¡Este es mi relato de fin de semana 21 de Marzo del 2.014.!
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“Conrado y sus recuerdos”


- ¿Y qué carajo estás haciendo aquí? – La tosquedad de la pregunta vino a romper el suave trajinar de sus recuerdos. En efecto Conrado acababa de bajar de las montañas en donde al igual que su hermano menor Juan, tuvieron que salir huyendo  en cuanto se desató aquella asonada en dónde al parecer hubo un intento de golpe de estado al general que en ese momento comandaba todo ese país.
El joven se sintió agredido en su fuero interno.
Y digo que se sintió así porque de una forma grotesca este ser, vecino del sector. Lo abordó.
Al principio creyó que era algún agente del gobierno, pero en cuanto lo vio un instante después de que le gritó… ¡Lo reconoció!
- (Con que ya llegó este…Desgraciado…) – Pensó una vez que ya lo había identificado.
Era Diógenes…El borrachito ¡impertinente!
El mismo personaje que últimamente se había dado a la nefasta tarea de ir a ofender a su madre y a su hermana: Pilin.
A su memoria se agolpaban todos los comentarios que él mismo había escuchado…
Le informaban que era este el ciudadano que tenía prácticamente “aterrada” tanto a su hermana Pilin como a su propia madre…
Este era el mismo que a cada instante de cualquier día las amenazaba, ofendía y las tenía intimidaba…
No le gustaba para nada…Y precisamente lo tenía enfrente suyo…
Al detallarlo, pudo apreciar que seguramente tendría meses en que nunca se hubiera bañado.
El tufo alcohólico era mas que evidente.
Su presencia lo enervaba, pensaba en ese instante; que lo mejor sería que siguiera su camino y los dejara en paz…  
(Y que seguramente con eructar podría ocasionar un incendio de proporciones gigantescas…Además de su horrible hedor…)
Se bamboleaba de un lado a otro de una forma por demás significativa.
En su mano derecha insistía en seguir manteniendo una botella de licor del mas barato. Pestilente.
Por camisa tenía un trapo ya súper roído y descolorido. Sin botones a la vista.
Una barba muy crecida, llena de aserrín o algo parecido.
Además que se le podía apreciar que portaba una especie de telaraña, en forma por demás sucia.
Lo que quedaba de algo que seguramente antes fue conocido como un pantalón…
Todo roto y con evidentes manchas de orina y/o de heces.
Conrado se sintió ofendido.
- (Definitivamente: Me molesta su presencia.) – Pensó y no deseaba verlo. Su sangre comenzó a encenderse…Se pidió a sí mismo: …Paciencia… - Mejor es que se vaya… - Pero ese molesto personaje no se movía, al contrario persistía tal como si fuese “una mancha rebelde”.
Y recordó en el acto, todos los relatos que le habían suministrado con relación a ese tipejo.
- …Este es el mismo que mantiene azarada a mi madre y a Pilin…No me gusta. No me gusta.
Pronto su cuello se vio surcado de gruesas venas en donde surcaba sangre caliente y efervescente.
- (Mejor te vas mal parido hijo de tu madrecita…) Insistía en seguir pensando, sin atreverse a dirigirle su palabra…Se estaba conteniendo, pero es que su paciencia tiene un limite y este “señor” por llamarlo de algún nombre, insistía e insistía.
- …Te estoy preguntando: ¿Qué carajo estás haciendo aquí?  …Porque yo sepa…
¡Sos un delincuente! – La silla en la que aún se encontraba sentado…Crujió y en la medida en que este se acomodaba para enfrentarse al repentino atacante.
- …Ve pedazo de borrachito…Mejor te vas… - Cada silaba que conformaban este comentario suyo, fue pronunciada con evidente cólera.
Se decía a sí mismo: ¡Cálmate quieto! – Pero es que ese hombrecillo lo estaba incitando…
Y las fue arrastrando en la medida en que se posesionaba mejor, hasta que quedó enfrente de él, Diógenes no lo apreció. Los vapores etílicos se lo impidieron.
Bamboleaba de un lado a otro y le costaba un mundo coordinar sus movimientos.
En un arranque de rabia quiso ejecutar algún movimiento que quizás en su mente lo dibujó muy bien, pero su borrachera no lo pudo ejecutar con ninguna precisión.
Intentó lanzar un golpe con su brazo izquierdo el cual lo tenía libre…Dio varias volteretas y fue a caer aparatosamente sobre el pavimento.
- ¡Maldición…Me pegaste a traición! ¡Cobarde! – Sus movimientos daban la impresión de que algo parecido a una camisa de fuerza, lo estaba fuertemente ajustando y que en medio de su forcejeo intentaba una y otra vez de librarse. Pero sin éxito alguno.
- …Mejor me quedo quieto… - Murmuraba mordiéndose los labios en su intención de no permitir que ningún gramo de su fuerza se movilizara…Quieto.
Después de tanto y tanto esfuerzo, intentó ponerse en pie.
Su pantalón se terminó de descoser entre las piernas y fue patente que se le vieron sus nalgas…Llenas de algo parecido al barro.
Con furia sostenía su correa en su afanoso fin de no quedarse desnudo delante de todos.
- ¡Me pegaste a traición! ¡Cobarde…Espera a que me levante y te voy a cocer a golpes! -
Los vecinos que estaban cerca se arremolinaron y comenzaban a hacer fiesta con el borrachín.
- ¿A que no le pegas? – Lo azuzaba un joven vecino, sin mirar para nada a Conrado, pero si pendiente del grupo con que andaba.
- ¡…Ya lo voy a mecatear…! ¡En cuanto se detenga el mundo…! – A pesar de la aparatosa caída y que rodó por el pavimento…
Casi instintivamente quiso verificar en el estado en que se encontraba su licor…
La miró, la detalló…
Y sonoramente echó una horrible carcajada y acto seguido se empinó un trago generoso.
El grupo se maravilló de semejante hazaña y hasta lo aplaudieron.
En cambio el joven no sonreía, para nada le parecía graciosa esa presencia en el frente de su casa.
Él no supo discernir del por qué de esos repentinos aplausos, pero se percató de que eran para él y se sintió feliz.
Comenzó a dar algunos pasos de baile…Pero volvió a perder el equilibrio.
Todos los transeúntes le festejaban todo.
Se sentía como un actor de cine.
Hizo todo tipo de reverencias, para finalmente pegar un eructo tan violento, que muchos de los presentes dieron unos cuantos pasos de huida.    
- ¡Susto! – Gritó uno de su público. - ¡Está por hacer erupción el volcán! – Nuevamente se escuchó el tronar de todos ellos. Unos se reían y otros se burlaban.
Doña Rufina al escuchar el escándalo desde el patio, se apresuró a ver qué era lo que estaba pasando, ya que su hijo mayor estaba sentado allí.
Llegó presurosa y extrañada. Detrás suyo iba Pilin, su hija y Juan el hermano menor de todos.
Quien llegó primero fue la matrona.
Llevaba cara de pocos amigos.
- (¡No en presencia de mí hijo!) – Gritó en el silencio de su corazón. – (¡Dios has que se vaya ese horrible hombre…No delante de mi hijo…Él va a reaccionar!) Temía que se estuvieran metiendo con su hijo e iba dispuesta a enfrentarse contra todo el pueblo, -en caso de ser necesario- al llegar pudo ver que su hijo seguía sentado en la silla, pero en posición de ataque. En su rápido examen visual se pudo constatar que él estaba bien.
Pero escuchaba una voz gangosa…Ya conocida por ella.
(Debe ser ese buscapleitos…Ya me tiene cansada.)
Todas las tardes se ha dado a la nefasta tarea de venir a ofenderla…
….Solo que en esta ocasión…
…Se encontró con su hijo.
Y temió por su reacción, sabiendo que este no le iba a aguantar nada y mucho menos que fuese a ofender a su propia madre. Ya su hijo era un hombre y que con seguridad iba a comportarse como tal.( tuvo mucho miedo.)
- ¿Te hizo algo? – Le preguntó angustiada. Pero su hijo le respondió con su cabeza que no y que nada le había pasado, pero no le quitaba de encima los ojos a su objetivo.
La presencia fuerte de la señora, aplacó el escándalo que habían forjado todos los caminantes, pero que la conocían y sabían de que era de muy mala espina.
Se produjo un silencio sepulcral. Ninguno de los presentes se atrevió siquiera a respirar.
Quedaron estáticos y con el temor reflejado en sus rostros.
El borrachín que seguía en sus necios movimientos torpes, que creía que le producían buenos dividendos ante su público, no se percató de esa presencia.
Pero ante ese silencio…Se movió torpemente y al visualizar en los rostros de los que lo aupaban el miedo subyacente…
Volvió su mirar y se encontró con que ya había salido la viuda del hombre temido por todos, incluyéndolo. (Claro está…Mientras él vivía.)
…Pero se envalentonaba al saber de que el muerto no puede venir a defender a su viuda…
Y aprovechándose de su minusvalía…La agredía a placer…
- …Apareció “la perra”… - Dijo a todos los allí presentes.
Todos los días o cuando la veía en el mercado.
Se bajaba su pantalón y le mostraba su flácido miembro.
La ofendía de todas las formas posibles. Y aunque ella se defendía…No tenía la fuerza necesaria como para repelerlo.
No le daba descanso.
Y su persecución era ya insidiosa y nefasta.
Y nadie acudía en su defensa.
Al parecer…Gozaban al contemplar ese desproporcionado ataque.
En ocasiones le lanzaba piedras, botellas o cuanta cosa conseguía.
Y en varias ocasiones, se daba a la nefasta tarea de caerle a piedras a su casa…
Y los vecinos fueron testigos…Pero no se metían.
Nadie quiso intervenir en su defensa.
- ¡Eso no es problema nuestro! - Se decían una y otra vez.
La sociedad vigente en esa época (Principio de 1.900.) Creía firmemente que las mujeres debían tener a su hombre, para que las defienda…Pero el suyo, había muerto…
Así que se hacían de la vista gorda, dejándola en el mas completo abandono tanto a ella como a todos sus críos.
Y esto le daba carta franca a su atacante, el cual gozaba con tenerla asediada.
Ya  hasta había logrado que todos sus amigotes la agredieran en cuanto la veían.
Ella se quejaba ante la autoridad. Pero tomaban nota de la denuncia…
Pero todo seguía igual.
Ya estaba desaforado y al ver que nadie acudía en su defensa, la incrementaba
La viuda se encontraba totalmente indefensa, temiendo que su hijo mayor se enterase de todo lo que la hacía sufrir ese desgraciado.
Y su atacante no veía peligro alguno de sus hijos…Eran aún muy tiernos…
Pero ya el mayor…A la sazón tendría unos quince años…
Pero su rostro juvenil, ya había desaparecido. Las arrugas reemplazaron sus años mozos.
Y la vida que le tocaba vivir, era muy dura.
Tuvo que abandonar su niñez y convertirse en un hombre.
Sus juguetes fueron suplantados por una yunta de bueyes y sus juegos ahora eran venciendo a la naturaleza para que le diera sus frutos, con el sudor de su frente.
Nunca mas pudo levantarse como cuando su padre vivía…Ahora era toda su responsabilidad.
Y cuando salía el sol…Ya llevaba horas limpiando su huerto para después sembrar.
Ya no sonreía. Su vida era: Trabajar desde la madrugada…Hasta la puesta del sol.
No le quedó elección alguna. La vida lo había encajonado en el arado.
En la siembra.
En mantener siempre limpio su solar y cuando ya sus frutos estaban listos…
En su cosecha. En cuidar siempre como un buen hombre, siendo apenas un jovencito que la vida le robó su infancia.
Todo se precipitó en su contra. Sencillamente se aprestó a vencer su día a día.
Viviendo de sus recuerdos…Nefastos…Dolorosos…Con su propio papa…
Años atrás acompañando a su propio padre, fue testigo involuntario de cómo fue emboscado su progenitor.
Cobardemente brotaron de entre los montes, una docena de asesinos y aprovechando el factor sorpresa…Le cayeron encima con machete en mano.
Su padre apenas tuvo el tiempo necesario para ordenarle que escapase en el acto.
No quiso obedecerlo, pero no le quedó remedio alguno…
Apenas contaba con diez añitos y en sus manitos lo que portaba eran…Sus carritos de juguetes.
En su interés de que se salvara su hijo…No pudo defenderse y cuando ya lo quiso hacer…
Los machetazos se le hundían en sus carnes…
Los asesinos no se ocuparon en ningún momento de él…
Estaban afanados en su labor destructiva. A lo lejos se volvió para ver a su padre…
Pero ya yacía en el suelo…
Alcanzó a ver, que lo miraba y en ese momento creyó firmemente que le estaba enviando el mensaje: ¡Salvate! ¡Corre!
Corrió con furia contenida de infante aún.
Iba llorando con su corazón infantil confuso, nunca pudo comprender del por qué mataban a su propio padre…Y lo peor, el que él mismo estuviese huyendo.
Nunca se había topado con la muerte… ¡Hasta que le tocó!
El ver brotar la sangre de su propio creador…No lo pudo soportar…Lloraba desesperadamente y sin poder contenerse
Y desde ese nefasto suceso…Quedó marcado para el resto de su vida.
¿Y ahora este “Mefistófeles” retándolo e insultando a su propia madrecita…? – Superaba con creces a sus propias fuerzas que aún las mantenía reprimidas pero es que ese despreciable seguía neciamente en su afán.
¿Es que no entendía? ¿Qué buscaba?
Su madre como que le leyó la mente, porque corrió y lo abrazó.
Quizás temió que se le abalanzaría en su afán de protegerlo, lo abrazó.
Conrado quedó sorprendido, no esperaba que saliese su madre tan pronto.
No le opuso resistencia alguna…Aflojó su cuerpo. Su tensión era muy notoria.
- …No hijo, no vale la pena. ¡Es un ser insignificante!
…No te manches tus manos con esa sangre putrefacta…
Todos los allí presentes, la escucharon.
Callaron.
Sabían que ese chaval haría respetar a su madre ante quien sea.
(La Madre es sagrada…Y nadie debe venir a ensuciarla…
Por lo menos ningún hijo que se precie de tal, podría tolerar semejante infamia en contra de quién lo trajo a esta vida.
¡La madre se respeta!)
Y que no vacilaría en brincarle y rebanarle la cabeza.
Al parecer el indigente asumió el mismo temor.
Pero al verse acompañado, se envalentonó y volvió en sus fueros ofensivos…
La miraba con total desprecio. Intentó sacarse nuevamente su miembro…Pero no pudo encontrarlo. Así que molesto por las burlas de sus “amigos” se le quedó mirando con sorna y ante la sorpresa de todos, comenzó a ofenderla…
- ¡Allí está la pu..! La que no esperó a que el cuerpo de su marido fuera enterrado para… -
No pudo terminar su ofensa. El joven se zafó en un instante del abrazo protector de su madre.
Ninguno pudo descifrar muy bien su reacción.
El caso es que en un instante después…
Yacía el cuerpo en el suelo…
Desprendiéndose de su amputado cuello, ríos inmensos de sangre sucia y espesa que brotaban a una velocidad espantosa…
Y como a dos o tres metros…
Rodaba su cabeza, y en ella se reflejaba el pavor en sus brotados ojos…
Y habrá sido en el micro instante en que su atacante…Blandiendo su machete vencía el espacio que los separaba –que serían unos…cinco metros. – Y con furia animal le asestó un solo machetazo…Y le desprendió su cabeza de un solo tajo.
El mundo se detuvo. Nadie supo a ciencia cierta, qué era lo que había acontecido.
El cuerpo daba sus últimos estertores. Vapuleaba su torso.
Su brazo izquierdo torpemente trataba de defenderse y su brazo derecho…Preservaba intacta la botellita. 
Poco a poco fue perdiendo su movilidad. Su cabeza rodaba…Su barba encanecida y sucia, se terminó de llenar de lodo y de polvo del camino.
Su boca quedó abierta de par en par.
El rictus de terror se le quedó dibujado en su rostro.
Sus ojos estaban inyectados de temor sanguíneo.
Todos auscultaban al muerto…Pero no se atrevían a ver a su ejecutante…
Y casi al instante…Se evaporaron.
Nadie quedó para dar fe de nada de lo que había sucedido.
Como ratas huyeron ante la temible presencia del gato cazador.
Pronto solamente quedaron, la doña y sus hijos.
- ¿Qué has hecho hijo mío?
- ¡Nadie en mí presencia viene a insultar a mi madre! ¡No se lo permito a nadie!
¡Ya ejecutaron a mí padre…No lo voy a permitir que me la vengan a vejar! ¡No señor!
- ¡Hijo tendrás que volver a las montañas!  …Hasta que se aclare lo de ese desdichado ser.
- ¡Pilin…Corre y tráele la ropa a tus dos hermanos! – La joven hizo lo que le mandaron.
Entró a la casa y revolvió todo y en escasos segundos se apersonó con las dos cargas, envueltas en bolsas plásticas.
- ¡Juan acompaña a tu hermano y defiéndelo con tu vida si es preciso! – Todo se hizo con una premura increíble. Pronto ya estaban listos para salir corriendo y adentrarse en la selva montañosa.
- ¡Yo me quedo para defenderlas a ustedes! – Protestó su hijo, pero ella sin hacerle caso alguno le respondió mientras lo despachaba…
- ¡En este mundo, nosotros no tenemos justicia! Y si te agarran te van a querer o colgar o fusilarte. Ya perdí a mi esposo en manos de esos asesinos….No perderé a mi hijo. ¡No señor!
Te me vas a la montaña y esperen a que yo los mande a buscar.
- No madre, usted me enseñó a enfrentarme a mis responsabilidades. ¡Me quedo para enfrentarme a todos!
- ¡No, te vas y ya!
- Yo soy el Hombre y debo enfrentar a mis hechos.
- ¡Usted se me va y me hace caso! ¡Y no quiero que me desobedezca, porque en ausencia de su Padre, estoy yo!
- …Pero madre…
- ¡Salgan ya, que no deben tardar en venir a buscarlo!
- …Déjeme que me enfrente a la ley…
- Ya me mataron a su padre…A usted lo defiendo con mis garras. ¡Se me va y ya! – Lo empujó con todas sus fuerzas y buscó un mecate o algo parecido para golpearlo con la finalidad de que le obedeciese en el acto.
Juan lo tomaba del brazo instándolo a escapar con la mayor premura posible.
- ¡Vámonos hermanos que no deben de tardar los ejecutores! – Juan le suplicaba y Pilin también. Él contempló a su madre y a su hermana, consciente de que pronto les caerían la jauría en su contra y lo peor es que su propia madre no le permitía a quedarse para batirse contra todos los que le quisiesen hacer daño alguno.
Y ya no temblaba del coraje producido…Temía por la integridad física de ellas.
- ¡No creo en la Ley de los Hombres! Y en mi calidad de madre…Te ordeno que me hagas caso. ¡Vete hijo de mi vida! ¡Salvate para que después vengas por nosotras! – El joven accedió y corriendo se alejó. Pronto ya sus figuras desaparecieron del horizonte.
Atrás quedaron madre e hija…Y a pocos metros el cuerpo ya inerte…Y unos cuantos metros mas…La cabeza ensangrentada…Quedó mirando hacía la tierra, ocultando sus pecados.
Pero lo hecho, hecho está. Tan queda esperar…


Maracabo; 20 de marzo de 2014.

Belbaltodano.-






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