Para aquella época, mi tío: Román Baltodano
me había invitado a esta incursión...por lo demás es bueno reconocerlo: ¡Me encantó! Pero lo que nunca me agradó fue que en ningún momento me permitió cargar ningún tipo de armas de fuego y esto a pesar de mis constantes quejas. Y para colmo, me dieron el caballito más pequeño y descolorido... ¡Siempre tenía que mirar hacia arriba!
(¡Me daba una rabia!)
"Monterías"
El
frio nos atenazaba, a cada paso que daban nuestros caballos.
Parecía
que el frio se acentuaba más y más.
Siendo
de noche cerrada.
Y andando
en la persecución de ese bravío.
No
sabíamos en verdad, cuántos eran.
Recuerden
que puede ser un macho solitario, como pueden ser las hembras.
En
fin. Subimos, muy lentamente. “Mirando hacia todos lados.”
- Mirando
qué… ¿No dijiste que todo estaña oscuro? – Lo quise ridiculizar en su relato.
- ¡Claro
que no veíamos nada! Pero aparte de ir a oscuras.
¿Vas
a tener tus ojos cerrados?
¿Estás
loco?
¿Por
qué interrumpes con tus estúpidos comentarios?
¡Además
entiendo que en tu insignificante y oscura ignorancia ni sepas de lo peligroso
que es todo eso! ¿O lo sabes?
- ¡No
lo sé! Tú eres el experto en esta materia. -
Sostuve enojado.
- Aún
cuando la noche sea cerrada. Tú no debes cerrar tus ojos.
¿No
lo entiendes?
El
caso, es que andábamos moscas. ¡Pendientes de cualquier ruido!
- ¿Y
entonces? - Consultó Solís.
- Entonces…
– Nos dijo mirándonos profundamente. Se tomó su tiempo y en forma muy
rimbombante, continuó…
-
“Dago como nuestro guía iba adelante le seguía yo, detrás de mi Abraham y por
último Nemesio…”
-¿Pero…Por
qué Dago adelante? - Preguntó Solís.
-Dijo
ser el que es expertos en estos lares. – Respondió. - ¡Es lógico!
-¡Pero
si tú dices que conoces bien esa montaña!
¿Cómo
permitiste que fuera Dago?
-Nos
informó, que era un avezado allí. Qué vivía arriba, en un conuco.
Y
que conocía muy bien todos los recovecos de esa selva.
Por
esa razón: ¡Fue el elegido!
¿Qué es muy complicado entenderlo?
¡Hay que cederle el paso al ducho!
¿Es difícil aceptar esto? – Se notaba que estaba molesto.
-¿Y entonces? -
Intercedió Saulo, impacientemente.
- “Dago, arrancó en su viaje.” No estaba pendiente de nadie más
de que él mismo. El arrancó y le dio y le dio.
…Yo le decía en voz baja, que no fuera tan rápido…
- ¡Cálmate Dago! Hay que esperar al resto. Ni Nemesio que iba de
último ni el mismo Abraham, conocían esa montaña.
Yo era el que más la conocía y por supuesto, él mismo.
Seguimos. En oscuridad total, cómo ya les dije.
Los ruidos de la montaña se intensificaron, como también el
frio.
Nos cayó una tremenda lluvia. ¡Gotas del tamaño de mi puño! (…Y
eso que mi mano es grandísima… ¿La están viendo? ¿Verdad que es muy grande?)
De ésa que te cala en los huesos y no te permite mover con
libertad.
Nuestros caballos se empantanaron. Estuvieron a punto de
encabritarse. (Me da escalofríos el recordarlo…)
Yo les decía que debíamos ir, unidos.
Calladitos.
El caso es que nos tuvimos que detener, la lluvia era muy
intensa.
La tierra se estaba encharcando. Todo era agua y el frio.
¡Imagínense! …No, ninguno
de ustedes tiene la más mínima idea de lo que les estoy contando… ¿Verdad…?
¡…Bueno sigo con mi relato…!
Estábamos como pollitos. Menos mal, que llevábamos nuestros
abrigos.
¡Pero eso fue bárbaro!
Mientras duró la recia lluvia. Hubo algo parecido a un silencio
nocturnal.
Se escuchaba a toda sonoridad el bramido de las aguas
impetuosas.
Creí escuchar allá por lo lejos para mí, en ese momento.
La intensidad de un tremendo rio impetuoso, con oleajes bravíos,
violentos.
Y esto lógicamente, me llenó de mucha pesadumbre y estupor.
Para
empeorar nuestra situación, nos cayó una densa y escalofriante neblina. ¡Qué
rayos! Si ya ni podíamos ver. (¡Ni idea tienen
ustedes de lo mal que la pasamos! …Y por
las miradas de zoquetes…)
Para
colmo de males. ¿Una gruesa neblina? (¿Saben lo que es una: Neblina?)
¡Eso
es para locos! ¡La locura compañeros!
Yo
en lo personal, sentía que el abrigo que llevé era muy miserable.
¡Me
traspasaba el frio a millón!
Yo
no sé, si mis compañeros estaban iguales o peor que yo.
Es
más creo que estábamos igualitos.
¡Padeciendo
las de Caín! ¿…Y yo? ¡No me la tiro de Caín!
¡Miren
eso es espantoso! ¿Ah no me creen? …Hay que vivirlo…
¡Esto
es para burros! ¡…Tampoco lo soy!
¿Ok?
Hubo
momentos en que no sentía a Nemesio, Abraham apareció a los minutos. Llamamos a
Nemesio. La fuerte caída de las aguas, alejaban nuestras voces.
No
nos habíamos dado cuenta que Nemesio no estaba.
¡Se
había quedado rezagado!
Al
final, se reportó.
Escuchamos
su voz y le gritamos para que se guiara hacia dónde estábamos esperándole.
Debía ser un árbol muy frondoso, ya que nos abrigó muy bien. Esperamos un buen
rato, y cuando ya amainó ese temporal.
Nos
quedamos a la expectativa. Dago, nos informó haber escuchado algo y por las
señas, nos informó que en la quebrada de arriba, lo había precisado.
Se
pueden imaginar: ¿…Qué el señor ha escuchado algo?
Si
desde que entramos en esa boca oscura y horrenda: Zumbidos (Horrendos... ¡casi fantasmagórico!), crujidos y
chasquidos de todo tipo (Se me antojaba que
andábamos en otra dimensión… ¡Todo extraño y macabro!), de todos los
colores y de todos los tamaños habidos y por haber
¿No
les parece algo de pura locura?
(¡Yo lo certifico! ¡Ni idea tienen de las que nos tuvimos que pasar!)
¿Qué
ése mismo sátrapa, nos informe que algo ha oído?
Abraham,
me preguntó: ¿Cuál quebrada de arriba?
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