"Después de mí...Nadie mas!
¿El
motivo? Tendrían que
averiguarlo.
En ese carro
Ford Festiva, iban
tres mujeres y el
chofer. Y todos
estaban atónitos mirando y
remirando a Román
y a Mireya.
Y por las
miradas de esas
mujeres, no presagiaban nada
bueno.
Y por el
ruido de las
bocinas y los
pitos, pronto se
hizo evidente. Algo
estaba pasando y tenía
relación con esa
pareja. Y eso…Los
intrigaba mucho. Y
sin el menor
desparpajo, se quedaban mirando
ansiosos a que
se desatara lo
imprevisible.
Otros, continuaron
con sus labores y cesaron
de prestarle atención
alguna.
¿Total…? No
era problema de
ellos. Ya más
adelante se enterarían.
¿Y qué podría variar
en ese panorama?
La pareja
en cuestión, estaban inocentes
de cuanto acontecía.
Ensimismados en
su tierno amor.
Román nunca
se percató de que su
propia esposa: Gersy
lo estuviera observando.
¡Jamás ni
se lo sospechó!
¿Y cómo podría
haberlo estado?
Siendo apenas
las 9 de
la mañana, de
un día laboral,
los cuatro buscaban
la dirección de una
quinta colega. Todos
estaban interesados en
culminar una etapa
más de sus estudios.
Ya siendo profesionales, todos
eran psicólogos.
Y la
quinta amiga, residía
cerca. Pero, por
alguna extraña razón,
allí se encontraban.
La mayoría
se ensimismaba en sus quehaceres
y obviando sucesos
que les parecían banales o
no aptos para
seguir en su
observación.
Gersy, estaba
anonadada. Era como
si hubiese sufrido
un corto circuito.
O
quizás algo mucho
peor que eso.
Carmen miraba
a Susan y ésta a
su vez a
Miguel. Todos veían
a Gersy y
lo que veían no
les agradaba. Gersy
siempre había sido
una chica muy
alegre y sumamente colaboradora. Muy
espontanea. Y verla
así, como en
un profundo shock.
Pero con los ojos
bien abiertos. Su
boca cerrada. Y
por más que
intentaban entrar en
ella, no podían.
Temiendo que
esta terrible experiencia…Seguramente que
les traerían nefastas
consecuencias…
Un muro
infranqueable y demoledor
les impedía acceder
a ella.
¿Qué podían
hacer?
Allí estaba
ella. Sin pronunciar
ni una sola
silaba. Sudaba copiosamente
y ese era el
único signo de que estaba
allí. Por lo
menos, su cuerpo. Su
mirar, se fue
con su esposo. Pero
no pudo entrar
hacia dónde había
ido él, y
esta sensación de
abandono no le
caía nada bueno…
A leguas
se le veía
que ansiaba era
estar con su
marido… Pero éste ya
no estaba solo. Abrazaba y
besaba a una
joven damisela.
(Bruja malvada
y perversa…Me quieres
quitar al padre de
mis hijos…Al Amor
más sublime que he tenido
en esta vida… ¡No…No! …Esto no
es nada justo
A nadie le
he quitado nada
en mi vida) Sus pensamientos se
agolpaban en una sucesiva y atropellante
velocidad.
Y por
más que trataba
de reaccionar, algo
se lo impedía.
Gersy no se atrevía
a mirar a los
ojos a ninguno
de sus compañeros.
La pena
la embargaba. No pudo mirarlos a
los ojos, se sentía humillada.
Cómo que
si la que
estaba pecando… ¡Fuese
ella misma!
¡Qué vergüenza
tenía!
Todo su
mundo…Se le desmoronaba
ante sus propios
pies….
¡Qué horror!
Lloraba por
dentro, como para
que sus compañeros
no se percataran
de su extremado dolor y
angustia.
(Ingenuamente quiso
tapar el sol con un solo dedo y de una forma inconsciente, pretendía que
ninguno se enterara ya de lo que sus propios ojos estaban visualizando)
Gersy, miraba
y ya no
miraba nada. Por
fuera, imperturbable…Pero por
dentro:
(¿Y ahora…Qué
podré asumir? Lo que estoy
viendo me perturba emocionalmente. Pero
no lo puedo
evitar…Mi marido, el
hombre que más
he querido en
esta bendita vida…
¿Con
otra?
Y en
esta ocasión…No me
lo podrá negar.
En este
preciso momento…Me gustaría
no haber visto
nada. La realidad
me hiere y me
descuartiza. ¡No, no la
quiero!
¿Para
qué mis ojos
me hicieron…Ver esto?
¿Y de
qué me sirve
esto?
Ojalá nunca
mis ojos hubiesen visto
esta infamia, esta
deshonra.
Esto es
catastrófico y demoníaco.
¿Por
qué tuve que
ver esto?
La
ignorancia es un
refugio. Un bello escondite.
Y ahora,
ya no lo
tengo. Ya no
podré hacerme la
desentendida. Ya no
podré vivir feliz, ni
mucho menos fingir
que estoy feliz.
¿Qué
será de mí…Cuando
me vea nuevamente
a un espejo?
Ya
no podré fingir
más. Tendré que
asumir mi cruda
realidad.
¿Por
qué me sucede
esto a mí?
¿Alguien
podrá ser más
fiel y entregada
que yo?
¡Todo
se lo he
dado!
¿Por
qué eres tan ingrato?
Te he dado
lo mejor que
tengo de mí.
¿Y
ahora…Qué será de mí?
¿Será
qué es mejor
que yo? ¡No,
esto no me
puede estar ocurriendo
a mí!
…No puedo
entender nada más. ¿Por
qué a mí?
Siempre le he
dado todo cuanto
me pide… ¡Y más aún!
Qué vergüenza. Qué
humillación. ¿Y en
dónde me podré
escabullir? ¡Trágame tierra!
Pero trágame
y ya. ¡Dios…Virgen Santísima!
¿En qué
habré fallado? ¿Y mis
hijos?
¿Tendrán que
crecer sin su
padre?
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