(“Gran
Cumbre Hirviente”)
- Las crestas de esas montañas son muy
atrayentes. Acá desde lo lejos, se aprecian puntiaguda. Con un dejo de neblina,
asemejándose a picos nevados. Aunque no se aprecie del todo, pero me encanta
pensar que han de ser así. Hiervo en deseos de escalarlos. Debe ser toda una
agradable aventura. Sería una excelente correría. Desde este sitio en que lo
estoy divisando, se ven que está muy poblado. Muchos árboles. Todo arbóreo.
Tiene muchísima flora. Deben ser altísimos y majestuosos árboles,
que haciendo vida en esa zona, le dan ese toque de verdor. Puedo apreciar que
están floridos. ¡Qué bella la magnificencia de ese poderío! ¡Qué agradable
fragancia! Mi sentido de la vista se deleita y mi olfato se extasía, ante
tamaña belleza.
¡La naturaleza en pleno se
deleita! ¡Ah Creación Divina, con qué delicadeza has plantado cada género del
reino vegetal! Sin duda alguna puede ser el Edén que con tanto afinco todos los
humanos anhelamos y casi nunca encontramos.
Una diversidad de tonos entre rojos y amarillos. Qué bello es todo lo
que estoy apreciando. Me cuentan que hasta este momento han sido inexplorados.
- Según tus palabras estás
con la teoría de la creación…
- ¡Estoy con la vida! - Iván
no se cansaba de contemplar extasiado aquella virginidad natural. Esas
imponentes protuberancias que emergían de la tierra llana. En realidad, son
varias. En una cordillera de escarpadas montañas. La más grande, era la que lo
embelesaba. Seguramente serian unos varios centenares de metros sobre el nivel
del mar.
- Pues yo creo más en la
evolución de la especie… - José lo escuchaba, pero ese tema no era uno de sus
preferidos. Desde que era un infante, los ha estado viendo y en verdad, nada de
eso lo emocionaba. Así que lo escuchaba más bien con hastío. Siempre que
llegaba de visita, hacía lo mismo. Debía estar acostumbrado, pero no. Tampoco
lo molestaba, tan solo que no le tenía sin ningún tipo de emoción. Ya de tanto
verlos, ha pasado a formar un cuadro más, ya poco interés le despertaba. Así
que continuó viendo que su compañero seguía lelo, admirando todo cuanto veía.
- ¿Teoría de la evolución de
las especies o de la creación? ¡Pamplinas! Prefiero disfrutar de todo cuanto
tengo la ocasión de disfrutar. Por ejemplo…
¿Qué cantidad de animales harán vida allí? Sospecho que también habrán
simios, tití, monos y quizás hasta
gorilas. En su estado más natural… salvaje. En verdad, no los veo como tampoco
los escucho, pero mi imaginación vuela y en ella consciente estoy de qué es
así. Y aunque no lo fuera, ya poca importancia para mí tiene, ¡ardo en
consciencia plena para corroborar lo que tanto ansío!
¿Quién lo sabrá? ¿Acaso los
antepasados indígenas esas vía utilizaban? ¿Serán los prehistóricos que por
allí deambulaban? ¿Oh Conciencia Cósmica, cuándo nos volviste inconscientes?
Qué alegamos que vemos, cuando ciego andamos. Qué el frío nos atenaza y en vez
de cubrirnos, desnudos andamos… ¿Será que fuimos echados y aún en el desierto
andamos? ¿Será que venda que nos mantienen tapados nuestras ojos tenemos y
nuestros sentidos aún no lo saben? ¡Oh Bendita vida que en ella andamos y nunca
la apreciamos!
No diviso camino alguno.
Están vírgenes, ya que no observo los famosos corta fuego, que son esas
extensiones amplías que los hombres le hacen, para evitar que el fuego se
expanda y haga desastres. José, ¿por qué nunca has intentado escalarlo?
- ¿Estás demente? Nunca me
han llamado la atención. No tengo complejos de mono ni de cazador furtivo, ¡ni
nada que se le parezca!
- ¿Y es cierto que el más
grande se llama: Momotombo?
- ¡Así es chavalo! – Le
respondió suspirando.
Realmente no estaba
interesado, a pesar de que era una maravilla de la naturaleza, con todo su
esplendor.
- ¡Y es un volcán, muy
peligroso! Con éste no se juega, porque cuando se pone bravo, ve que se ponen
feas las cosas. La historia así nos lo ha recordado.
- ¿Ya hizo erupción?
- ¡Ni Dios lo quiera! – Dijo
asustado persignándose repetidamente. – Con ése no se puede jugar uno. ¡Es de
muy malas pulgas! Ve es mejor que hablemos de otra cosa.
- ¿Cómo qué? – Le respondió
siempre pendiente de esa majestuosidad aérea. - ¿No ves acaso que con su
trompita diera la impresión de que está besando el cielo? ¿Por qué estás ciego
y lo niegas con tanto énfasis? Lo que veo es más que evidente. La tierra unida
al cielo, hacen un eterno contubernio. ¿Te asustas al consciente estar? que lo
evidente ya no se puede negar. – Su compañero movía su cabeza en señal negativa
y siempre sonriendo le expresó…
- Ve que la inmensa mayoría
de los poetas se están muriendo de hambre. A excepción de nuestro Gran Poeta
por Excelencia: Rubén Darío, el Príncipe de las Letras Castellanas.
Mejor hablemos de nuestros estudios, pronto comenzarán los exámenes y debemos
estudiar porque si no, nos van a raspar…además a eso han venido hoy, ¿no es
cierto?
- ¿Ah, eso? ¡No os turbe tu
entender! Ya pronto nos pondremos de acuerdo, lo que pasa es que desde aquí,
puedo vislumbrar mucho mejor a ese monstruo, que me absorbe y subyuga. ¿Te
imaginas cuánta historia se asentarán en sus entrañas? ¿Qué de cosas no sabrá?
¡Ah, cuánto me gustaría poseer ese don tan fantástico…!
- ¿Y cuál es ese don…? ¡Sos
loco!
- …El de poder escucharle
toda su historia. El de poder hablarle, tal como lo estamos haciendo los dos,
el de poderme extasiar solamente escuchándolo. ¡Eh pasaría horas de horas! Y
- ¡Vos sos loco! Nadie puede
hablar con un volcán y menos si este está apagado. Además, ¿cómo sería
eso…hablar con piedras, arboleda, arena…? ¡Definitivamente sos un loco de atar!
- ¿Qué te asusta hablar con
la montaña?
- ¡Por supuesto que sí! ¿Te
imaginas hablando con algo inanimado…sin vida, estéril?
- ¿Inanimado, estéril…sin
vida? ¡El que está crazy sos vos! ¿Acaso no sabés que hay gente que habla con
los muertos?
- ¡Zape! ¡Bien lejos de mí
ave de mal agüero!
- …Yo no creo tenerle miedo a
hablar con los muertos y menos con ese gran Momotombo…
- Y eso que no sabes, lo que
descubrieron hace poco…
- ¿Qué José? – Su compañero
de estudios, bajó el tono de su voz dramáticamente y puso cara de extrema
seriedad y escondiéndose de que más nadie lo escuchara, se acercó y le susurró
en sus orejas…
- Hace poco descubrieron las
osamentas de dos militares, que al parecer los mataron y quizás ni sea allí
mismo, pero allá los fueron a botar.
- ¿A dónde? – Le susurró
también.
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