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“La camada”
Siendo una tarde bella, el sol no estaba tan radiante por lo
que el clima era muy fresco.
Cuando salí al frente de la casa y apenas caminar unos metros
cuando de repente una manada de crías de perros…Que a lo sumo tendrían unos
días de haber nacido.
Corrían como locos y se entre lazaban en mis piernas. ¡Eran
muchos!
Y de diversos colores, aunque predominaba el color blanco
opaco. Los había con lunares negros, otros grises. Sus orejitas todas estaban
sobre su cabeza, ninguno de ellos la mantenía elevadas.
Unos trataban de escalar sobre mi humanidad. Otros se
contentaban con lamerme. ¡Pero todos estaban encima de mí!
No supe que hacer.
Y el nerviosismo me embargó. Los que pasaban por el frente se
detenían fascinados por la escena, pero es que yo no encontraba la mejor forma
de zafarme de todos esos enanitos que me estaban entrelazando y embargaban
todos mis movimientos.
Sentí que uno o dos me estaban mordisqueando.
- …Hay que bella escena… - Dijo suspirando una fémina que se
detuvo a contemplar ese espectáculo. Pero yo me encontraba sumamente nervioso…No
hallaba la mejor manera ni de pararme, como tampoco moverme ya que literalmente
me tenían bordeado.
¡Ni un solo milímetro tenía de libertad!
- Deben quererlo mucho.
– Le comentó esa fémina a otra que viniendo en sentido contrario también se
detuvo a ver ¿qué era lo que estaba pasando allí? Puesto que ya todos lo
estaban haciendo.
- ¡Hay que bello! – Exclamó la recién llegada y llevándose ambas
manos a su boca exclamaba llena de sincera emoción.
Pero mientras allá afuera
-en la calle- todos los transeúntes
clamaban eso, nadie acertaba a ver ¿cuál era mi opinión? ¡No! A nadie le
interesaba indagar nada. Tan solo se maravillaban de ver a toda esa camada
encima de mí, aprisionándome por doquier.
Y es que en verdad me sentí ¡un reo! Y aunque muchos no puedan entenderlo…
¡No encontraba la mejor forma de deshacerme de todas esa turba
perruna!
- ¿Son hijos de su perrita? – Me preguntó otra viendo que a mi
lado -pero distante-
de esa manada se encontraba mi perra (cacri – es decir sin
raza.) la cual contemplaba todo pero a prudente distancia.
- No. Y no sé de dónde habrán surgido todos estos perritos.
- ¿Ah no son suyos? – Me preguntó asombrada una de ellas.
- No.
- ¿Y cuántos son? – Me hizo la pregunta y fue cuando me
percaté de que no sabía responderle.
- No lo sé. Pero los voy a contar…Uno, dos, tres… ¡Pero es que
se mueven demasiado rápido y no me permiten contarlo… -Le respondí muy turbado.
- ¡Son doce! – Respondió un hombre que también estaba en medio
de ese “ahora” auditorio.
- ¿Doce? – Le re preguntó una que se veía muy interesada y al
verla así le hice mi propia pregunta…
- ¿Te gustan?
- ¡Oh sí!
- ¡Bueno si te gustan…Te los regalo: A toditos!
- ¿A todos?
- ¡A todos!
- ¿Pero si no son suyos…Cómo están adentro de su casa?
- Buena pregunta. – Le confesé y al instante le sugerí-
Seguramente que alguien los abandonó en la avenida y se vinieron caminando ¡y con toda seguridad que mi perra -hembra al fin- los invitó a entrar! – Y es que cuando asomé
esa posibilidad, la perrita mía…Se sacudió y meneando su cola intentó escapar…
(¡La muy astuta! Me dije mientras la miraba y ella se me corría.)
- ¡Efectivamente que fue así! – Me aseguró el hombre que ya
los había contado- Ellos se hablan entre sí
¡aunque nosotros no lo creamos! – En verdad que en ese momento le
concedí toda la verdad, lo cierto es que la perruna…Hizo su retirada muy
elegante.
- ¿Me los va a regalar? – Insistió la mujer la cual ya se
encontraba arrodillada frente a la cerca metálica que nos sirve de cerca y yo ni corto ni perezoso le afirmé en el
acto.
- ¿Por mí…? ¡Llévatelos a todos! – Y la mujer en cuestión no
se hizo de rogar y en el acto me hizo señas de que se los pasara.
Y a decir verdad, me costó mucho, puesto que esos animalitos
ya se estaban acostumbrando a mi olor
-pienso yo, y a lo mejor me equivoco-
pero comencé a agarrar uno a uno y a pasárselo y cuando ya le había
pasado unos seis, esta le hizo señas a su amiga que la acompañaba para que la
ayudase. Y la otra me hizo señas para que le pasara el resto.
- Ya está. ¡Todos son tuyos, te felicito! – Alcancé a
decirles, pero me respondieron con una sonrisa y se alejaron.
Me quedé contemplándolas como partían contentas con su
inesperada adquisición…Y yo suspiré de alivio.
¡Me estresaron…Pero me enternecieron!
Y recordándome comencé a buscar a la loca perra mía…
Pero era claro que se escondía de mí.
¡No pude encontrarla…Y cuando la logré divisar huía con su
rabo entre sus piernas!
- ¡Cobarde! – Le grité…Y me bajó su cabeza y se echó mientras
me meneaba su colita.
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