"El Guegüence" - "El Guegüence" - "El Guegüence" - "El Guegüence" - "El Guegüence"
Toma esto es lo que me quedó… - Temblando se le fue acercando,
toscamente y con dolores por toda su humanidad. Eran unos cuantos billetes, de
mediana y baja denominación, acompañándolo con varias monedas. Casi un cuarto
de kilo en peso metálico, pero que no eran gran cosa. Con total desprecio, lo
recibió y amenazándola:
- ¿Quieres que “Chiquito” te muela a golpes? – Herida como
estaba retrocedió horrorizada, sabiendo a ciencia cierta que éste cumpliría su
amenaza sin ningún tipo de titubeo. El ex atleta, estaba peor. Ciertamente que
ya había golpeado a varias mujeres…pero es que ésta era especial…la madre de su
jefe. Sangre llama sangre. Sin comprender muy bien la situación… ¿Pero si se lo
ordenaban? ¡Por supuesto que obedecería, aunque no fuera de su agrado! Así que
el suspenso era fatal y por aquello de que tuviese que hacer…
- ¡Vieja bruta! ¡Burra! ¿No tienes nada en tu escuálido cerebro?
¿Crees que no daré la orden?
- ¡Ten piedad de tu angustiada madre! ¡Piedad! ¡Ten misericordia
de mí!
- ¿Piedad…conmigo? ¡No conozco esa palabra! ¡Me debes mucho
dinero!
- …Yo te lo voy a pagar…te lo voy a pagar…
- ¿Dándolo de gratis?
- Yo cobro…no mucho…pero cobro…
- ¿Estás dando rebajas a mí mercancía?
- ¡No! Todos me pagan… - Al decir esto se tapó la boca en el
acto…Pero ya el daño estaba hecho.
- ¿Cobras? ¡O sea que te pagan y tú me robas! ¿Trayéndome esta miseria?
- …Tengo que comprar
comida para tus hermanitas…
- ¿Comprarle comida a esas perras? ¡Qué trabajen como lo hago
yo!
- ¡Chiquito…desnúdala ya!
– La servidora abrió enormemente sus ojos y comenzó a llorar gritando. El
hombre comenzó a ejecutar la orden recibida.
- ¡Si pones resistencia…le ordenaré que te entre a golpes! –
Obedeciendo y gimoteando, ella misma comenzó a desvestirse ayudando para evitar
un mal mayor.
- ¿Qué vas a hacer conmigo hijo?
- ¡Ya te dije mujer, que no me llames así! ¿Ok?
¿Qué te has creído que soy yo? ¿Acaso crees que con llamarme
así, vas a conseguir algo conmigo?
¡Respétame porque si no te hago que te muelan hasta tu
ennegrecida y putrefacta alma, eso si todavía te queda algo de “dignidad”!
¿Entendiste?
- …Esta bien, jefecito. Pero no me causes más dolor. Yo hago
todo lo que tú me pidas. ¿Quieres hacerlo nuevamente conmigo?
- No.
- Tú bien sabes, que siempre hago todo lo que tú me pidas…pero
no me golpees…por favor… ¿Cómo quieres qué te lo haga ahora?
- ¡Cállate sucia e indigna mujerzuela!
- ¡Ayyyy papito no me hables así, que me haces sufrir….!
- ¡Vieja estúpida!
- Llámame como tú me llamas, trátame como tú lo haces…pero no me
alejes de ti… ¡Por favor!
- ¡No me toques! ¿No ves que me ensucias?
- Está bien. Como tú quieras. Mira me estoy limpiando mis manos…
¿Me estás viendo?
- ¿Te estás limpiando con tu ropa sucia?
- …Este vestido lo lavé la semana pasada y bueno…me lo he puesto
muy seguido… ¿Se nota?
- ¡Estás hedionda y sucia!
- Si quieres me voy a limpiar mis manos y ya vengo… ¿Me dejas? –
Su mirada denotaba además de la intensa cólera un muy aberrado desprecio. No
toleraba ni la suciedad, ni los olores
raritos.
Le hizo una despectiva señal a su subordinado, quién ya la tenía
sometida y medio desnuda. En el acto, éste la soltó. Así salió corriendo sin
percatarse de su desnudes, su opresor no podía disimular su lujuriosa pasión.
Al percatarse de que su amo lo estaba observando, bajó su cabeza. El Gue lo
percibió y de inmediato le ordenó:
- ¡…Es tuya…has con ella lo que te plazca! ¡Hey, hey! pero es
conveniente que te recuerdes… ¡Qué todo tiene un precio! Y que ella es mi
esclava y sus servicios, ¡me los pagas a mí! ¿Estamos?
– ¡Si! ¡Si todo lo que tú digas! No te preocupes, yo siempre te
he venido pagando todo…
- Y esta no es la excepción. ¡Negocio es negocio compañerito!
- ¡Ok! – Y ansiosamente corrió tras ella. Una sonrisa macabra se
le dibujó en su ya descompuesto rostro. Gozó con mucha pasión. Fue tras él, como
fisgoneando, pero tratando de ocultar su sadismo. Y así escondido, pudo
comprobar que su matón sometió a su víctima. Ella no le prestó resistencia
alguna, al contrario dio la impresión de que esperaba ese tipo de ataque. El
Jefe perdió interés al ver que su mamá lejos de resistirse, se amoldó con el
mayor placer.
(¡Siempre fue una mujerzuela! Desde pequeño descubrí en ella,
una hembra.
¡Ya me hastió! Pero esas
hijitas que tiene…me gustaría ser yo mismo el primero.
Tengo que lograrlo, ¿total? Si yo no pruebo la mercancía
primero, nadie la podrá disfrutar. Además, son hijas de cualquiera. ¡Nada son
mío!
Ojalá se consiga a alguien que le de todo lo que exige…pero
nunca ha sido de uno solo… ¡es más bien de una multitud! ¡Perra inmunda y
sucia! Ojalá se muriera ya…Pero antes de que se muera, todavía tiene mucho
fruto que darme. Y pensar que cuando estaba más joven, le saqué mucho provecho,
pero ya se me está poniendo muy viejita y bueno, todavía se la puedo soltar a
estos brutos. Pero de que me la tienen que pagar… ¡Hasta nuevecita se las voy a
cobrar! )
Su atención fue desviada por negocios más remunerativos. Comenzó
a analizar y a recordar, sobre la actuación de otro personal que los tenía
desempeñando “otras” funciones. Siendo tan previsivo como hasta ahora lo ha
sido, jamás ha perdido en nada. Por esa razón, en los negocios no hay que tener
corazón ¿Y para qué? Y él hasta este preciso instante, todo lo lleva en su
cabeza. Nadie se le va sin pagarle. ¡Nadie!
- ¿Dónde carajo estará metido el “Pedrón”? – Se decía a sí
mismo, a pesar de tener que escuchar los gemidos y risitas de su madre,
mientras era “violada” por su boxeador.
- ¿Alguien ha visto al Pedrón? – Le preguntó a otros que estaban
cerca.
- Jefe, tiene rato que no ha pasado por acá. – Le respondió el
gordo, otro de los suyos.
- ¿Desde cuándo?
- No lo veo desde ayer.
- ¿Cuánto me debes tú? Es
conveniente que te recuerdes en pagarme. Yo no soy una casa de beneficencia. ¡A
mí se me paga, carajo!
- Jefe recuerde que yo estaba suspendido por orden médica…
- ¿Orden médica? ¿Y desde cuándo existe la “orden médica” en
esta profesión?
- …Ayer tenía un fuerte dolor en el estomago… ¿No se recuerda?
Usted mismo me indicó que visitara un médico… ¿No se acuerda acaso?
- No. No me recuerdo de eso.
- Jefe… ¿Me permite?
- ¿Qué?
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