En cacería...

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“En cacería”





Mi tío Román me invitó a ir “por ahí”    -no me quiso revelar adónde-     y yo acepté en primera instancia. Nos fuimos en su camioneta y durante el viaje, me estuvo contando chistes tras aventuras de su vida    -¡todas jocosas!-    y en realidad no me importaba si él era siempre el único con poderes extrasensoriales o el Superman en todos sus muy emocionantes relatos.
Debo reconocer que fue muy largo ese trayecto y ya no soportaba mas reírme de todas sus jocosas dicotomías. (Mis mandíbulas las tenía ya ¡trabadas!)
Y ya cuando se acercaba la medianoche, me dijo…
- Sobrino ya estamos por llegar y hasta este momento has sido muy valiente.
¡Y espero que no te me vayas a rajar!
- ¿Rajarme yo…Y por qué? – Le espeté ofendido, no entendía el sentido de su afirmación.  Él me escuchó y se le dibujó una amplia sonrisa en su rostro.
Entendí que él se sentía satisfecho con mi acción tan rápida.
- Estamos llegando a la selva. Este es un sitio muy peligroso.
Te aconsejo que no te separes de mí. –Me miró seriamente, como para ver si ya había captado lo grave de esta situación y cuando vio que lo aceptaba de buen grado, se sonrió-   y carraspeando mejor su garganta me dijo…
- Y para serte mas especifico…
Estamos llegando a una zona que limita Nicaragua con Costa Rica. – He de reconocer que esta información me satisfizo mucho.
¿Estar en plena selva…?  
¡Era un reconocimiento de mí tío, en que ya yo era un Hombre!
A pesar de que apenas contaba con unos quince años (Casi).
Me sentí muy orgulloso y hasta agradecido por ese gesto en que denotaba que confiaba en mí.
Pasamos unos cuantos kilómetros. Atravesamos unos ríos que   -a mí en lo personal-   me parecieron muy profundos, ya que el agua llegaba a casi la mitad de la puerta de pasajero. Sentía como el chapoteo mojaba mi rostro, causándome una sensación de libertad, de emoción añadido a toda esa  aventura mía.
- Ten cuidado. Mete los brazos. Mira que acá hay unas culebras que nadan en medio de esta turbulencia...
- ¿De verdad? – Le respondí nerviosamente.
- Si. Y suelen ser muy gigantes…
- ¿Gigantes? ¿Cómo qué tamaño? – Le preguntaba mientras miraba con asombro lo frondoso y agitado con que se agitaban aquellas aguas.
- ¡Me cuentan que son hasta mas grande que esta camioneta! – Yo lo miré en el acto, ya que me asombraba esa información. Pero lo vi de lo mas normal posible.
Aunque él miraba en sentido contrario, por lo que no le vi su rostro.
- Y también me informaron que hay: ¡Hipopótamos!
- ¿Hipopó…Qué…?  Tengo entendido que ellos viven en África.
- ¡Pero también viven en medio de estas selvas salvajes!
- ¿De verdad?   …Será que los trajeron… – Comencé violentamente a mirar a todas partes…Ya me estaba empezando a poner…Nervioso.
- Si y me cuentan los que viven por estos lados. Que son muy peligrosos.
Y son mas grandes que un camión 750. Así que hay que andar con mucho cuidado.
- Tío… ¿Y falta mucho para salir de este río…?
- Bueno solamente tenemos que recorrer casi un kilómetro mas.
- …Y esas culebras viven por estos lares…Y esos mastodontes también…
¿Y qué pasará si se encuentran…?
- Ojalá no estemos cerca… - Su respuesta fue dada con mucha aprehensión.
Mirando a otro sector me indicó…
- ¿Ves a ese lado…?
- ¡¿Qué hay…!?
- ¿No ves nada? - ¿Y qué iba a ver yo? Si andaba tiritando. Asustado y temeroso de que no nos apareciera nada malo. Además la oscuridad reinante me impedía poder detallar algo. ¡No veía nada a mas de medio metro!
- ¿No ves nada…? ¿Será que estás ciego chavalo…?
- Pero… ¿Qué es lo que hay allí…? – En verdad ya no quería ver nada. Pensaba que viviría mejor si no me enteraba de nada.
- …Un elefante. Y es inmenso. ¿No lo ves…? – Y me señalaba con insistencia. Prácticamente detuvo su carro en plena trayectoria, sentía como las oleadas de agua golpeaban con fuerza la carrocería…Y ya me parecía que la iba a voltear.
Y dentro de mi estado de agitación y aprehensión en que me encontraba, temía que se nos apareciera una de esas bestias…O las dos. Y resulta que ahora me viene con el cuento de que hay un elefante. Inmenso. ¡Y yo no veía nada!
- Mira…Mejor nos vamos por otro lado. Ese animal es demasiado grande. Y si no le caemos bien… ¡Nos atacará! – Y a mí esa información me causaba hipo. Frío.
Y hasta escalofrío. Mis mandíbulas comenzaron a agitarse en forma compulsiva.
No tenía control alguno. Pronto un temblor que me había aparecido…
No sé si por las piernas primero y se me irradió al estómago…O si comenzó por mis mandíbulas y se me propagaron a mis brazos.
¡Qué horror! Y yo allí…Solito.  –Porque mi tío alegaba que él se sentía muy feliz en estos ambientes-   Me sentí huérfano. Desposeído. Íngrimo.
…Presentí que mi tío, ¡ni cuenta se daba de cómo me encontraba yo!
- Tío… ¿Y por qué mejor no nos regresamos…? – Le propuse en el momento en que el terror había invadido toda mi humanidad.
Él se me quedó mirando muy seriamente. Pero de repente: ¡Soltó una carcajada!
Y acto seguido, medio sonriente me espetó…
- ¿Regresarnos…? ¡Yo no le tengo miedo a ninguna fiera!
Y espero que mi sobrino que me acaba de asegurar que ¡es muy macho!
No se me vaya a rajar. ¿Oh si…? – Su mirada me pareció como un puñal clavado en mi reputación   -ya me estaba imaginando toda la burla que me haría a partir de tan nefasto momento-    por lo que irguiéndome en mi puesto le informé…
- ¡Yo no soy un cobarde!
- Así me gusta. Que mi sobrino no me haga quedar en vergüenza.
¡No Señor! En mi familia somos: ¡Muy valientes! Y unos ‘animalitos’ me lo van a asustar. ¿Cierto?
- ¡Cierto! – Al parecer mi respuesta fue de su agrado. Y prosiguiendo el camino, se desvió a otra dirección. Pero yo me encontraba en medio de un campo de batalla, en el cual…Yo me sentía el perdedor. Carne de cañón.
Pero no le dije nada, al contrario trataba infructuosamente de que mi temblor no me delatara ante él.
- En anteriores excursiones pude comprobar una pelea letal. – Comenzó relatándome sin verificar mi estado anímico…Por lo que guardé un prudente silencio.
- Un león contra un elefante. ¿Nunca has visto uno…? – Y yo interiormente me hacía la siguiente pregunta: ¿Y cómo voy a verlo yo…?
¡Si es mi primera excursión de este tipo! ¿Acaso no lo sabe él…? (Lógicamente no le informé nada de estas disquisiciones mías, ¡pero me molestaron y mucho!) Así que me vi precisado a responderle con el mejor de todos mis tonos gruesos…
- No tío. Nunca he sido testigo de eso. A duras penas he visto peleas entre amigos míos, en la escuela o cerca de mi casa.
- ¡Ah! Bueno te voy a contar. Porque presiento que este tema es de tu agrado.
(Mentalmente rechazaba este tipo de relatos. No deseaba enterarme de nada de esto. Y mucho menos en este medio ambiente.) Y sin prestarme atención alguna y sin esperar mi consideración, arrancó con el siguiente relato…
- Venía yo en cacería, buscaba venados. Cuando fui testigo de cómo un elefante de mas de catorce metros de altura y con una trompa que le medía mas de…Cinco metros.
Pues venía caminando muy tranquilo sin fijarse en que unas crías de una leona que andaba cerca.
Y sin fijarse… ¡Le pisó su colita!
Y de inmediato la cría se le fue a quejar a su madre. Y esta fue a buscar al Rey de la Selva y le reclamó de esta forma…
- Mira Padre, ese elefante falta de respeto, le pisó sin misericordia alguna la colita de tu propio hijo. ¡Y lo peor: No pidió la disculpa respectiva!
- ¿Y qué quieres que haga yo? – Le respondió él, adormilado.
- ¡Mátalo para que no lo vuelva a hacer! – Y en medio de este relato ¡por supuesto que no me cuadraba! y eso de: ¡Mátalo para que no lo vuelva a hacer!
¿Y cómo lo va a volver a hacer, si ya está muerto…? Me preguntaba.
Y me decía: ‘Esto no me cuadra muy bien’ 
Pienso que es una mentira…Otra mas.  –Por supuesto, tampoco tuve el valor de refutárselo-  Pues si lo hacía podía recibir un bofetón como respuesta a mi falta de respeto.
Por lo que callé. Y me dediqué a escucharlo   -¿Podía hacer otra cosa…?- Y él sin percatarse de todas mis dudas, continuó impertérrito su asombroso relato.
- ¿Sabes de qué tamaño era…? ¡Pues medía mas de seis metros de altura! Y con una hermosa melena que le llegaba al suelo. – Y pensé: “¿Cómo podía caminar así, ah? Con toda seguridad, ¡que se enredaría y caería como todo un gafo! Bueno esto entra dentro de mi esfera de pensamientos…Ni loco que se lo hubiera dicho. Y mientras andaba en mis pensamientos, le escuché que seguía afanado con su versión… 
- ¡Y como respuesta lanzó un rugido que enmudeció a toda la selva!
Los árboles revoloteaban de rama en rama.
Los monos chillaban aterrados. – Y yo como un baboso, me imaginaba en mi mente cómo brincaban esos animalillos…- Y en esas andaba cuando me volvió a la realidad al escuchar lo emocionado que estaba en su narración…
- Los pájaros levantaron su vuelo y llegaron hasta el cielo, escapando de esas fieras. ¡Y ese rugido hizo temblar la tierra! La tierra se movió y se desplazó unos… ¡Diez metros! Las aguas se volvieron locas y se agitaban en el cielo a unos… ¡Cien metros!
Sobrino y no me da pena confesártelo… ¡Me mojé los pantalones! – Me miró muy serio y hasta me juró haciéndose la señal de la cruz y besándose uno de sus dedos. Pensé que era cierto. Y él mirándome fijamente continuó…
- ¡Es mas, mi escopeta se partió en dos pedazos! Y por un lado cayeron todas las municiones que cargaba en mi mochila. Este río que ves…Se le alzaron sus aguas y formaron unas olas que subieron hasta la copa de esos árboles… ¿No lo ves?
- No.
- Bueno…Creo que fue otro. ¡Pero tómalo como un ejemplo! ¿Ok?
¿Es que estás ciego chavalito…? ¡Estás ciego! Mira para poder captar muy bien un cuento o relato; ¡tienes que utilizar tu imaginación!
¿Por qué si no…Cómo lo vas a entender…? …Bueno siguiendo con el relato…Yo me sentí muy nervioso. ¿Y cómo me voy a quedar yo, si todos huían despavoridos…? Y fue cuando entonces escuché un sonido que nunca había escuchado… ¿Y quieres saber qué me dijo…?
- ¡Cla,cla,clarooooo! – Alcancé a responderle.
- ¿Y qué estás esperando…? ¿No ves que estás muy cerca…? – Y fue cuando me di cuenta que estaban a menos de… ¡Un metro de mí! Y entonces armándome de valor les increpé: ¿Y no me respetan  a mí? ¿No ven que yo estoy aquí…? – Y ellos se sorprendieron por la forma tan valiente y resuelta con que los regañé, que se me quedaron mirando asombrados y temerosos. ¡Porque me tenían terror!  
…Y lo peor era que no me daba cuenta de esto.
¡Hasta que los vi! Los dos comenzaron a temblar como si fuesen unas comadrejas.
- ¿Y qué hicieron…?
- ¡Se fueron en estampidas! Vi como escapaban de mí, todos los elefantes y todos los leones. Y hasta los pude contar: ¡Habían mas de cien elefantes y como doscientos leones! Y todos huyeron en estampidas. ¿Qué te parece sobrinito mío? Me respetan.
¡Todos en estas selvas me respetan y me tienen: Pavor!
Para que lo sepas. Y esto que te estoy contando, no se lo vayas a contar a tus padres…Ellos son muy nerviosos.
Y hasta te podrían prohibir a volver conmigo. Y eso no me gustaría. Porque sabes hijito…Ya me está gustando venir a cazar contigo.
Me divierto mucho. – Ya estaba empezando a sospechar el por qué mi madre y mi padre no les agradaba mucho el que yo viniese con este tío mío.
Pero en la inocencia de mi adolescencia nunca les hice caso.
Pero ya estaba comenzando a sentir mis sospechas.
…Temblaba en medio de mi holocausto. Tiritaba en medio del horror que aquellas sombras y esos extraños sonidos producían en mi humanidad.
Presentía que si lograba salir vivo de todas estas locuras…
Con toda seguridad: No volvería a venir en esto de ‘las cacerías’



   



















© Bernardo Enrique López Baltodano 2017









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