“Después
de mí… ¡Nadie mas!”
¿Dime…Alcides…Alguna vez te he hecho
daño?
- ¡No…Jamás!
- ¿Me has visto, hacerle algún daño a
alguien?
- No, Román.
- ¿Por qué Dios se ensaña en mi contra?
- No, él no te está castigando…
- ¿Qué no me está castigando, Alcides?
- No amigo Román…
- ¿Y entonces, por qué me está
quitando la flor de mi vida?
¿Por qué se la está llevando de mi lado?
- …Román, ella estaba sufriendo mucho…
- ¿Sufriendo, y por qué?
Yo la llené de alhajas, de oro, de
perlas…
- No sufría por eso…
- ¿Y entonces? ¡Hasta le di un seguro
ilimitado! Tú mismo, has visto, que jamás escatimé en complacerla…
- Pero Román…
- ¡Yo le pagué todos los gastos de su
carrera! Le di un carro. Le di dinero a manos llenas. ¡Era mi reina! ¿Qué le
podía faltar?
- Tú.
- Yo siempre he tenido que quemarme el
lomo, para que pudiera vivir como una reina.
¡Te consta mi capacidad de trabajo!
- Romancito…Por favor…Ya… - Le suplicó
Marisela.
- ¡Amiga, ayúdame!
Tengo mi corazón destrozado.
¡Este dolor no se lo deseo a nadie!
¡Ni siquiera a mi peor enemigo!
¿Dime amiga…Qué te decía mi Gersy?
- Ella nunca quiso abandonarte ni a ti,
ni a mucho menos sus hijos.
- ¿Verdad que no, Mary?
- Jamás lo permitió y se tuvo que ir…
Habrá sido alguna gravedad.
Pero nunca, abandonará a sus hijos.
¡Eso te lo garantizo!
- ¿Entonces, ella siempre estará conmigo?
- Siempre.
- ¿Y mis hijitos…Cómo les explicaré esto?
- Nosotros, se lo explicaremos. – Le
adelantó Susan.
- ¿Y quién me explicará a mí, como llenar
este vacío tan grande que estoy sintiendo?
Esto es horrible. Es horrible.
¿Quién me ayudará con lo del sepelio?
¿Acaso tú Miguelino?
- Claro, claro. En cuanto me des la
información necesaria, lo haré.
- Llama a mi corredor de seguros.
Él hará todo lo concerniente.
Pero, estate pendiente siempre.
¡Ayúdame en esto amiguito!
¡Ayúdame, por favor!
- ¡Cuenta con eso!
- ¿Y ahora…Qué podré hacer yo?
¿A dónde podré meterme, para aquietar a
mi pobre corazón?
¿Por qué me castigas, Dios?
¿Qué mal te he hecho?
¿Acaso, me tienes rabia, por ser un
triunfador en esta vida?
- ¡Romancito…No blasfemes! – Le gritó
Marisela
- ¡No es justo lo que me está haciendo!
- No metas a Dios, en nuestros problemas.
– Sugirió Adriana
- ¡Entonces, que me parta un rayo y acabe
con mi vida también!
¿Para qué quiero seguir viviendo?
¿Para qué?
¿Acaso he de pasar el resto de mi vida,
sufriendo intensamente?
- …Resignación Román, resignación…
- ¿Resignarme yo, Alcides?
- ¿Qué más podemos hacer?
- ¡Ya verás lo que voy a hacer, de ahora
en adelante! ¡Nadie se va a burlar de mí!
¡Nadie!
- …Recuerda a tus bellos hijos…Ya
perdieron a su madre… ¡No vayas a cometer una locura, Romancito! – Acotó
Marisela.
- ¡No es justo, no es justo! – Aún seguía
muy excitado, pero ya las inyecciones, comenzaron a surtir efecto.
Pronto, se quedó como alelado.
Y en unos minutos más…Quedó inconsciente.
- ¡Ay papito! ¿Qué habrá querido decir
Romancito?
- …De eso, a lo mejor, ni se recuerde,
cuando se recupere.
- Gersy dijo hasta el cansancio:
“¡Después de mí…Nadie más!” Y creo, que no quería que nadie ocupara su lugar de
madre.
- ¡Ojalá se cumpla su santa voluntad!
...Fin de este capitulo....
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