...Mientras todos dormimos...Otros...











“Mientras todos dormían…”


Nota muy importante:
Al parecer en mis publicaciones se están “colando cookies” y esto me está trayendo este tipo de notificación.
Reconozco públicamente mi ignorancia sobre este tipo de tema;
Tan solo soy un escritor que deseo compartir con todos ustedes mis escritos, muy lejos estoy de violar o incumplir con reglamentos de la Unión Europea.
Por lo que me veo obligado a publicar este tipo de notificación.
Deseo informarles que me apego a todo el lineamiento del marco legal, y si esto está sucediendo; es por mi desconocimiento en esta área.
(Este aviso me está llegando y quiero hacerlo público para que todos estemos al tanto.)
( He pedido el auxilio requerido a la comunidad AdWords y esta es su respuesta)
la Comunidad de AdWords 
4:58 (hace 3 horas)
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para mí
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Hola, Bernardo Enrique L:
NachoG (Nivel 13) ha publicado un nuevo Responder en Medir resultados el 07-30-2015 02:28 AM :

Hola belbaltodano, échale un ojo a lo que pide la UE: https://support.google.com/blogger/answer/6253244?hl=es

La ley en septiembre, sino me equivoco cambia, así que mucho ojo.





Mientras todos dormían, y en la quietud de la madrugada, Ana la esposa de Luis, escuchó unos ruidos muy extraños.
Asombrada, puso mucha atención.
- Sí, algo raro debe estar pasando… - Se dijo entre dientes.
Miró el reloj y vio que eran apenas la una y cincuenta y un minutos de la madrugada…
Sigilosa se fue levantando de la cama, mientras su marido seguía rendido en su sueño de lo mas profundo.
¡Trac…Trac!
En la profundidad de la noche el menor chasquido se transforma en una bomba de aterradoras consecuencias.
Ana se deslizó y corrió a asomarse por la ventana de su sala que daba a la calle.
Miró hacia afuera…Todo se percibía normal.
Oscuro, no vio ni siquiera a un perro deambular.
No obstante, ella segura estaba que algo raro afuera se estaba gestando.
Ese silencio expectante, la brisa ligera que veía que mecían las ramas de las matas de afuera.
Decidió cambiar de sitio, no encendió ninguna luz y a tientas se comenzó a desplazar dentro de su casa.
- Me voy al cuarto de mis hijos…Allá tengo otra ventana… - Se dijo como para tomarse mas fuerza y determinación.
- ¡Qué extraño, ni los perros de los vecinos están ladrando! – Se dijo así misma, mientras se ubicaba lo mas sigilosa detrás de esa ventana.
Con el mayor cuidado, (temerosa de que la tela que ella misma había colocado para protegerse del sol y de las miradas insidiosas), la fuese a delatar, tomó una parte la del lado derecho y la fue levantando con el mayor suspenso de su vida.
Todavía escuchaba a lo lejos…Ese ruido que la mantenía en zozobra…
Recogió la tela…La echó a un lado y echó un ojo hacia afuera…
¡Y lo que vio, le confirmó todas sus terribles sospechas!
…Eran dos elementos que en medio de las penumbras, se movían con el mayor de los sigilos…
Pero aun así, sus torpes pisadas chocaban con material de construcción que ellos mismos mantenían en el patio de su casa.
- ¡Y se quieren saltar la cerca del vecino! – Se dijo así misma asustada y persignándose una y otra vez.
Pensó: (¿Y ahora qué puedo hacer…?)
Y se recordó que su esposo aun dormía plácidamente en su cama.
- ¡Esto tiene que saberlo Luis! – Y sin pensárselo mas, echó una última mirada…
Vio cuando los ladrones, chequeaban todo su entorno con la mayor desconfianza del mundo.
Uno de ellos, le indicaba al otro, que le pasase ladrillo por ladrillo…
- ¡Los muy bandidos, se quieren saltar la cerca de mi vecino! – Ya al comprobarse la intención de los cacos, corrió a su habitación y comenzó a despertar a su dormido compañero.
- ¡Luis, Luis! – Lo llamaba mientras lo empujaba una y otra vez, pero era que el condenado hombre, no se despertaba.
- ¡Luis, despierta!
- ¿…Quééééé  pasó…? – Le respondió muy molesto, ya que deseaba seguir en lo suyo…
- ¡Que se están metiendo dos hombres!
- ¿Quééééé…? – Le preguntó mientras se levantaba con la velocidad de un rayo.
- Son dos. Y están en el patio…Se esconden entre los bloques que tenemos apilados en el patio.
- ¿Estás segura? – Pregunta tonta, pero es que Luis aún no se despertaba del todo…
- ¡Apúrate!  Antes de que ocurra una desgracia… - Le alertó mientras veía que se estaba quedando otra vez dormido.
Lo removió con fuerza, y él entendió que debía estar presto.
Se pasó sus manos por sus ojos, los cuales les costaba mantenerlos abiertos. Pero ya mas consciente, comenzó a moverse con mas precisión.
- Tráeme la escopeta. – Le indicó él con la mayor sangre fría posible. Ella le obedeció en el acto y se la trajo.
Él verificó que estuviese cargada. Eran dos las balas que se mantenían en su cartucho.
La enfundó y le indicó por medio de señas de que le indicara en dónde estaban esos sujetos que se atrevieron a violar su morada.
Ella lo agarraba por las manos, temerosa de que esa acción se volteara en contra de ellos mismos.
- Mi amor, ten mucho cuidado. – Le previno, pero ya él había tomado su decisión…
Sea quien sea, lo iba a pagar bien caro.
- Amor…No vayas a matarlos…
- ¡Tú no te metas! Dime: ¿En dónde están?
Y déjame que defienda mi casa. – Ella intentaba agarrarlo, antes de que fuera a hacer una locura, pero en el fondo sabía que él tendría que hacer…Lo ideal era que solamente les disparara para asustarlos   ¡y que se fueran corriendo!
…Pero conociendo como lo conocía…Temía lo peor.
Lo llevó hacia el cuarto de sus hijos.
Ambos comprobaron que ellos seguían tranquilos durmiendo cada uno en su camita.
Pasaron al lado de cada uno de ellos.
- Están bien. – Le dijo ella, en un arranque de nervios. – Mira: ¡Allí están!
- ¿Dónde? – Él no identificaba el sitio exacto, ya que la oscuridad lo confundía.
- Allí.- Le indicó ella agarrándole por la cabeza e indicándole con su dedo, la dirección exacta. Él afinó mejor su mirada, y los pudo ver en medio de esa penumbra tan espesa.
Apuntó con su arma…
- ¿Estás loco? – Le gritó ella- ¿Vas a despertar a los hijos? – Él bajó su arma larga y comprendió que era una verdadera locura (¿Dispararle en el cuarto de sus hijos? ¡Estaba loco!), pero ya su sangre le hervía de la cólera que sentía por ese par de bribones.
Corrió hacia el patio de su casa.
Ella intentó detenerlo, pero él la empujó y le gritó que lo dejara quieto.
- ¡Déjame actuar!
- No los vayas a matar. – Le acondicionó sus temores. Él la miró y por respuesta, le dio la espalda y le indicó que cerrara la puerta en cuanto él saliera al patio.
Ella se mordía sus uñas. Estaba terriblemente nerviosa temiendo que su marido fuera a vaciar los dos tiros y dejara a ese par de trúhanes…Tiesos. Muertos.
Cerró la puerta una vez que él salió.
Aunque se negaba a hacerlo, pero era preciso obedecerle. Ya lo conocía, eran muy pocas las veces en que veía esa resolución reflejada en el rostro de su muy pacifico esposo.
- ¡Ay Dios mío! – Susurró ella, mientras trataba de espiarlo a través de la puerta ya cerrada. Trató de seguirle sus pasos.
Pero no podía. Las paredes se lo impedían.
Así que corrió hacia el cuarto de sus hijos, para presenciar la continuación de esa trama que le había robado su calma.
Escuchó unas graves pisadas, provenían de su techo.
- ¡Ese es Luis! – Se dijo tratándose de calmarse. - ¿Y si lo oyen…? – Se refería a los dos intrusos. Se asomó y pudo entrever que ya habían apilado una hilera de bloques y que uno de ellos, trataba de escalar por encima de ellos, como en efecto logró.
Su compinche lo ayudaba.
Pronto fue testigo de cómo se logró encaramar por encima.
Vio cuando ya uno de ellos, estaba casi al borde de la cerca, presto a saltarse…
El otro lo prevenía. Ambos seguían nerviosos y temerosos de que alguien los fuese a descubrir.
Con el mayor de los cuidados, el que ya estaba arriba, se comenzó a preparar para escalar el metro y medio que le faltaba para saltarse en la propiedad ajena.
Vio el vehículo que lo incitaba a robar.
…Le indicó al otro, que se fuera hacía el frente mientras él se saltaba…
Ana sudaba copiosamente. Temerosa de que alguno de esos, que ya veía que estaban armados con un revolver o pistola…No supo precisar qué era…Pero iban armados.
- ¡Dios protege a mi marido! Él no conoce ni de armas, ni tiene practica… ¡Ayúdalo por favor!  – Rezaba copiosamente, mientras intrigada se preguntaba en qué parte de su techo se encontraba Luis.
El que estaba encaramado en la ruma de bloques de concretos, ya tenía sus dos manos sobre el borde de la cerca…Levantaba su pierna derecha…
¡…Cuando de repente se escuchó una tremenda detonación!
En medio de esa calma…
Todo se volvió un caos. Los perros comenzaron a ladrar desaforados.
Algunos vecinos corrían y prendían las luces de sus casas.
Pronto unas linternas comenzaron a rasgar la oscuridad, en búsqueda del sitio en donde se había originado aquel balazo.
Ana fue testigo cuando el hombre, no pudo saltar… ¡Cayendo irremediablemente en la tierra de su propio patio!
- ¡Lo mató! ¡Lo mató! – Gritaba frenética mientras sus hijos se despertaban por ese escándalo.
- ¡Quédense quietos, sigan durmiendo! – Les ordenaba a sus hijos, pero ellos lloraban y gemían por el temor que sentían al ver a su madre toda temerosa.
- No pasa nada. Quédense quietos. – Les repetía mientras intentaba seguir averiguando a través de su ventana.
El menor de sus hijos, corrió y la abrazó, ella lo consoló, e intentaba seguir el curso de los acontecimientos que seguían en pleno desarrollo.
- ¡Ayúdame…No me dejes morir! – Escuchó en medio de esa madrugada tensa.
- ¡No lo mató!
- ¿Quién lo mató, mami? – Le preguntó su hija mayor mientras intentaba afanosamente asomarse, pero su madre se lo impedía y les incitaba a que se calmaran.
- Papi está arriba, él nos está protegiendo.
¡Cállense! – Volvió a mirar, y fue testigo de cómo el otro seguía indeciso, no sabía si caerle a tiros, al que cobardemente había herido a su compañero o salir huyendo a toda carrera.
- ¡Ayúdame desgraciado! – Le suplicaba el herido.
- ¿En dónde te dieron?
- En la nalga. Ayúdame a levantarme y huyamos de aquí,  ¡antes de que nos maten como a unos perros! – El otro corrió en su auxilio y lo sujetó lo mejor que pudo, sin perder de vista…Chequeaba todos los lados.
Nunca pudo precisar de qué ángulo, ni quién los había descubierto.
Cojeando el mal herido, logró erguirse, claramente se veía que le costaba mucho caminar. Se apoyó en el hombro de su compañero y en medio de ese escándalo y aprovechando que la oscuridad espesa de esa noche seguía a favor de ellos, comenzaron su huida.
Torpemente se desplazaban.
Un hilo de sangre los delataba.
Lograron salir de ese sitio funesto.
Doblaron la esquina siguiente, y en vez de coger por la calle, se metieron por la espesura del monte.
Y cuando ya creyeron que estaban a salvo…
¡Otra detonación se escuchó!
- ¡Ay me dieron a mí también! – Gritó desesperado el que iba sano.
Pero ya la adrenalina estaba en su mayor apogeo…Corriendo se confundieron entre las matas. Iban heridos ambos.
Alguien lo seguía a través de la mirilla de su escopeta…Lo siguió hasta que se perdieron en la espesura del monte.
Pronto salieron varios vecinos. Envalentonados se veían con armas cortas y largas, con machetes y hasta con cuchillos de cocina. Las mujeres detrás de sus maridos.
Se veía claramente que dormían…Pero que ya estaban “al pie del cañón” en defensa cada uno de su propiedad, de sus bienes y de su propia familia.
- ¿Qué pasó, qué pasó? – Era la pregunta que neciamente se hacían entre ellos.
- ¡Eran dos ladronzuelos que intentaron meterse en la casa de Germán! – Les informó otro de los vecinos.
- Si, pero  ¡yo escuché dos tiros! Uno primero y a los minutos: ¡otro! – Clamaba angustiada una de las vecinas, que no atinaba a comprender con exactitud lo que había ocurrido.
- No sé con exactitud quién le disparó…Pero yo mismo fui testigo de que uno de ellos iba a saltarse la cerca, cuando le dispararon en una nalga. ¡Cayó al suelo del patio de Luis!
El otro corrió en su auxilio. Y cuando viraron la cuadra, en vez de seguir por la vía…
Se metieron por el monte  ¡y fue cuando escuché la otra detonación!   
…Le pegaron un tiro en la nalga del que iba bien…
¡Y de repente se perdieron entre la espesura!
Ana seguía adentro, escondida.
Temerosa salió a su patio, y vio la incertidumbre reflejada en su rostro, quien temeroso de darse un mal golpe, buscaba la mejor opción para bajarse.
- ¿No lo mataste verdad? – Su pregunta no tenía sentido, y ella misma se corrigió cuando le dijo…
- Le diste en una nalga…
- Debí darle en la cabezota…A esos desgraciados hay que matarlos. – Sentenció gravemente su esposo, ya satisfecho de haber cumplido con su deber de defender su propia casa.
- ¿Y quién le habrá dado al otro…? – Le preguntó Luis.
- ¿Y no fuiste tú mismo, pues…?
- ¿Y cómo…? Cuando doblaron por la esquina, salieron de mi campo de visión. – Le explicó él, y fue cuando ella entendió…
- …Entonces si no fuiste tú… ¿Quién fue…?
¿Lo habrá matado…?
- Eso lo sabremos mañana, si vemos los zamuros sobrevolando la zona…
Cuando salga el sol.
Vamos a seguir durmiendo. – Le dijo él mientras le devolvía la escopeta.
No obstante, ella verificó…Y si…Había otra bala en el cartucho…Suspiró aliviada.
- Hay que seguir durmiendo. No vaya a ser, que nos achaquen a nosotros,  ¡esos muertos!
- Si es mejor, quedarse quietos. – Ella levantó suavemente una de las cortinas de otra ventana, y se comprobó que sus vecinos seguían mirando y mirando, tratando de encontrarles…Pero ellos prefirieron seguir en su bajo perfil.
Y era lo mas prudente. La noche esconde con su oscuridad, los mas bajos instintos.
- Mañana será otro día… - Repitió la consigna de su esposo. Tranquilizó a sus hijos y trató de arrullarlos con canciones de cuna.
Pronto la calle se despejó. Hay que darle el curso correcto…De noche…Hay que dormir…



   





© Bernardo Enrique López Baltodano 2015




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