de la banca rota! – Sin querer
alzó su voz. Sus hijos que estaban en la sala se asomaron asustados pensando
que sus padres estaban en franca pelea marital.
Sandra se
volvió hacia ellos, les hizo señas de que todo estaba normal, pero la hembra
cuyo nombre era idéntico al de su progenitora, los miraba con angustia y temor.
Pedro comprendió que se había exaltado, así que les hizo señas a sus dos hijos,
comprendiendo que se había dejado llevar por la emoción.
-
…Perdónenme chicos, me parece que aumenté mucho mis decibeles…
- …Papi
¿Están molestos por algo qué hice yo? – Le preguntó angustiada Sandrita, su
hija de apenas unos once añitos.
Su padre la
contempló pero en verdad, no la veía. Casi al instante le hizo señas de que no
era nada de importancia. Pero ella no se lo creía del todo, persistiendo en su
lenguaje mudo, obligando a su progenitor a responderle con sus palabras…
- No hija. Es que tengo problemas…
- ¿Pero
conmigo?
- No mi
muchachita linda. Problemas que tu padre tiene y que de alguna forma tendré que
resolver y se lo estaba relatando a tu madre…al parecer he levantado demasiado
mi voz. Y te pido disculpa a ti, a tu hermanito y a tu mami.
¡Perdónenme
porque me he exaltado demasiado! – Sus hijos aún con la respuesta recibida,
seguían con la angustia reflejada en sus rostros juveniles. Ambos bajaron sus
cabezas, ya que no sabían qué actitud asumir o alivianarle la carga a su padre.
La esposa
continuaba callada. El cabeza de familia, los observaba a todos por igual, pero
al cabo de unos segundos, volvió su mirada hacia la ventana que daba al patio. Y se quedó mirando a sus canes, los
cuales jugaban entre ellos mismos. Tenían dos, el macho era de pelaje blanco y
de mucho menor tamaño que la hembra. Y ella siempre lo atropellaba,
aprovechándose siempre de su gran estatura y fuerza. En ese preciso momento,
ella le mordía la trompa y lo apretujaba contra la pared, y él chillaba del
dolor y de la cólera.
- Hasta en
la misma naturaleza se contempla como la hembra somete al pobre pendejo… - Parafraseó distraídamente observando esa
escena, pero volviendo su mirar hacía su costilla.
-
¡…Pobrecito ellos…! – Le espetó casi al instante. - ¡Siempre salen
atropellados! – Su tono era sarcástico. Su marido la observaba y miraba
fugazmente aquella escena en dónde la fémina sometía al pobre perrito.
- …Siempre
suele ser así…ustedes siempre se salen con la de ustedes…
¿Y
nosotros…? …A fregar los trastos sucios.
Siempre es así. ¿O no?
La costilla
torció su boca y colocó una mueca de total desagrado.
- …No será
en mí caso, porque bastantes veces he
sido yo la que tiene que poner la otra mejilla…en tu beneficio…
- …Eso fue
al principio… - Respondió evasivamente.
Atrás en el
patio, la perra ya se le estaba montando encima al pobre y por más que él intentaba defenderse, ya lo tenía sometido. Su
trompita no se veía, ya que estaba dentro de la gran bocaza de ella, quién aún
no contenta con esto, le colocaba su gran cuerpo encima. Ya chillando, pero
apenas se le oía un estridente gemido de impotencia. Lo estaba ahogando, pero
no lo soltaba.
- ¡Corre
hijo qué esa desgraciada lo va a matar! – Urgió angustiado, ya su esposa
también se había levantado…quedaba poco tiempo para que su desenlace fuera
fatal.
- ¡Tú eres
una asesina! – Le gritó colérica la matrona, impotente ante tremenda
adversidad.
- ¡Dale con
el palo! – Gritó angustiado.
Todos
contemplaban ya al pobre machito en sus estertores.
Pero
gracias al chavalito que agarrando una escoba corrió y se la tiró a la alegre
agresora.
Ésta
recibió el golpe en su lomo, se asustó y al instante lo soltó.
El pobre
animalito se quedó unos segundos como recobrándose por tan bestial ataque.
Ya para ese
entonces toda la familia había corrido en su auxilio.
La canina
huía sin saber el por qué.
Los miraba
asombrada y corrió a buscar refugio lejos de sus atacantes.
Se detuvo a
unos diez metros de distancia y se volvió a verlos. Para ese momento ellos
auxiliaban al asustado animalito, y éste como comprendiendo de que era objeto
de la lástima de sus dueños, comenzó a regodearse y aumentar en sus ya fingidos
dolores.
Pedro al
verlo ya fuera de peligro, comentó a su familia…
- Ya está
bien, ahora está de payaso fingiendo que está herido…pero es para inspirar ya
lástima.
¡Déjenlo
ya!
- ¡Ayyy
pobrecito papi! – Exclamó Sandrita, viéndolo que se quejaba ardientemente.
- ¡Payaso!
– Le respondió al verlo que ya estaba sobornando a los suyos, quiénes lo
socorrían y lo estaban mimando para que no siguiera sufriendo.
- ¿Pero es
qué no tienes corazón? – Le espetó su compañera visiblemente enojada.
El
animalito se quejaba amargamente, al parecer le había partido una pata o le
había roto algo en su cuerpo.
Chillaba
enormemente mientras seguía recibiendo todas las caricias de sus dueños.
Él se
retiró molesto, mientras tanto al otro extremo estaba la parejita quién seguía
contemplando esa escena sin comprender el daño que le había causado a su
compañero de andanzas.
- ¡Mala! –
Le acusó la jovencita lanzándole una mirada acusadora, pero el animal aunque la
oyó seguía con su ceño más de sorpresa que de otra cosa y con su cabeza
la cual ladeaba de un lado a otro, dándoles a entender que nada entendía del
por qué la trataban a ella tan cruelmente.
- ¿No
entiendes grosera? – La acusaba cruelmente y como respuesta ella comenzó a
gemirle y echándose al suelo le comenzó a enseñarle su panza y a mover sus
patas en señal de total sumisión.
- ¡Bruta! –
La acusaba ahora Pedrito, muy molesto con ella y visiblemente molesto le tiraba
piedras para espantarla.
- ¿No ven
qué son unos animales? – Les reclamaba el jefe de familia.
Ellos lo
oyeron, pero persistían en seguir consolando al cuadrúpedo, quién ya se le
había olvidado todo lo referente al ataque que en forma de juego su amiguita le
estaba infringiendo.
Y al notar
que ya estaba perdiendo la atención de sus amos…comenzó a gemir dramáticamente.
- ¡Ya basta
de payasadas! – Lo regañó su dueño, pero éste no lo escuchaba.
- Sandra… -
La llamaba su esposo.
No le
respondió, prefiriendo seguir con su mascota.
- …Mami, te
está llamando papi… - Le recordó la hija
y ésta sin responderle con palabras le hizo señas de que ya iría.
- …Sandra…
¿Vas a venir? – Le preguntó ya molesto, pero ella seguía jugueteando con su
mascota.
Y cuando ya
se hubo pasado unos minutos, se levantó pesadamente y acudió ante su marido.
Llegó y se
lavó sus manos.
El seguía
sentado alrededor de la mesa en dónde haría unos veinte minutos habían comido.
Y es que
aún los platos seguían sucios, esparcidos entre la mesa y el fregadero.
Ignorándolo
comenzó a recoger distraídamente todo para lavarlo y colocarlo todo en su
sitio.
Por
instante volvía a mirar a sus animalitos y así distraídamente le comentó…
- …Hasta en
los animalitos se puede ver cómo se aprovechan de la ingenuidad de uno…
¿Verdad?
- …Aja… -
Le respondió mirando a la hembra, la cual persistía en dar muestras de que nada
entendía y de que todo era solamente una jugarreta entre ellos…los caninos por lo que no entendía del por qué la
agredían de esta forma.
- A lo
nuestro. – La precisó, pero ella insistía en no prestarle su atención.
Pasaron
varios minutos, mientras seguía limpiando y acomodándolo todo y con una cancioncita susurrudandola
armónicamente.
- ¿Me vas a
prestar tú atención?
- …Dime…
¿Qué quieres que yo haga? – En esta ocasión dejó de un lado todo lo que estaba
haciendo y fijó toda su atención a su pedimento.
- Yo lavo todo lo de la casa, friego toda la
loza.
Recojo toda
la ropa sucia y la lavo, la tiendo y después la plancho.
Limpio toda
la casa, por dentro y por fuera, recojo todo el sugiero que generan esos dos
lindos perritos.
A ver qué
más…qué más: me la paso acomodando todo el desorden tuyo y el de los hijos, te
atiendo a ti en todo lo que me pidas…cuando se tranca el fregadero te sirvo de
fontanera, si algún bombillo se quema soy yo la que lo busco…y lo coloco.
Salgo a hacer
las compras, atiendo la escuela de cada uno de tus hijos…a ver…cuando hay una
queja soy yo la que voy a atenderla…a ver…a ver; ¡Ah y además de todo eso!
También
salgo a trabajar.
Me levanto
primero que todos ustedes…me la paso despertándolos a cada uno, preparándole la
ropita, bien lavadita y planchadita…y a ti después que logro despertarlos y
sacarlos de la cama, me vengo contigo…mientras estoy cocinándoles el rico y
suculento desayuno que cada uno exige que les sirva… ¿Se me habrá quedado algo
más…qué será…?
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