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“Conrado y sus recuerdos”
- ¿Y qué carajo estás
haciendo aquí? – La tosquedad de la pregunta vino a romper el suave trajinar de
sus recuerdos. En efecto Conrado acababa de bajar de las montañas en donde al
igual que su hermano menor Juan, tuvieron que salir huyendo en cuanto se desató aquella asonada en dónde
al parecer hubo un intento de golpe de estado al general que en ese momento
comandaba todo ese país.
El joven se sintió
agredido en su fuero interno.
Y digo que se sintió así
porque de una forma grotesca este ser, vecino del sector. Lo abordó.
Al principio creyó que era
algún agente del gobierno, pero en cuanto lo vio un instante después de que le
gritó… ¡Lo reconoció!
- (Con que ya llegó
este…Desgraciado…) – Pensó una vez que ya lo había identificado.
Era Diógenes…El borrachito
¡impertinente!
El mismo personaje que
últimamente se había dado a la nefasta tarea de ir a ofender a su madre y a su
hermana: Pilin.
A su memoria se agolpaban
todos los comentarios que él mismo había escuchado…
Le informaban que era este
el ciudadano que tenía prácticamente “aterrada” tanto a su hermana Pilin como a
su propia madre…
Este era el mismo que a
cada instante de cualquier día las amenazaba, ofendía y las tenía intimidaba…
No le gustaba para nada…Y
precisamente lo tenía enfrente suyo…
Al detallarlo, pudo
apreciar que seguramente tendría meses en que nunca se hubiera bañado.
El tufo alcohólico era mas
que evidente.
Su presencia lo enervaba,
pensaba en ese instante; que lo mejor sería que siguiera su camino y los dejara
en paz…
(Y que seguramente con
eructar podría ocasionar un incendio de proporciones gigantescas…Además de su
horrible hedor…)
Se bamboleaba de un lado a
otro de una forma por demás significativa.
En su mano derecha
insistía en seguir manteniendo una botella de licor del mas barato. Pestilente.
Por camisa tenía un trapo
ya súper roído y descolorido. Sin botones a la vista.
Una barba muy crecida,
llena de aserrín o algo parecido.
Además que se le podía
apreciar que portaba una especie de telaraña, en forma por demás sucia.
Lo que quedaba de algo que
seguramente antes fue conocido como un pantalón…
Todo roto y con evidentes
manchas de orina y/o de heces.
Conrado se sintió
ofendido.
- (Definitivamente: Me
molesta su presencia.) – Pensó y no deseaba verlo. Su sangre comenzó a
encenderse…Se pidió a sí mismo: …Paciencia… - Mejor es que se vaya… - Pero ese
molesto personaje no se movía, al contrario persistía tal como si fuese “una
mancha rebelde”.
Y recordó en el acto,
todos los relatos que le habían suministrado con relación a ese tipejo.
- …Este es el mismo que
mantiene azarada a mi madre y a Pilin…No me gusta. No me gusta.
Pronto su cuello se vio
surcado de gruesas venas en donde surcaba sangre caliente y efervescente.
- (Mejor te vas mal parido
hijo de tu madrecita…) Insistía en seguir pensando, sin atreverse a dirigirle
su palabra…Se estaba conteniendo, pero es que su paciencia tiene un limite y
este “señor” por llamarlo de algún nombre, insistía e insistía.
- …Te estoy preguntando:
¿Qué carajo estás haciendo aquí? …Porque
yo sepa…
¡Sos un delincuente! – La
silla en la que aún se encontraba sentado…Crujió y en la medida en que este se
acomodaba para enfrentarse al repentino atacante.
- …Ve pedazo de
borrachito…Mejor te vas… - Cada silaba que conformaban este comentario suyo,
fue pronunciada con evidente cólera.
Se decía a sí mismo:
¡Cálmate quieto! – Pero es que ese hombrecillo lo estaba incitando…
Y las fue arrastrando en
la medida en que se posesionaba mejor, hasta que quedó enfrente de él, Diógenes
no lo apreció. Los vapores etílicos se lo impidieron.
Bamboleaba de un lado a
otro y le costaba un mundo coordinar sus movimientos.
En un arranque de rabia
quiso ejecutar algún movimiento que quizás en su mente lo dibujó muy bien, pero
su borrachera no lo pudo ejecutar con ninguna precisión.
Intentó lanzar un golpe
con su brazo izquierdo el cual lo tenía libre…Dio varias volteretas y fue a
caer aparatosamente sobre el pavimento.
- ¡Maldición…Me pegaste a
traición! ¡Cobarde! – Sus movimientos daban la impresión de que algo parecido a
una camisa de fuerza, lo estaba fuertemente ajustando y que en medio de su
forcejeo intentaba una y otra vez de librarse. Pero sin éxito alguno.
- …Mejor me quedo quieto…
- Murmuraba mordiéndose los labios en su intención de no permitir que ningún
gramo de su fuerza se movilizara…Quieto.
Después de tanto y tanto
esfuerzo, intentó ponerse en pie.
Su pantalón se terminó de
descoser entre las piernas y fue patente que se le vieron sus nalgas…Llenas de
algo parecido al barro.
Con furia sostenía su
correa en su afanoso fin de no quedarse desnudo delante de todos.
- ¡Me pegaste a traición!
¡Cobarde…Espera a que me levante y te voy a cocer a golpes! -
Los vecinos que estaban
cerca se arremolinaron y comenzaban a hacer fiesta con el borrachín.
- ¿A que no le pegas? – Lo
azuzaba un joven vecino, sin mirar para nada a Conrado, pero si pendiente del
grupo con que andaba.
- ¡…Ya lo voy a mecatear…!
¡En cuanto se detenga el mundo…! – A pesar de la aparatosa caída y que rodó por
el pavimento…
Casi instintivamente quiso
verificar en el estado en que se encontraba su licor…
La miró, la detalló…
Y sonoramente echó una
horrible carcajada y acto seguido se empinó un trago generoso.
El grupo se maravilló de
semejante hazaña y hasta lo aplaudieron.
En cambio el joven no
sonreía, para nada le parecía graciosa esa presencia en el frente de su casa.
Él no supo discernir del
por qué de esos repentinos aplausos, pero se percató de que eran para él y se
sintió feliz.
Comenzó a dar algunos
pasos de baile…Pero volvió a perder el equilibrio.
Todos los transeúntes le
festejaban todo.
Se sentía como un actor de
cine.
Hizo todo tipo de
reverencias, para finalmente pegar un eructo tan violento, que muchos de los
presentes dieron unos cuantos pasos de huida.
- ¡Susto! – Gritó uno de
su público. - ¡Está por hacer erupción el volcán! – Nuevamente se escuchó el
tronar de todos ellos. Unos se reían y otros se burlaban.
Doña Rufina al escuchar el
escándalo desde el patio, se apresuró a ver qué era lo que estaba pasando, ya
que su hijo mayor estaba sentado allí.
Llegó presurosa y
extrañada. Detrás suyo iba Pilin, su hija y Juan el hermano menor de todos.
Quien llegó primero fue la
matrona.
Llevaba cara de pocos
amigos.
- (¡No en presencia de mí
hijo!) – Gritó en el silencio de su corazón. – (¡Dios has que se vaya ese
horrible hombre…No delante de mi hijo…Él va a reaccionar!) Temía que se
estuvieran metiendo con su hijo e iba dispuesta a enfrentarse contra todo el
pueblo, -en caso de ser necesario- al llegar pudo ver que su hijo seguía
sentado en la silla, pero en posición de ataque. En su rápido examen visual se
pudo constatar que él estaba bien.
Pero escuchaba una voz
gangosa…Ya conocida por ella.
(Debe ser ese buscapleitos…Ya
me tiene cansada.)
Todas las tardes se ha
dado a la nefasta tarea de venir a ofenderla…
….Solo que en esta
ocasión…
…Se encontró con su hijo.
Y temió por su reacción,
sabiendo que este no le iba a aguantar nada y mucho menos que fuese a ofender a
su propia madre. Ya su hijo era un hombre y que con seguridad iba a comportarse
como tal.( tuvo mucho miedo.)
- ¿Te hizo algo? – Le
preguntó angustiada. Pero su hijo le respondió con su cabeza que no y que nada
le había pasado, pero no le quitaba de encima los ojos a su objetivo.
La presencia fuerte de la
señora, aplacó el escándalo que habían forjado todos los caminantes, pero que
la conocían y sabían de que era de muy mala espina.
Se produjo un silencio
sepulcral. Ninguno de los presentes se atrevió siquiera a respirar.
Quedaron estáticos y con el
temor reflejado en sus rostros.
El borrachín que seguía en
sus necios movimientos torpes, que creía que le producían buenos dividendos
ante su público, no se percató de esa presencia.
Pero ante ese silencio…Se
movió torpemente y al visualizar en los rostros de los que lo aupaban el miedo
subyacente…
Volvió su mirar y se
encontró con que ya había salido la viuda del hombre temido por todos,
incluyéndolo. (Claro está…Mientras él vivía.)
…Pero se envalentonaba al
saber de que el muerto no puede venir a defender a su viuda…
Y aprovechándose de su
minusvalía…La agredía a placer…
- …Apareció “la perra”… - Dijo
a todos los allí presentes.
Todos los días o cuando la
veía en el mercado.
Se bajaba su pantalón y le
mostraba su flácido miembro.
La ofendía de todas las
formas posibles. Y aunque ella se defendía…No tenía la fuerza necesaria como
para repelerlo.
No le daba descanso.
Y su persecución era ya
insidiosa y nefasta.
Y nadie acudía en su
defensa.
Al parecer…Gozaban al
contemplar ese desproporcionado ataque.
En ocasiones le lanzaba
piedras, botellas o cuanta cosa conseguía.
Y en varias ocasiones, se
daba a la nefasta tarea de caerle a piedras a su casa…
Y los vecinos fueron
testigos…Pero no se metían.
Nadie quiso intervenir en
su defensa.
- ¡Eso no es problema
nuestro! - Se decían una y otra vez.
La sociedad vigente en esa
época (Principio de 1.900.) Creía firmemente que las mujeres debían tener a su
hombre, para que las defienda…Pero el suyo, había muerto…
Así que se hacían de la
vista gorda, dejándola en el mas completo abandono tanto a ella como a todos
sus críos.
Y esto le daba carta
franca a su atacante, el cual gozaba con tenerla asediada.
Ya hasta había logrado que todos sus amigotes la
agredieran en cuanto la veían.
Ella se quejaba ante la
autoridad. Pero tomaban nota de la denuncia…
Pero todo seguía igual.
Ya estaba desaforado y al
ver que nadie acudía en su defensa, la incrementaba
La viuda se encontraba
totalmente indefensa, temiendo que su hijo mayor se enterase de todo lo que la
hacía sufrir ese desgraciado.
Y su atacante no veía
peligro alguno de sus hijos…Eran aún muy tiernos…
Pero ya el mayor…A la
sazón tendría unos quince años…
Pero su rostro juvenil, ya
había desaparecido. Las arrugas reemplazaron sus años mozos.
Y la vida que le tocaba
vivir, era muy dura.
Tuvo que abandonar su
niñez y convertirse en un hombre.
Sus juguetes fueron
suplantados por una yunta de bueyes y sus juegos ahora eran venciendo a la
naturaleza para que le diera sus frutos, con el sudor de su frente.
Nunca mas pudo levantarse
como cuando su padre vivía…Ahora era toda su responsabilidad.
Y cuando salía el sol…Ya
llevaba horas limpiando su huerto para después sembrar.
Ya no sonreía. Su vida
era: Trabajar desde la madrugada…Hasta la puesta del sol.
No le quedó elección alguna.
La vida lo había encajonado en el arado.
En la siembra.
En mantener siempre limpio
su solar y cuando ya sus frutos estaban listos…
En su cosecha. En cuidar
siempre como un buen hombre, siendo apenas un jovencito que la vida le robó su
infancia.
Todo se precipitó en su
contra. Sencillamente se aprestó a vencer su día a día.
Viviendo de sus
recuerdos…Nefastos…Dolorosos…Con su propio papa…
Años atrás acompañando a
su propio padre, fue testigo involuntario de cómo fue emboscado su progenitor.
Cobardemente brotaron de
entre los montes, una docena de asesinos y aprovechando el factor sorpresa…Le
cayeron encima con machete en mano.
Su padre apenas tuvo el
tiempo necesario para ordenarle que escapase en el acto.
No quiso obedecerlo, pero
no le quedó remedio alguno…
Apenas contaba con diez
añitos y en sus manitos lo que portaba eran…Sus carritos de juguetes.
En su interés de que se
salvara su hijo…No pudo defenderse y cuando ya lo quiso hacer…
Los machetazos se le
hundían en sus carnes…
Los asesinos no se ocuparon
en ningún momento de él…
Estaban afanados en su
labor destructiva. A lo lejos se volvió para ver a su padre…
Pero ya yacía en el suelo…
Alcanzó a ver, que lo
miraba y en ese momento creyó firmemente que le estaba enviando el mensaje:
¡Salvate! ¡Corre!
Corrió con furia contenida
de infante aún.
Iba llorando con su
corazón infantil confuso, nunca pudo comprender del por qué mataban a su propio
padre…Y lo peor, el que él mismo estuviese huyendo.
Nunca se había topado con
la muerte… ¡Hasta que le tocó!
El ver brotar la sangre de
su propio creador…No lo pudo soportar…Lloraba desesperadamente y sin poder
contenerse
Y desde ese nefasto
suceso…Quedó marcado para el resto de su vida.
¿Y ahora este
“Mefistófeles” retándolo e insultando a su propia madrecita…? – Superaba con
creces a sus propias fuerzas que aún las mantenía reprimidas pero es que ese
despreciable seguía neciamente en su afán.
¿Es que no entendía? ¿Qué
buscaba?
Su madre como que le leyó
la mente, porque corrió y lo abrazó.
Quizás temió que se le abalanzaría
en su afán de protegerlo, lo abrazó.
Conrado quedó sorprendido,
no esperaba que saliese su madre tan pronto.
No le opuso resistencia
alguna…Aflojó su cuerpo. Su tensión era muy notoria.
- …No hijo, no vale la
pena. ¡Es un ser insignificante!
…No te manches tus manos
con esa sangre putrefacta…
Todos los allí presentes,
la escucharon.
Callaron.
Sabían que ese chaval
haría respetar a su madre ante quien sea.
(La Madre es sagrada…Y
nadie debe venir a ensuciarla…
Por lo menos ningún hijo
que se precie de tal, podría tolerar semejante infamia en contra de quién lo
trajo a esta vida.
¡La madre se respeta!)
Y que no vacilaría en
brincarle y rebanarle la cabeza.
Al parecer el indigente
asumió el mismo temor.
Pero al verse acompañado,
se envalentonó y volvió en sus fueros ofensivos…
La miraba con total
desprecio. Intentó sacarse nuevamente su miembro…Pero no pudo encontrarlo. Así
que molesto por las burlas de sus “amigos” se le quedó mirando con sorna y ante
la sorpresa de todos, comenzó a ofenderla…
- ¡Allí está la pu..! La
que no esperó a que el cuerpo de su marido fuera enterrado para… -
No pudo terminar su
ofensa. El joven se zafó en un instante del abrazo protector de su madre.
Ninguno pudo descifrar muy
bien su reacción.
El caso es que en un instante
después…
Yacía el cuerpo en el
suelo…
Desprendiéndose de su
amputado cuello, ríos inmensos de sangre sucia y espesa que brotaban a una
velocidad espantosa…
Y como a dos o tres
metros…
Rodaba su cabeza, y en
ella se reflejaba el pavor en sus brotados ojos…
Y habrá sido en el micro
instante en que su atacante…Blandiendo su machete vencía el espacio que los
separaba –que serían unos…cinco metros. – Y con furia animal le asestó un solo
machetazo…Y le desprendió su cabeza de un solo tajo.
El mundo se detuvo. Nadie
supo a ciencia cierta, qué era lo que había acontecido.
El cuerpo daba sus últimos
estertores. Vapuleaba su torso.
Su brazo izquierdo
torpemente trataba de defenderse y su brazo derecho…Preservaba intacta la
botellita.
Poco a poco fue perdiendo su
movilidad. Su cabeza rodaba…Su barba encanecida y sucia, se terminó de llenar
de lodo y de polvo del camino.
Su boca quedó abierta de
par en par.
El rictus de terror se le
quedó dibujado en su rostro.
Sus ojos estaban
inyectados de temor sanguíneo.
Todos auscultaban al
muerto…Pero no se atrevían a ver a su ejecutante…
Y casi al instante…Se
evaporaron.
Nadie quedó para dar fe de
nada de lo que había sucedido.
Como ratas huyeron ante la
temible presencia del gato cazador.
Pronto solamente quedaron,
la doña y sus hijos.
- ¿Qué has hecho hijo mío?
- ¡Nadie en mí presencia
viene a insultar a mi madre! ¡No se lo permito a nadie!
¡Ya ejecutaron a mí
padre…No lo voy a permitir que me la vengan a vejar! ¡No señor!
- ¡Hijo tendrás que volver
a las montañas! …Hasta que se aclare lo
de ese desdichado ser.
- ¡Pilin…Corre y tráele la
ropa a tus dos hermanos! – La joven hizo lo que le mandaron.
Entró a la casa y revolvió
todo y en escasos segundos se apersonó con las dos cargas, envueltas en bolsas
plásticas.
- ¡Juan acompaña a tu
hermano y defiéndelo con tu vida si es preciso! – Todo se hizo con una premura
increíble. Pronto ya estaban listos para salir corriendo y adentrarse en la
selva montañosa.
- ¡Yo me quedo para
defenderlas a ustedes! – Protestó su hijo, pero ella sin hacerle caso alguno le
respondió mientras lo despachaba…
- ¡En este mundo, nosotros
no tenemos justicia! Y si te agarran te van a querer o colgar o fusilarte. Ya
perdí a mi esposo en manos de esos asesinos….No perderé a mi hijo. ¡No señor!
Te me vas a la montaña y
esperen a que yo los mande a buscar.
- No madre, usted me
enseñó a enfrentarme a mis responsabilidades. ¡Me quedo para enfrentarme a
todos!
- ¡No, te vas y ya!
- Yo soy el Hombre y debo
enfrentar a mis hechos.
- ¡Usted se me va y me hace
caso! ¡Y no quiero que me desobedezca, porque en ausencia de su Padre, estoy
yo!
- …Pero madre…
- ¡Salgan ya, que no deben
tardar en venir a buscarlo!
- …Déjeme que me enfrente
a la ley…
- Ya me mataron a su
padre…A usted lo defiendo con mis garras. ¡Se me va y ya! – Lo empujó con todas
sus fuerzas y buscó un mecate o algo parecido para golpearlo con la finalidad
de que le obedeciese en el acto.
Juan lo tomaba del brazo
instándolo a escapar con la mayor premura posible.
- ¡Vámonos hermanos que no
deben de tardar los ejecutores! – Juan le suplicaba y Pilin también. Él
contempló a su madre y a su hermana, consciente de que pronto les caerían la
jauría en su contra y lo peor es que su propia madre no le permitía a quedarse
para batirse contra todos los que le quisiesen hacer daño alguno.
Y ya no temblaba del
coraje producido…Temía por la integridad física de ellas.
- ¡No creo en la Ley de
los Hombres! Y en mi calidad de madre…Te ordeno que me hagas caso. ¡Vete hijo
de mi vida! ¡Salvate para que después vengas por nosotras! – El joven accedió y
corriendo se alejó. Pronto ya sus figuras desaparecieron del horizonte.
Atrás quedaron madre e
hija…Y a pocos metros el cuerpo ya inerte…Y unos cuantos metros mas…La cabeza
ensangrentada…Quedó mirando hacía la tierra, ocultando sus pecados.
Pero lo hecho, hecho está.
Tan queda esperar…
Maracabo;
20 de marzo de 2014.
Belbaltodano.-
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