“Esto es mío…Y aquello también”
- ¿Y por qué usted
no acepta “mi” ofrecimiento…? – Aurelio la observó mejor.
Era una mujer ya
“pasadita” de los años mozos.
Pero se resistía a
aceptarlo. Atractiva aún…
En un “descuido” al
parecer intencionado de ella misma; él la pudo detallar mejor:
Morena, mas bien
algo clara. La tez de su rostro, aún se le notaba lisa, salvo unas tenues
“patas de gallina” que se le afloraban.
Ella pretendía
ocultarlas…Pero.
Un ruido oportuno,
hizo que ella desviara su atención y se colocó de espaldas. Coquetamente hizo
unos pequeños saltitos, mas para impresionarlo que para otra cosa.
- …Tiene
buenas…Posaderas. Parecen que todavía están duritas. Es chiquita de tamaño.
Aunque portaba unos tacones, demasiados altísimos y extravagantes…
Su cabello es
largo. Tiene una buena melena. La tiene pintada de un rojo…Muy chillón, para mi
gusto.
Está demasiado
pintarrajeada…Es muy resaltante.
Sus cejas deben ser
postizas. Las menea demasiado.
- ¿Entonces…Vamos…?
– De repente se volvió hacia él y de una forma muy casual, se le acercó
demasiado y ya casi tocándolo lo atrajo hacia sí misma.
- …Uhm…Uhm… - El
joven se ruborizó y no supo como enfrentarla.
Por una parte le
atraía. Era una mujer elegante.
No muy bonita, pero
poseía todavía una excelente figura.
- ¿…Nos vamos? ¡Me
siento muy “acalorada”!
- ¿Acalorada…Con
esta brisa…? …No entiendo… - Apartó su mirada y contempló su entorno.
La brisa era fuerte
y constante. Pareciendo que estuviesen en época navideña, porque su clima era
de apenas unos diez y nueve o a lo sumo unos veinte grados centígrados.
Los árboles se
mecían hacia la dirección de los vientos.
Formando un
agradable y ya muy conocido vaivén.
Ya todos se estaban
habituando a tan agradable sonido.
La carretera estaba
con una circulación vehicular bastante constante.
- ¡Ay no se! ¡Tengo
muchas “ganas” de…Muchas cosas! – Le ronroneó sinuosamente al joven.
- …Pero ¿Y tu
marido…? – Ella le clavó una mirada para nada agradable, haciéndolo sentir
intimidado.
- ¿Molestó mi
pregunta?
- ¡Claro que si!
¿No ves qué estamos los dos solitos…Aquí…? ¡Para nada tienes que recordármelo!
¿Quieres estar
conmigo o…Con él?
- ¿Yo?
- ¿Claro no estás
preocupadísimo por él?
- No. Preocupado
no. Es que…
- ¡Es qué nada!
Hazme el favor que cuando estemos los dos… ¡Estamos los dos! ¿OK?
- Bueno si.
- ¿No ves que estás
rompiendo “la magia” de este sublime momento?
- OK.
- Además nunca le
estoy contando nada de lo que yo haga en la calle. ¿Estás loco, tú?
…Y mucho menos
andando contigo… ¿Y tú?
- …Yo que…
- ¿Se lo vas a
contar a tu “esposa”?
- No.
- ¡Pues yo tampoco!
Y lo que hagamos entre los dos.
Queda…Entre tú y
yo. ¿OK?
- ¿Y qué podemos
hacer los dos? – La pregunta de él fue sorpresiva.
- …Bueno. Por los
momentos…
Vamos a
comprar…Unas frutitas… ¿Verdad? – Le respondió ella.
- ¿Y tanto
escándalo por eso?
- Eso es lo que
digo yo. Además “Un Caballero” jamás habla de una Dama.
Y mucho menos si
esa Dama…Soy yo…
- Claro. Claro. –
Respiró profundo.
Por una parte le
agradable la idea de esa ligadura.
Pero por otras,
como por ejemplo: Él tenía muy poco tiempo conociéndolos y apenas se estaban
conociendo.
Además ella era
algo “Pasadita” de años, para su gusto.
Además su hijo, era
amigo de él.
¿Cómo lo tomaría
Alejandro –su hijo mayor?
Seguramente que no
lo entendería.
Además estaba su
esposo, el señor Julio.
El pobre se veía un
anciano.
Postrado en ese
sillón.
Y para colmo…Parapléjico.
Sus miembros tanto
superiores, como los inferiores, totalmente: Muertos. Y siempre lo veía…Solito,
en ese sillón.
Y lo único que podía
mover y con bastante dificultad eran sus ojos. Pero lo pronunciado de sus
cataratas, le dificultaban ya ver.
En lo personal, se
sentía muy incómodo.
Sospechaba que no
era del agrado del señor.
Y siempre que lo
divisaba…Emitía sus gruñidos.
Y lo miraba de
reojo…
Temía que no le
caía muy bien que digamos.
Y así se lo hacía
ver a la señora.
- No le haga caso.
Ya está muy viejo.
- …Pero es que…
- ¡Nada, no le haga
caso!
Además yo necesito el dinero que usted nos paga por
la habitación. No le haga caso, ya está muy viejo y casi ni ve.
Seguramente que lo
está confundiendo con algún amigo mío.
Él es muy celoso y
no acepta a mis amiguitos. – Estos recuerdos le llegaban mientras la veía esa
noche.
Por momentos
mientras ella miraba el transitar de las personas por esa calle, él volvió a
sus recuerdos….
Cuando llegó por
primera vez, lo contempló tirado en ese sillón, con su boca torcida y llena de
abundante baba.
Algo le habrá
dicho, pero no lo supo interpretar.
Para colmo, hablaba
todo enredado.
A su lado estaba un
niño, después se enteró que este era uno de sus nietos.
- ¡Quien sabe que me estará diciendo!
Seguramente que
nada agradable, ya que me mira con mucha desconfianza.
- ¡Bah! ¡Cosas de
viejo! – Le respondía a manera de repuesta.
Y su esposa, era la
única que le sabía interpretar sus sonidos grotescos.
Siempre
vociferando.
- ¿Entonces…Qué;
vamos a quedarnos aquí? – La pregunta sonó muy terminante, rompiéndole a él el
hilo de sus pensamientos.
El anciano lo
intrigaba. A pesar de que lo veía muy indefenso. Suponía que era de muy malas
pulgas.
Y no perdía ocasión
en demostrárselo.
- ¿No me escucha?
- ¡Ah si, claro,
claro!
- ¿Claro qué?
- Que está bien. Te
llevo a donde tú quieras. – La tuteo por primera vez.
Ella le sonrió y
usando un tono de lo mas normal, le propuso…
- ¿Adónde yo
quiera…?
- Me dijiste que
querías comprar frutas. ¿Cierto?
- Ciertamente. Me
agradan las naranjas. – Con un juego de manos, le mostraba cuan grande era su
placer…Al tocarlas…
- Y las toronjas.
Me ayudan a mantener mi figura. – Se tocaba sus senos con lujuria, y dándose
vueltas hizo un mini desfile solo para él.
- Aja…
- ¿Te gusto? – Se
le acercó ronroneándole…
- ¿Gustarme…?
- Aja. ¿Te
parezco…Simpática?
- ¿Simpática?
- Si. Simpática:
¿Acaso no sabes lo que significa…?
- Es que tú eres
una mujer…Casada…
- Y tú también eres
casado. ¿…Y?
- Pero tú hijo…
- ¿Qué pasa con mi
hijo Alejandro?
- Bueno…El es amigo
mío…Tengo poco tiempo de conocerlos…
- Eso ya lo sé. Y
es mi hijo…Mayor… ¿Y?
- ¿Te parece poco?
- No. ¿Tú le vas a hablar de lo nuestro?
- ¿De lo nuestro? ¡Señora…!
- Yo nunca le
hablaría a mi hijo, lo que hacemos los dos. Nunca.
- ¿”Hacemos los dos”…Y
qué estamos haciendo los dos?
- ¿Ahorita?
¡Hablando! ¡Charlando! ¿Qué mas podemos hacer?
- Nada mas, que yo
sepa.
- Por ahora.
Además…
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