- El resto, síganme.
Con una habilidad indescriptible,
logró desarmar el candado. Abrió con mucho sigilo. Cuidando de que no emitiera
ruido alguno. Una vez logrado, ingresó. Hizo señas a sus secuaces, que lo
siguieran con mucho cuidado y sin hacer ruido alguno.
Ingresaron. En la planta baja estaban todos los servicios, pero ninguno de
esa familia, dormía allí.
Comenzaron con su labor depredadora.
El Temblao desplegó una gran bolsa de tela,
que llevaba en uno de sus bolsillos. Pero se contuvo, cambió de colores y quedó
pálido, al observar que su mentor, de una forma muy molesta le indicaba que guardara todo y que estuviera
pendiente de sus indicaciones.
Subieron por la escalera, al nivel
superior.
Allí, consiguieron los cuartos.
Adentro dormían varios de la familia.
En cada cuarto, fueron ingresando.
Cachirulo sacaba de su bolsa, más
toallines de tela y las impregnaba con
ese liquido adormecedor.
Y así, fue dominando y controlando a
cada uno de los durmientes.
Ya para cuando llegó al último de
los niveles, se encontró que ninguno dormía allí.
Una vez, que consideró que tenía
todo controlado. Se volvió sobre sus pasos.
En el primer nivel, era en donde
dormían todos los familiares. Hacía allí se dirigió ya con holgura.
Iba hasta silbando.
- Jefe… ¿Y qué hacemos con las
mujeres? – Le preguntó Er Kike, quién manoseaba a una de las muchachas.
- ¡Primero el jefe! – Lo miró con el
mayor desprecio. Paseó su mirar por el resto de su tropa, todos le bajaban la
mirada. Gozó con su triunfo. Y al poco les concluyó así:
- Y después que el jefe se haya
saciado…Seguirán ustedes.
Tráiganme a todas las bellas damas…
…Ésta se ve… ¡Riquísima!
…A esta otra…Me la ponen…Por aquí…
¡Sigan! ¡Las quiero a todas para mí
solito!
Colóquenmelas a todas en este
cuarto.
- ¡Ay mamacita!
¡Lo que voy a gozar yo solito! ¡Esta
sí que está buenota!
¿Tanta carnecita…Para papaíto
solito? ¿Ah…No es maravilloso?
¡Apúrense, apúrense!
¿Ya me trajeron a todas mis
bellezas?
- ¡Sí jefecito, todas!
- ¡Ok, fuera todos ustedes!
¡…Bueno…Todos fueras…Ya…Ya!
Una vez, que estuvo solo. Las
contempló. Las fue desnudando una a una.
Con toda la calma del mundo.
¡Estaba muy radiante, contento y
satisfecho!
(¿Todo esto para mí solito? ¡Y no
tendré que compartir con nadie! ¡Sigo siendo el Rey, el conquistador! ¿Qué
bueno es ser el Conquistador, cierto?
¿Quién podrá contra mí? ¡Yo mando a
mi antojo!)
Una a una de la población femenina,
fue violada sistemáticamente por él.
Sin prisa alguna. Satisfizo todas
sus fantasías sexuales.
Afuera, quedaba su tropa.
Sus compinches estaban esperanzados.
Sabían que en cuanto su patrón, ya estuviera satisfecho.
Les permitiría a ellos, arrancar con
su juerga sexual.
Solamente tenían que tener
paciencia. Y por supuesto que la tenían.
Cuando el gran jefe, se satisfizo.
(¿Me echo mi bañito? La verdad que
sí. He sudado mucho… ¡Sí, ya lo decidí, me voy a bañar!
¿Qué lástima, que ninguna de estas
bellezas, no creo que se quieran acompañarme, verdad?)
Salió. Buscó una toalla limpia. Se
secó.
Buscó un buen desodorante. Consiguió
una máquina de afeitar…Y aprovechó y se afeitó.
Le gustó tanto, que una vez
terminada su faena…La guardó en su bolsa.
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