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“Caminando me encontré…”




A decir toda la verdad; iba caminando mirando acá y acullá, sin nada en especial, cuando de un lado se me apareció Joan, y en verdad, no lo vi llegar.
El caso es que me llegó con un rostro de indecisión que en un principio me asustó y esto fue lo que me dijo…
- ¡Hola amigo…! – Acto seguido se sumió en uno de sus gestos muy característicos ya que se hundió en sus tenebrosos recuerdos y de repente mirando hacia arriba me preguntó…
- ¿Cuál es tu nombre? ¡Es que esta memoria mía, siempre dejándome en pena! – No le respondí ya que lo vi muy ofuscado, y en efecto, pasado unos segundos cambió de tema y me dijo…
- ¿Sabes lo que me está pasando?
- ¿Y cómo he de saberlo? Si apenas te estoy viendo.
- ¡Cierto! Muy cierto. Ok. Déjame explicarte. – Y se quedó pensando mientras movía su mano derecha encima de su hombro…
- ¡Estoy empavado! Estoy que no pego una sola: Buena.
En esos días… ¿Qué para que te cuento? – Y mirándome en forma sombría…
- ¿Estás interesado en saberlo?
- Claro. Claro. – Le respondí en el acto, sin saber en realidad lo que le estaba atormentando.
- Ok, ya que insistes: Tengo ya seis días de mala suerte.
Hoy es mi séptimo. ¿Qué te parece? Logré sobrevivir a todo. Te cuento.
En estos días, saliendo de mi casa, se me atravesó un gato negro.
¡Y no me dio tiempo de echarlo a un lado!
Después me dijo mi esposa:
“Amor, no hay comida en mi casa”
Yo le respondí: Bueno déjame ir al banco.
Así que fui. Hice mi cola y logré sacar una cantidad de dinero que estimé que era el necesario.
Y cuando salgo… ¡Me salieron al encuentro!: Tres ladrones, me encañonaron y ¡me quitaron todo!
Hasta me dieron unos cuantos golpes.
Bueno. Me levanté y regresé al mismo banco.
Volví a sacar mas dinero.
Pero en esta ocasión, decidí irme por otra vía.
Y cuando ya iba acercándome al carro… ¡Otra vez!
Me volvieron a atracar.
…Entonces decidí irme a mi casa. Y cuando llego a mi carro y lo abro. Salieron de quién sabe dónde, un tipo con una escopeta… ¡Y se llevó mi carro!
Me fui a la casa. Y le dije a mi esposa: Hoy no compraré comida y le conté el por qué.
Al día siguiente: Revisé bien el horizonte   -para que no volviera a aparecer el pavoso gato negro-    y en vista de que no lo divisé…Salí.
Pero cuando iba cruzando la esquina de mi casa…Apareció el desgraciado gato.
¡En fin! Consideré que ya que iba en camino, no me afectaría en nada. Y seguí.
En esta ocasión fui a otra agencia del banco.
Y saqué dinero.
Miré por todas partes…Y en vista de que no vi a nadie cerca de mí, salí.
¿Y para qué salí? Pasó un carro y me atropelló ¡en plena vereda! Ni siquiera había llegado a la carretera.
Al parecer se le fueron los frenos.
El caso es que caí y cuando estaba tirado, llegaron unos zagaletones y metieron sus sucias y asquerosas manos en mis bolsillos y ¡zúas!
¡Me dejaron mas limpio que el alma de Cristo!
Volví a mi casa, y en esta ocasión todo resquebrajado    -por el choque-   y le conté a mi esposa.
Al día siguiente, quise hacer lo mismo…Pero en esta ocasión caminando no me percaté de que había una escalera… ¡Y pasé debajo de ella!
(¡Y todo por estar pendiente del malayo gato!)
Pasó una mujer y me acusó de que yo la estaba tocando en sus partes…Pasó una patrulla de policías: ¡Y me entraron a golpes! Y me metieron en la cárcel.
Allí me siguieron golpeando como les daba la gana.
¡Hasta me violaron! Pasé preso varios días.
Bueno, gracias a mi linda esposita, que logró sacarme de ese infierno. Allí estuve como tres días.
Volví a mi casa y descansé de toda esa desgracia.
Al otro día…Me dije: Voy a salir. No le haré caso al miserable gato negro, como tampoco si paso por debajo de otra escalera.
¡Y así hice! (Y te cuento: ¡Los vi de nuevo!)
El caso es que fui ¡a otra agencia distinta!
Y saqué la misma cantidad de dinero. Me los metí en mi interior.
¡Delante de todos los presentes! No me interesó.
Y cuando estoy comprando en el supermercado, llegó una cuadrilla de ladrones y nos robaron a todos.
Nos mantuvieron de rehenes mientras ellos escapaban.
Y cuando llegó la policía… ¡Me volvieron a arrestar!
Y la explicación que me dieron: Es que ya te conocemos.
Nuevamente: Esa zarabanda de golpes…Y las violaciones también.
Cuando recobré mi libertad, me vuelvo a la casa y en cuanto doblo la esquina para llegar, ¡a pocos metros de mi casa!   …Veo que en mi casa hay un hombre adentro.
Me asomé por la ventana de mi cuarto y lo vi que se estaba poniendo el pantalón y su camisa. Entonces corro a la puerta y comencé a golpear con toda la fuerza que tenía. Mi esposa se tardó unos minutos en abrirme y cuando lo hizo, le grité:
- ¡Lo vi!
- ¿A quién amorcito lindo y bello, a quién?
- ¡A un hombre que se estaba vistiendo!
- ¿Un hombre, en tú casa? ¡Jamás! El único Hombre que entra en tu casa… ¡Eres tú! Nadie mas.
- ¿Seguro?
- Segura.
- ¿Y entonces a quién vi vistiéndose en mi cuarto?
- A mí misma. ¿Y a quién mas? Mira como tienes los ojos. Los tienes hinchado. ¿Por qué? – Y yo me quedé pensando, ¿será que los muchos golpes me están haciendo ver cosas raras…?
Y ella como que me adivinó mis pensamientos, porque en el acto me dijo…
- Seguro que sí. ¿Te volvieron a encerrar…?
- ¿Cómo lo supiste?
- Porque estás todo golpeado. Con tus ojitos hinchados. Todo amoratado. ¿Te volvieron a…? – No la dejé terminar cuando le respondí con toda mi rabia…
- ¡Sí! Esos malayos me tienen ya fastidiados.
…Aunque pensándolo mejor…Todos como que se me parecen.
- ¡Ay mi vida! Los golpes que te han dado te están haciendo visiones. Entra que te voy a curar. Y eso hizo.
…Bueno, la suerte comenzó a cambiar…
Porque me atendió deliciosamente.
Mas de lo que yo le había pedido todos estos días.
En resumen: He perdido cualquier cantidad de dinero.
Me han robado. Atropellado.
Y…Bueno eso mejor es no traerlo a colación.
Ah a propósito…Necesito ir al banco de nuevo.
¿Serías capaz de acompañarme…?
- No gracias. Verás, tengo muchas cosas que hacer. – Le respondí en el acto. Y salí como alma que lleva el viento.
Y me di cuenta que el tipo se me quedó mirando sin entender por qué salí así tan rápido.

























© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









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