"Esto es mío...
Y aquello también"
¡Pero que me
saquen!
- Estás muy
ansiosa.
- ¡Tengo hambre
de…!
Me siento viva.
Aún tengo mucho que
dar.
Pero aquí en este
pueblo…
En esa casa…
Con ese ancianito
degenerado….
- …Pero…No
entiendo. ¿No es tu marido?
- ¡Para mi mala
suerte, si que lo es!
- ¿Te casaste con
él?
- Si.
- ¿Te obligaron
acaso?
- Es una historia
muy larga. Muy penosa.
- ¿Y no quieres
contármela?
- Bueno. Pero me
tendrás que prometer…
Que me
recompensarás… ¿OK?
- ¿Y qué te
gustaría?
- Ya tú lo sabes…
- ¿Qué te saque de
acá?
- Podría ser…
- Bueno. Te prometo
que si la historia es buena. Algo inventaremos.
- ¿Me lo prometes?
- Prometido.
Empieza ya…
- ¿Palabra de
Caballero a una Dama?
- Exactamente.
- Bueno, empezaré
por contarte lo siguiente:
Para mi no es fácil
hablar de estas cuestiones que me causan mucha tristeza. ¡Es que me da mucha
pena!
…Y ciertamente,
apenas nos estamos conociendo y no se, cómo lo podrás tomar tú…A lo mejor
pensaras que…
- Nada estoy
pensando. Y por favor continúa.
Yo sabré entender y
te agradezco este gesto de confianza hacia mí.- Él guardó silencio y le dio la
oportunidad a que ella, tomara nuevamente el impulso necesario para seguirle
narrando. Y esto sucedió tras unos instantes de silencio, ella mantenía su
cabeza gacha y demostraba mucha vergüenza.
- Bueno como te
empecé narrando…
Provengo de una
familia extremadamente pobre.
Demasiado.
Hasta de
pensamientos. Se que esto es: Absurdo…Pero.
Y de acción. No
buscaron una vía de escape.
Mi padre era un
obrero, bruto. Estúpido.
Mi madre, era una
coneja. Ni siquiera hablaba.
Todos los años le
paría un hijo mas.
Y por supuesto lo
poquito que él ganaba no nos alcanzaba para nada.
Mis hermanas
mayores…Tuvieron que ser “entregadas” a personas que las pudieran mantener.
Los varones…Bueno
ellos tenían que trabajar.
Sudaban como unos
desgraciados.
Para ellos nunca
existió la escuela.
Solo trabajo. A
pleno sol y sin descanso alguno.
Yo tenía que cuidar
niños. Barrer. Lampacear.
Limpiar casas. Recoger
mierda de bebes.
Cuidar ancianas.
Ancianos. Recogerle su baba, orina…
¡Qué vida la mía!
¡No quiero recordar eso! ¡Me da asco!
Para cuando yo
tenía diez años…Vivía en la mas extrema miseria.
¡Yo misma me daba
lástima! ¡Necesitaba progresar!
…Tenía que salir de
ese latrocinio… ¡No era mi mundo!
¿Qué me podía
aguardar?
¿Finalizar como mi
desgastada madre?
¿Pariéndole
muchacho a uno que otro mediocre…?
Y todos los que me
encontraba…
¡Nadie servía para
nada!
Ninguno me
aseguraba nada bueno.
Nada lucrativo.
Solo barro.
Casuchas. ¡Mas
miseria!
Mi madre tenía
quizás unos treinta y cinco años y ya parecía una anciana desdentada.
Con sus huesos ya
agotados.
Toda encorvada.
Envejecida. Ya en las últimas.
Para esa fecha, me
enteré de que un médico tenía su consultorio cerca de dónde vivía.
Pregunté y
pregunté. Me informaban que era un “pájaro bravo”
Mis amigas me
decían que a él le gustaban las chiquitas.
Y en esa época…Yo
tenía: Diez añitos.
¿Y qué podía
perder? Pero yo sabía que la competencia que tenía… ¡Era inmensa! ¡Todas lo
querían para ellas!
¡Las muchachas se
las tenía que quitar a sombrerazo!
- ¿…Y el médico
resultó ser…El señor Julio? – Quiso puntualizarlo muy bien, para no tener
dudas…él.
- Aja. Y en aquel
entonces él tendría unos cuarenta y dos años. ¡Estaba fuerte y saludable!
¿Y yo? Unos diez. Con toda mi niñez…Bueno, ni tanto…
- ¿Ya habías tenido
tu “juju” por allí…?
- Respétame. – La
mirada fue muy punzante, y el joven se inhibió.
- Además esa es otra…Historia. – Ella verificó
que poseía ascendencia sobre el joven, y eso le agradó.
- ¿Y cómo hiciste
para “engatusarlo”?
- Ah…Ese es un
secreto: ¡“Profesional”!
- Entonces si él
tenía…Cuarenta y dos y tú…Diez.
Quiere decir que él
te lleva: ¡Treinta y dos años!
- ¿Ya me estás
entendiendo? ¡Parece que fuera mi “abuelito” en vez de mi marido! ¿No lo ves?
- Si. ¿Y entonces…?
¿Cómo lo “Ensartaste”?
- Te cuento. Yo me
le presenté. Así de un solo sopetón.
- ¿Y?
- Corrí con la gran
suerte: ¡Que le gusté!
Y al darme cuenta
de esto. Comencé a “enamorarme” de él.
Él quedó
deslumbrado. ¿Te imaginas? Jovencita. Virgen.
- ¿Virgen?
- Virgen.
- ¿Y cómo engañaste
a un médico?
- Las viejas del
barrio son mas sabias que ellos.
Y ellas me dieron
todos los remedios para cerrar mi vagina.
- ¿Y lo lograron?
- ¡Esos labios
estaban que no les entraba ni un alfiler!
- ¿Y siendo médico
no se dio cuenta de ello?
- No tenía porque
dudar. Mi honor no podía estar en duda…
Mi madre, mis
hermanas y yo, le mostrábamos un frente común
Y nos propusimos y lo hicimos: ¡guardamos el
secreto!
¡Hasta hoy que te
lo estoy contando a ti!
¡Na guará! Mira como te estoy queriendo que te
estoy confesando un secreto que hemos mantenido por cua… ¡Por varios años!
- ¡Aja cuarenta…!
- ¿Estás loco
chico? ¡A una reina como yo, es una grosería decirle esos años!
Además si quieres
tener algo conmigo…
¡No seas grosero!
- OK. OK. Sigue con
tu relato…
- ¿Y qué mas
quieres…?
Mira yo creo que ni
tu propia esposa, te va a confesar las cosas, que yo te estoy diciendo.
- Bueno. Si tú lo
dices…
- Esas son “cosas
de nosotras” Y yo te las estoy contando sencillamente para que tú mismo veas
con tus propios ojos.
¿Entonces?
- ¿Entonces qué
mujer?
- Tengo ganas.
- ¿De qué?
- Bueno mira, me
llevas a tomar algo. Allá hay un sitio en donde podemos tomarnos unas
cervecitas…Y allá hay un local en donde podemos estar los dos solitos.
¿Te parece?
- OK. Podemos
tomarnos unas cervecitas.
- Vamos. Y cuando
estemos los dos solitos.
Te seguiré echando
mi relato. Y a lo mejor…
- …Pero lo que me
tiene intrigado es: ¿Cómo un médico no se dio cuenta…?
- Vamos. Compras
unas cervecitas bien frías. Y te sigo relatando.
- Vamos pues. -
Prendió su carro y se acercó al sitio.
Al llegar, comprobó
que estaban varias parejitas diseminadas por todos lados.
Buscando la
oscuridad.
De vez en cuando se
escuchaba unas risitas.
Constantemente se
levantaban los hombres y salían a comprar mas licores.
- …Es mejor que
mandes a apartar una habitación…
Antes que nos
quedemos con las ganas… - Se alisaba su melena tal como si se estuviera
peinando.
Cerraba sus
parpados y aspiraba y exhalaba con mucho placer.
- Al parecer mi
Alta Dama, y de baja cama…Está muy bien versada en estas lides…
- …Yo sé muchas cosas.
Y no por eso, soy lo que tú te estás imaginando… ¡Soy una Señora!
- …Ya me estoy
dando cuenta.
- Respétame. Que tú
aún no me conoces.
- …Pronto.
- Pronto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario