- No.
¡Límpiame los zapatos, ya! – Su madre se tiró al piso para obedecer la
instrucción terminante que le ordenó su vástago. Con la tela de su vestido, le sacaba
más brillo. Primero uno y luego el otro.
- ¿Así,
están bien? – Se dignó a bajar su cabeza y a chequear el resultado, mientras su
madre lo observaba sentada en el piso.
- …Si,
aunque pudieron quedar mejor. Y aprovechando que estás allí… ¡Hazme el oral!
¡Rápido…que quiero comprobarme si aún estás apta para esto!
-
Jefecito… - Lo interrumpió el boxeador muy tenuemente, como para que no se
enfadara. Pero éste ni le prestó atención. Así que aguardó un momento más. Fue
testigo mudo de aquella escena, contempló con que lujuria la progenitora
ejecutaba su acción, ante su cachorro, que al parecer no estaba ni pendiente,
ni daba la impresión de agradarle en nada. Sin darse cuenta, se persignó y
cerró sus ojos.
- ¡Basta!
¡Ya quita tu hedionda jeta de mí! ¡Límpiame, anda búscame agua y jabón! – Sus quejosas palabras rompieron ese silencio
muy elocuente. La ejecutante corrió a
obedecerle. Regresando casi al instante. Lo limpió con mucha delicadeza. Lo
secó y luego le dio un sonoro beso.
-
¿Quieres darme más? – Lo trataba de seducir, poniéndole su trasero en forma
voluptuosa. Por respuesta recibió una potente patada. La pobre mujer cayó
aparatosamente a varios metros de distancia. Su hijo, ya no le prestaba
atención alguna.
-
…Siempre ha tenido ese carácter. ¡Es mi macho! – Gritó eufórica dirigiéndose
ante el inmóvil ex atleta. Él la contempló y pudo notar la inmensa satisfacción
que sentía a pesar de los malos tratos de que era víctima. Sin embargo, corrió
a auxiliarla. Un dejo de tristeza y rabia contenida lo invadió.
En su
aparatosa caída se rasguñó la frente, y de su nariz brotaba abundante sangre.
Con su experiencia boxeril, logró contenerle la hemorragia.
Le buscó
una silla y allí la ayudó a sentarse.
Lágrimas brotaron de sus ojos. A su lado estaba un potente pegador, gladiador
de extensas batallas, pero que ya estaba en destrucción. Contemplándola hasta
con tristeza pero que se sentía impedido a contradecir a su generoso mentor.
- ¡No
quiero lloriqueos! – El Gue estaba visiblemente ofendido y así se lo hacía
saber a todos. ¡Estaba enojado! Y todos debían temerle, ya que su poder era
ilimitado. Ese era su mensaje y todos debían asimilarlo y aceptarlo, así era
él. Sin medias tintas. De pocas palabras y su soberbia no conocía límites.
- …No
papi…digo Jefecito…sino estoy llorando. Solamente es sudor. No te preocupes más
por mí, ya dentro de poco estaré bien y dispuesta a trabajar en dónde tú me
asignes.
- ¡Págame
primero! ¡Ni te creas que no me vayas a pagar con lo que trabajaste anoche! ¿O
me vas a robar nuevamente?
- …Es
que, en la casa tus hermanos me producen gastos…y nadie más trabaja…
- ¿Y eso
es problema mío?
- Papito,
digo Jefecito, somos tu familia…
- ¡Qué
coman tierra! ¡Qué hagan como hago yo! ¡Qué trabajen carajo! ¡Págame!
- …Toma
esto es lo que me quedó… - Temblando se le fue acercando, toscamente y con
dolores por toda su humanidad. Eran unos cuantos billetes, de mediana y baja
denominación, acompañándolo con varias monedas. Casi un cuarto de kilo en peso
metálico, pero que no eran gran cosa. Con total desprecio, lo recibió y
amenazándola:
-
¿Quieres que “Chiquito” te muela a golpes? – Herida como estaba retrocedió
horrorizada, sabiendo a ciencia cierta que éste cumpliría su amenaza sin ningún
tipo de titubeo. El ex atleta, estaba peor. Ciertamente que ya había golpeado a
varias mujeres…pero es que ésta era especial…la madre de su jefe. Sangre llama
sangre. Sin comprender muy bien la situación… ¿Pero si se lo ordenaban? ¡Por
supuesto que obedecería, aunque no fuera de su agrado! Así que el suspenso era
fatal y por aquello de que tuviese que hacer…
- ¡Vieja
bruta! ¡Burra! ¿No tienes nada en tu escuálido cerebro? ¿Crees que no daré la
orden?
- ¡Ten
piedad de tu angustiada madre! ¡Piedad! ¡Ten misericordia de mí!
-
¿Piedad…conmigo? ¡No conozco esa palabra! ¡Me debes mucho dinero!
- …Yo te
lo voy a pagar…te lo voy a pagar…
-
¿Dándolo de gratis?
- Yo
cobro…no mucho…pero cobro…
- ¿Estás
dando rebajas a mí mercancía?
- ¡No!
Todos me pagan… - Al decir esto se tapó la boca en el acto…Pero ya el daño
estaba hecho.
-
¿Cobras? ¡O sea que te pagan y tú me robas!
¿Trayéndome esta miseria?
- …Tengo que comprar comida para tus
hermanitas…
-
¿Comprarle comida a esas perras? ¡Qué trabajen como lo hago yo!
- ¡Chiquito…desnúdala ya! – La servidora abrió
enormemente sus ojos y comenzó a llorar gritando. El hombre comenzó a ejecutar
la orden recibida.
- ¡Si
pones resistencia…le ordenaré que te entre a golpes! – Obedeciendo y
gimoteando, ella misma comenzó a desvestirse ayudando para evitar un mal mayor.
- ¿Qué
vas a hacer conmigo hijo?
- ¡Ya te
dije mujer, que no me llames así! ¿Ok?
¿Qué te
has creído que soy yo? ¿Acaso crees que con llamarme así, vas a conseguir algo
conmigo?
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