¡Ya les escribí este relato...Espero sea del agrado de todos!












Corto  en  relatos








“En  una  reunión”











Se encontraban  reunidos dos amigos, en la casa de la amiga, en su sala,  recibiendo sus muy atentas atenciones.
Afuera está cayendo un torrencial aguacero, la lluvia es muy intensa.












- Pues yo  ¡la verdad sea siempre dicha! – Decía Nerio mientras recibía una taza de un muy humeante café. Hizo una pausa, dio las respectivas gracias y esperó hasta que ya todos estuviesen  listos.
Aprovechó para echarle un pequeño sorbo…Estaba muy caliente esa taza.
- ¡Cómo les decía hasta hace poco! (¡Y te estoy muy agradecido Amelia… ¡Está muy caliente y rico!) – Y luego de hablarle por medio de sus gestos, se quedó pensativo y dijo…
- ¿Yo? De lo único que puedo hablar es de mi propia experiencia. Tengo tres hijos. Dos varones y una hembrita. Todos sanos, ¡Gracias a Dios!
Pero en lo que a mi concierne… ¡Ya cumplí con ellos!
Ahora me toca a mí. Disfrutar de esta vida tan hermosa. Y que hasta hace poco, no he podido disfrutar. ¡La vida es bella!
¡Pero! Ya estoy exhausto.
Que me mantenga ellos ahora. ¡Es justo!
¿Cierto…?
¿Total?
Ya están grandes.
Ya se saben defenderse muy bien.
¡Es el tiempo en que yo me dedique a…Descansar!
A vivir lo que nunca antes he podido hacer. ¡La buena vida! –  Intentó hacer el ademán de estirarse, pero casi que se le venía encima todo el dichoso tinto. Tuvo que enderezarse de inmediato.
…Pero algunas gotas cayeron sobre su humanidad, enturbiando su ropa.
- ¡Caras! – Gritó de dolor cuando sintió el caliente sobre su cuerpo.
- ¡Bien hecho! – Lo apremió Rolando, y hasta le aplaudió.
- ¡Qué lástima que no se te cayó todo! ¡Desgraciado!
- ¿Y por qué a mí? ¿Qué te he hecho para que me estés deseando el mal…? – Le encaró con violencia.
Su rostro se le surcó de vibrantes venas enardecidas.
Es increíble como a ciertos personajes, se le sube el enojo en cuestión de…Un instante.
- ¡Ah no…! Escándalos en mi propia casa  ¡no se la acepto a nadie! – Explotó  la dama en cuestión, el reciente pleito.
Ambos hombres se detuvieron en el acto y la miraron en medio de la sorpresa que les causó su rápida y muy oportuna intervención.
Nerio  aun portaba su taza   -apenas había tomado un pequeño sorbo-   mientras Rolando se puso amarillo de la vergüenza producida.
Pero fue suficiente. Ambos tomaron un segundo aliento y    -comprendiendo-      tratando de calmarse, aunque para Nerio le  resultó muy insultante las palabras del amigo en cuestión.
Cosa curiosa, hace apenas unos segundos todos ellos eran pura alegría y camaradería…Pero ese hechizo se había roto. Uno de ellos se sentía herido en su amor propio. Y no le toleraba    -para nada-    esa falta de respeto.
- ¿Ustedes vinieron a mi casa a pelear…? Porque si es así… ¡Se me van los dos rapidito! – La anfitriona se encontraba muy molesta y no perdía ocasión para dejarles bien sentado quien era la que mandaba en esa casa.
- Tan solo he dicho ¡y lo afirmo! Que ya estoy cansadísimo de estar trabajando y que de ahora en adelante, ¡me voy a dedicar a lo mío! …Allá aquellos “hipócritas, ¡y con cara de yo no fui”! –  Dijo tratando de serenarse, pero visiblemente molesto, en el tono en que se expresaba se le notaba rudeza y mucha firmeza.
Alzó su cabeza como para dejar bien sentado eso.
Y sin esperar respuesta alguna…Se marchó.
Tanto la dueña como Rolando, se quedaron estupefactos. Pero ninguno de los dos hizo el ademán necesario para retenerlo.
El otro, lo miró hasta con indignación, pero esperó hasta que este se hubo marchado.
Y sentándose de nuevo, tomó su taza de café y se la tomó de un solo sorbo.
- Ni siquiera se tomó su bebida… - Se lamentó ella, mientras movía su cabeza de un lado a otro.
- ¿Cómo va a decir eso…? ¡Qué ahora lo van a mantener sus hijos…? ¡Está loco! ¿Cuándo se ha visto semejante barbaridad…?
- …Bueno por lo menos su mujer…No lo va a mantener… - Dijo sonriente ella, mientras levantaba la taza del sitio en donde la había dejado.
- Mira mija…Es triste que un hombre en la plenitud de todas sus facultades ¡diga y afirme eso!
¡Pena debiera darle!
Yo tengo todos mis hijos. Jamás le permito a ninguno de ellos, que siquiera traiga algo a la mesa.
Soy yo el que lo hace.
- ¿O sea que si un hijo tuyo, trae algo…Tú no se lo aceptas…?
- No. – La dama prefirió quedarse callada, pero en su rostro se le reflejó otro tipo de asombro.
Y analizó en lo mas profundo de su corazón…
¿Cómo es esta “vida”? Uno alega que sus hijos deben mantenerlo.
Y ahora este viene y afirma… ¡Qué ni una sola bolsa de comida le acepta a ninguno de sus hijos!
¿Qué vida esta…?  
…Hay de todo en la Viña del Señor…































© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
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