"Después de mí... ¡Nadie!"
Pero,
sus ojos no la
engañaban. ¡Allí estaba! Y
no podía ser
una visión, ya
que sus amigas lo
habían divisado antes
que ella misma.
La evidencia
era espeluznante. Realmente,
era lo palpable.
Por lo
menos, esa era “Su
realidad”
Y aunque
no quisiera, estaba
allí. Es preciso
reconocerlo y asumirlo
como tal.
Allí, estaba.
Parecía un verdadero
tortolo agarrándole la
mano a su
dulcinea. Muy tierno
él.
(Qué horrible
es la realidad.
Horrible)
¿Y encontrar
a su amado?
A su esposo querido
y adorado por
ella.
Eso, hay
que vivirlo. Hay
que sentirlo en carne
propia, para poder
entender en su
justo valor en el shock a que se
vio sometida.
Pobrecita Gersy. Pensaron sus compañeros de estudio.
En verdad,
desdichada.
La desolación
y el abandono
se ubicaron en
su ser.
-
…Ése no
es… - Dijo
abriendo enormemente sus
ojos. - ¡…No puede
ser él!
¡No es él!
¡No, no
lo puedo aceptar…Noooo! - Sus
sollozos delataban la
enorme confusión que se agitaban
en su ser.
Las amigas,
quisieron disimular…Pero ya era
muy tarde. Miguel,
ignorante de todo,
seguía hacia ese
mismo punto. Cómo si
todos los caminos… Conducían hacia
ese nefasto acto.
-
¿Qué está pasando?
– Acertó a
tartamudear Miguel. Ajeno
a todo cuanto
acontecía. Pero el silencio
sepulcral que imperaba
en su vehículo,
fue lo que
lo alertó a
que algo muy malo
estaba aconteciendo. Se
volvió y observó
que sus tres
amigas estaban aterrorizadas por
lo que estaban
presenciando y al
instante, detuvo su
carro y miró hacia
donde todas sus
compañeras miraban atónitas.
Y pudo
observar a Román,
el esposo de
Gersy en posición
muy comprometedora con
otra joven mujer y
esa…No era Gersy.
-
¡Horror! – Se dijo
a sí mismo.
No pudo evitar
esa expresión de
espanto.
-
¡No hagas eso
infeliz! – Alcanzó
a gritar ya
fuera de sí
mismo.
-
¡Cállate! – Le gritó Carmen,
dándole un codazo.
-
…Pero…Pero… - Tartamudeaba Miguel.
Ya
ninguno pudo evitar
que Gersy se
percatara de lo que acontecía
ante sus propias narices.
¡Cosas del
destino!
Miguel, sin
querer se equivocó
de la avenida
y al avanzar
por esa misma
calle…Encontraron al “Apasionado
Román”, pero en
brazos de otra
mujer.
Estaban muy
románticamente besándose en
pleno frente de
esa casa.
Y sin
darse cuenta, lo entraron
agarraditos de las
manos.
Y allí, en mitad
de esa calle
quedó su Ford
Festiva de color
blanco.
Y sus
cuatros ocupantes, miraban
estupefactos hacia una
sola dirección.
Pronto
comenzaron a pitarle
los otros carros
que querían seguir transitando
por esa misma vía.
Miguel, se
vio precisado a
mover su carro.
Y despejándose de
su desagradable sorpresa,
se orilló hacia
su derecha y
lentamente, se estacionó.
Y él como chofer,
no pudo precisar bien
todo cuanto ocurría.
Pero sus amigas
sí que se
dieron cuenta.
El sol
de las 9
de la mañana,
estaba picante. Y el carro
no tenía su
aire acondicionado y por
esta razón, comenzaron
a sudar copiosamente.
La calle
estaba muy concurrida
y ciertamente, muchos
de los lugareños
se extrañaban al observar la
insistencia de esas
miradas.
No conocían
a los tripulantes
de ese vehículo, pero sí de sus
vecinos y comenzaron
a recelarse .
Y sin
que ellos mismos se
dieron cuenta, murmuraban
entre sí.
Román no
era ajeno a
ellos. Muchos lo conocían
y sabían que
era el novio
de Mireya.
Sospechaban que
la cuestión era
con él…Pero les
preocupaba era su vecina.
Y todos
los días lo
veían allí, visitando
a su prometida. Ya
se había hecho
amigo de muchos de
ellos.
Pronto, los
curiosos vecinos se
comenzaron a agruparse.
Era evidente
que “Algo y no muy
bueno” estaba sucediendo.
Y esto, ya los
tenía inquietos y
algo temerosos.
¿El motivo?
Tendrían que averiguarlo.
En ese
carro Ford Festiva,
iban tres mujeres y
el chofer. Y
todos estaban atónitos mirando y
remirando a Román
y a Mireya.
Y por las
miradas de esas
mujeres, no presagiaban nada
bueno.
Y por
el ruido de
las bocinas y
los pitos, pronto
se hizo evidente.
Algo estaba pasando y
tenía relación con
esa pareja. Y
eso…Los intrigaba mucho.
Y sin el
menor desparpajo, se quedaban
mirando ansiosos a
que se desatara
lo imprevisible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario