Asechanzas
más
estuvo a punto de caerse.
Su
cuerpo estaba lleno de heridas de todo tipo.
Sangre coagulada y espesa le
colgaba de sus carnes.
Estaba
amoratado. Y con heridas abiertas.
No
se sentía con muchas fuerzas.
Más bien estaba muy débil.
(¡Diosssssssssssssssss
por lo menos dame fuerzas para poder seguir! Pareciera que se divierten con
todas mis desgracias… ¿Pero quién se beneficia con todas mis desgracias?)
Por
lo que pudo apreciar; era profundo el fondo.
No quiso indagar, todo tembloroso
comenzó a pedir ayuda…
-
¡Socorro…Socorro! ¡Auxilio que alguien se conduele de este pobre cristiano!
Que
la vida me está llevando a mundos, sub-mundos y quién sabe a dónde más…
Intentó
ponerse en pié, pero el vaivén era demasiado y temió caerse.
- ¡Dios
Santo!
¿Qué
mal he hecho para merecerme semejantes castigos? – Se preguntaba a sí mismo,
pero sin bajar la voz.
Las
olas eran de agua salada, la cual al caerle en sus heridas le producían
intensos dolores.
-
¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy mamacita linda!
Esa
agua cae en mis heridas y me producen mucho dolor.
¿Y
hasta cuando me van hacer sufrir…y por qué?
¡Es
como si le echarán kerosén a la candela!
¡Es
demasiado para mí solito!
¿Y
cómo podré evitar qué me siga cayendo encima esa endemoniada agua salada?
En
efecto, no contempló tierra alguna.
Aterrado
se comprobó que estaba solo.
No
pudo ver a nadie más
Y
lo peor era que no se podía mover mucho por el terror de caer al agua…sin saber
nadar.
Y
el tiempo seguía su recorrido impertérrito a su angustia.
No pudo dormirse; era
demasiada angustia.
Por
un lado sus intensos quejidos, por otro el temor subyacente de: ¡caerse!
Y estaba
visualizando las aletas de…tiburones…
¿Tiburones
también vienen en mí contra?
¡Acaso ya
no les basta todo lo que me están jodie…!
Aterrado no
perdía ni un solo instante todo cuánto pasara a su alrededor.
(¡Maldición!
La sangre que estoy derramando…
¡Está atrayendo a esos escualos!
Para
rematar…no me pudo traer algo bueno.
¿Y ahora;
qué será de mí…?
…Y está más
que visto…la tienen agarrada conmigo.
Me tienen
como si fuese un muñequito de esos que llaman “porfiado” Con la gran diferencia que a mí a estas
alturas…creo todo lo que me cuenten.
¡Ya basta
de suplicio…!
¿…Esas
aletas son grandísimas, cierto?
Deben ser
bestias inmensas.
¡Con un
solo mordisco me comen entero!)
Contemplaba
absorto.
Cuidándose
de no caer ya que la tabla era muy chica en comparación con su cuerpo.
Lo ondulado
de las olas lo mantenía siempre en zozobra.
No podía
sentirse ni seguro, ni mucho menos a salvo.
Y para
colmo…crujía demasiado; la notaba muy endeble.
Pero era lo
único que lo separaba del agua.
Contemplando
fijamente a los grandes mamíferos, escuchó una voz muy fuerte y ronca, la cual
le decía:
- No me temas ya que no soy tu enemigo y he venido en tu auxilio
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