“Después de mí…
¡Nadie mas”
El
Sr. Arenas no
perdía de vista
a la joven
señora, y temía
que algo muy
grave ocurriría en instantes.
Y lo que
fuera a ocurrir,
se le antojaba que
era con el
tal: Román. Su rostro
era muy grave.
- Siéntense en
esas sillas. – Los invitó.
Movió varias sillas
metálicas que tenía
en su porche.
La
tensión se hacía
sentir. Y aunque
trataran de ignorarla,
no podían.
El rostro
de Gersy era
gélido. Sus movimientos
muy lentos. Sus
acompañantes, parecían estar en
un entierro, buscando
una posición sin percatarse
de si era
la correcta o no.
Se sentaron
y esperaron. Cada segundo,
asemejaba una hora
de desesperación.
-
…Discúlpenos…No deseamos traerles
problemas a ustedes…
- Se disculpó
nerviosamente Miguel. En
él se apreciaba lo
incomodo de su
posición.
- …La señora… ¿Tiene algo
que ver con
Román, verdad? –
Le espetó súbitamente
el Sr. Arenas.
Miguel, quedó
entre dos fuegos.
Y no pudo,
ni logró zafarse
de esa pregunta.
El silencio fue una
forma de escaparse
y prefirió callar.
El Sr. Arenas
frunció gravemente su frente,
pero no le
quitó ni una
milésima de segundo su mirar
a Gersy, aunque trataba de
chequearlos a todos
ellos.
- ¡Me lo
estaba temiendo! –
Bramó para sus
adentros. Un ventarrón
frio le sopló súbitamente a
Miguel. Y sin querer
y sin poderlo
disimular…Comenzó a temblar
con un ritmo nervioso
en su pierna
izquierda. De repente,
se le subió
a su brazo
izquierdo y de
repente a su
ojo izquierdo, comenzó
a abrírsele y
a cerrar de
una forma grotesca. Lo
mejor, es que
no se dio
por aludido.
Carmen, le
pegaba suavemente en su pierna
izquierda y luego,
trató de agarrarlo
por su brazo,
pero que va.
Ese tic nervioso
era indomable.
- ¿Y a
usted que me
le está pasando? – Le
preguntó molesto el dueño
de la casa.
- ¿A mí…?
¡Nada!
- ¿Y por
qué está temblando
como si fuera
un machorro?
- ¿Temblando…Yo?
- …Bueno…Su
parte izquierda… ¿Qué carajo está
pasando aquí?
- ¿Ah…Será la
emoción? – Se preguntó
mirando a sus
amigas.
- ¿Y a
usted le emociona
el verse con
el Román? – Le preguntó ya
molesto el padre de la novia.
- ¿Con
el Román? ¡No
que va!
- Entonces
menos que estoy
entendiendo yo…
Los vecinos
al igual que
al señor de
la casa, no le presagiaba
nada bueno.
Al agotarse
los temas, comienza
el silencio.
Y de repente el
señor Arenas, volviéndose
hacia sus vecinos
les espetó, lo
siguiente:
- ¡Mejor es que se me vayan todos! Esto
es un asunto
privado.
¡Váyanse a
sus quehaceres y ya!
¡No quiero entrometidos en mi
propia casa!
Todos huyeron
como en estampida.
Y sin mediar
ni una palabra
más, el dueño
corrió y les cerró
el portón y
colocándole su respectivo
candado.
Haciéndoles señas
de que se
largaran a sus
casas.
(Ahora si
se nos está
poniendo peliagudo este
problema. Este viejo
nos deja encerrado…Esto ya
no me está gustando
para nada… ¿Y mi carro?
¡Gracias a Dios…Está
bien! ¿Y ahora…?
¿Encerrados con este
viejo violento?)
- ¡Esto es
un problema nuestro!
¡Nosotros lo vamos a resolver!
Como siempre nosotros los
machos… - Y mirando
a Miguel, le dijo: ¿Verdad
compañero? Esto lo
resolvemos hoy mismo…
¡A lo mero
mero macho!
La pierna recomenzó
con su torturante
tiritar, tragó grueso
y apretó muy
bien sus puños.
Suspirando hondamente, levantó
su rostro al
firmamento y pareció
estar elevando muchísimas
oraciones al Altísimo.
A excepción
de Gersy, sus
amigas…También tragaron fuerte
y lo acompañaron
con sus oraciones.
El señor se notaba ya
muy furibundo. Y la espera, lejos de
calmarlo lo impulsaba a más gestos violentos.
Tiraba con
violencia del candado. Resoplando
como si fuese un caballo
brioso.
- ¡Ya estoy
muy viejo para
estas gracias!
Susan y
Carmen, seguían todos
los movimientos de
ese señor. Pero
sin descuidar a Gersy.
Miguel comenzó
a agarrarle la
mano a Carmen,
como esperando que
ésta no se olvidara
que él también
estaba allí y
que todos corrían
mucho peligro.
Tácitamente, los
tres estaban en la misma
onda. Carmen, Susan
y Miguel.
Gersy,
seguía dándoles la
impresión de que
no se percataba
de nada.
El dueño
de la casa,
comenzó a caminar
de una forma
violenta. De un lado hacia
el otro. No se
daba descanso, ni
reposo. Insistía en
mirarlos de una
forma muy rara.
Daba
la impresión de
que los traspasaba
con su violento
escudriñar.
- Nunca faltan
los problemas…Nunca.
El zapateo
era ya intolerante.
Y es que
ese accionar, les
puso la carne
de gallina a todos.
Los vecinos,
ninguno se atrevía
ni siquiera mirar
de reojo. Temían
la violencia desatada en
esa casa. Pero
la curiosidad, siempre
aprisiona al gato.
Echaban
fugaces miradas. Inocentes
muchas de ellas.
- Señor Arenas…
- Le llamó
tímidamente Susan.
- ¡Mande! –
Le gritó en
forma imperativa.
- ¿…Podría darle
agua con azúcar
a mi amiga
Gersy?
- ¿Pero qué
es lo que
le está pasando?
- …Está en
shock…Por favor señor…Apiádese de
nosotras. – Le susurró
Carmen, como para evitar
que se encolerizara
más ese hombre.
- ¿En shock?
¿Y eso es
grave?
¿Qué carrizo
le ha hecho
a esta pobre
mujer?
¿Es qué
acaso Román le
debe dinero…Mucho a
ella?
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