"Esto es mío...Y aquello también"
- …Pero lo que me tiene intrigado es: ¿Cómo un médico no se dio cuenta…?
- Vamos. Compras unas cervecitas bien frías. Y te sigo relatando.
- Vamos pues. - Prendió su carro y se acercó al sitio.
Al llegar, comprobó que estaban varias parejitas diseminadas por todos lados.
Buscando la oscuridad.
De vez en cuando se escuchaba unas risitas.
Constantemente se levantaban los hombres y salían a comprar mas licores.
- …Es mejor que mandes a apartar una habitación…
Antes que nos quedemos con las ganas… - Se alisaba su melena tal como si se estuviera peinando.
Cerraba sus parpados y aspiraba y exhalaba con mucho placer.
- Al parecer mi Alta Dama, y de baja cama…Está muy bien versada en estas lides…
- …Yo sé muchas cosas. Y no por eso, soy lo que tú te estás imaginando… ¡Soy una Señora!
- …Ya me estoy dando cuenta.
- Respétame. Que tú aún no me conoces.
- …Pronto.
- Pronto.




II
“En los días siguientes”


El pueblo siguió en su habitual ritmo, al igual que sus habitantes.
Aurelio seguía en sus faenas cotidianas.  Debía apresurarse.
Su trabajo era muy absorbente. Debía conocer a todos sus clientes.
Y todo el día se encontraba en lo suyo. Buscando direcciones.
Constantemente estaba en movimiento.
De un lado a otro.
En ocasiones tenía que visitar a clientes distantes uno de otro.
Fueron pasando los días.
Y poco coincidía con la dueña de la posada.
En varias ocasiones coincidía con Alejandro, el hijo mayor de los dueños.
- ¡Epa Aurelio! ¿Hacía dónde vas?
- Bueno ahorita mismo tengo que ir al centro. ¿Por qué?
- Mi hermana va por esos lados, y yo me quedo en la vía.
¿Nos puedes dar la colita?
- Claro, por supuesto. – Su amigo corrió a llamar a su hermana, quien se encontraba vistiendo aún.
El joven se dispuso a esperarla.
Y en la sala en uno de sus asientos, allí reposó.
Curiosamente daba de frente con la puerta del cuarto de la jovencita.
Se llama Alejandra al igual que su madre.
…Cosas que el destino…Suele hacer…
El caso es que aconteció de una forma mas bien; casual.
Y en un abrir y cerrar de la puerta de ese cuarto.
La divisó.
Y ella a él también.
Fugaces miradas. Complicidades mutuas.
El caso es que la vista es necia.
Y él sin querer queriendo, al abrirse la puerta del cuarto de la joven la divisó, en el instante en que ella se encontraba semi desnuda.
Aunque la sorpresa fue mutua. La reacción lo fue también.
Ella se hizo la pudorosa, pero al instante continuó con su faena y él, disculpándose…cerró la puerta.
Pero hay acciones que parecieran meditadas o casuales…
El caso es que  la puerta neciamente se volvió a abrir.
Como si hubiese una mano invisible, que pródigamente…La vuelve a dejar…Medio abierta.
Y así se queda.
Cosas del destino o…Quién sabe….
Alejandra no se dio por apercibida, así que siguió en su faena.
- ¡Qué bella es! ¡Hermosa!  …Ojala fuera mía. ¡Mía tiene que ser! – Se dijo a si mismo.
No lograba quitarle la vista de encima. Quedó flechado.
Ella seguía en su faena.
No le importaba, que este la siguiera viendo.
Pieza a pieza, se fue vistiendo.
Aurelio de una forma caballerosa y para evitarse posteriores problemas…Prefirió cambiar de asiento.
- ¡…Está Bien Buenota…!  …Tengo que poseerla… - Murmuraba lo mas bajo posible.
Al poco rato, haciéndose el duro…Comenzó a vistearla.
Se encontraba muy excitado…Y no lograba calmarse.
Ella lo sabía. Hubo complicidades de ambas partes.
A su vez, se ignoraban.
Alejandro volvió a la escena y sin percatarse de ese “jueguito” se le acercó a hablarle ignorante de todo esto.
Casi al instante, el hijo de los dueños, se percató de que algo no estaba funcionando con la normalidad debida.
Es que siendo hombre, comprendió que…
Instintivamente chequeó y se percató de la puerta que estaba entre abierta.
Pero si notó que su amigo, no le dio muestra de sorpresa alguna.
Al contrario, se encontraba en una posición en que con seguridad se le hacia casi imposible el notar que su bella hermana,  se encontraba muy concentrada y sin percatarse…
De que la puerta estaba casi abierta y que por allí la podían pillar mientras esta se estaba vistiendo.
- ¡Ten cuidado con esa puerta! ¿No ves que te pueden ver desnuda? ¿Qué va a pensar el amigo, de ti?
- ¡Ay esa fue la muchacha de servicio, cuando me trajo mi vestido planchado! – Fue la excusa que le dio al instante.
- ¡Mosca pues!
- ¡Ciérramela por favor!  - Y su hermano la cerró con fuerza.
Y de reojo notó que su amigo, no estaba pendiente de esto.
Mas bien lo estaba de todo lo que acontecía en la calle…De su vehículo.
- ¿Supiste lo que pasó anoche en la Comandancia de Bomberos? – Fue la excusa ideal, para desviar su atención. Y lo logró.
Ya que pudo comprobar su cambio tan radical…
La casa se encontraba a poquitos metros de la Comandancia General de Bomberos de ese pueblo.
Decenas de hombres ejercían su labor allí.

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