...Andando...




Puente, Rafael Urdaneta En General

                         Puente General Rfael Urdaneta....Maracaibo - Edo. Zulia - Venezuela






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“Andando por ahí…”


La fila para sacar dinero en el cajero automático era larga. Tediosa.
Pero la premura para conseguir los bolívares en efectivo es en verdad: apremiante. De suma urgencia.
El poder que suministra el poseer su propio dinero, consonante…Es como un bálsamo que todo lo ablanda.
Que a todos suaviza y que gracias a este minúsculo detalle: Pueden controlar o dominar su mundo instantáneo. Su comida emergente.
Los rostros presagian incertidumbre. Pero: ¿Incertidumbre a qué…?
Pocos lo saben. Muchos temen. No saben el por qué…Pero sospechan, según los rumores de que la situación en este país,  llamado: Venezuela;   no están bien y que los vaivenes de la llamada revolución oscilan en diversos paralelos…Entre hondonadas y terraplenes, en vacilación como en permuta…Entre aquelarre y la premura. La realidad y el eufemismo.
Ninguno confortable para el sentir de esta población. Con resultados confusos.
-      Se oyen muchos rumores… - Sostenía un individuo con cara de saberlo todo. Varias de las mujeres dejaron sentir su insatisfacción, amén de que unas cuantas se persignaban una y otra vez.
En sus rostros se desdibujan todas sus frustraciones.
-      ¡Mis informantes, alegan que viene una guerra civil! – Alegaba  en su posición “muy docta” trataba infructuosamente de acaparar el mayor número de atención de todos los presentes.
-      ¡Ave María Purísima! – Se escuchó ese clamor generalizado.  El tener que vivir bajo estos signos…No es nada agradable.
Pero realmente todos andan reclutados en sus propios dramas personales y todo se devino en comentarios entre ellos, dejando al “especialista” con los crespos hechos. Así que molesto…Regresó a su puesto en la fila…En silencio y mal humorado.
-      …Es increíble…No hay conciencia… ¡Son unos egoístas! Nos pueden invadir…Los chinos, o los rusos…O tal vez: Los cubanos… – Se le escuchó decir muy molesto porque nadie le prestó atención alguna…Porque  no le dejaron confesar sus frustraciones.
Pero la inmensa mayoría siente instintivamente la urgente necesidad de recuperar su capital monetario…Todo cuanto puedan. Todos están conscientes de todo lo que está pasando… ¿Pero la verdad? Cada quién opina que la mejor forma de salvarse…Es recuperando todo cuanto puedan…En billetes.
Por si acaso…Les toca: Partir a toda carrera. (Ya muchos…Se han ido de este país buscando mejores formas de vida…Pero: ¿Ir sin dinero…? No es una buena idea.)
Es una sensación extra corpórea.
…Pero necesidad al fin…
La fila anda en crecimiento vertiginoso, ya que sobrepasan las ochentas personas (Y siguen llegando más y más.).
Y lo más curioso es que habían tres máquinas expendedoras del efectivo, pero operativo: Solamente uno.
-      Estos cajeros andan igual que el país… - Sostuvo uno de ellos.
-      …Cómo todo… - Afirmó alguien que se negó a dar la cara…Por si acaso.
Aunque era temprano, pues apenas eran las ocho y media, esa mañana era un tanto fresca, pero la espera es larga.
En la periferia del centro comercial, se aprecian las colas constantes tanto de los pocos vehículos automotores que aún se mantienen operativos, aunque muchos muestran signos inequívocos de su deterioro…Al parecer el tiempo se ha detenido. Cristalizado en montones de carros de vieja data, y con ellos la inmensa humareda que expiden muchos carros. El escándalo de sus motores. Cauchos lisos. Latonería toda deteriorada. Con esa sensación tan funesta del evidente olvido entremezclados con sentimientos de frustraciones, de esa dejadez que corroe hasta los cimientos radicados en alguna parte del alma, de ese sentir en que todo está perdido. Desechados. Olvidados en ese abandono que te aproxima a los precipicios de la cesación final de todo…
Ya unos cuantos se sentían exasperados por tan larga espera, tanto así que uno que estaba más o menos por la mitad, comenzaba a contar cuantas personas tenía por delante.
-      Al paso que vamos, tardaré en llegar más de una hora… - Reflexionó un tanto mal humorado, mientras una señora que estaba detrás suyo, agregó…
-      La verdad: ¡No entiendo el por qué se tardan tanto!
-      Si esas máquinas son tan inteligentes…Que en unos cuatro o cinco pasos te da el dinero que te hace falta…A razón de dos o a lo sumo: Tres minutos, ¡es más que suficiente!
-      Pero señor el problema es que hay  ¡muchos burros con tarjetas! – Sentenció muy enojada la misma señora.
-      Y con billete. – Aseguró el mismo hombre.
Los demás callaron, mientras irritados contemplaban como se iban anexando cada vez más y más clientes.
-      ¡Aquí saldremos mañana! – Protestó indignada la misma fémina, mientras los que estaban en la misma fila, hacían gestos de fastidio.
-      ¡Yo necesito irme! – Gritó airada, mientras su vecina en forma indiscreta le preguntó…
-      ¿Y para donde te vas cristiana…?
-      ¡A Colombia! – Respondió de mala forma, a lo que esta le contestó…
-      ¡Pues yo me voy al Perú! – De repente un tumulto…
-      ¡Hey que no se cuele nadie más! – Gritó indignado un señor de la tercera edad. El cuál portaba unos lentes inmensos, en medio de una cara de despabilado. Agitó una vara que utilizaba como una especie de bastón.
Por mimetismo, varios se escandalizaron y se mostraban furibundos. La consigna era que nadie les iba a quitar el puesto en esa fila.
-      Yo no me estoy colando. (Qué quede constancia de esto. ¿Ok?) – Clamaba resueltamente una dama de mediana edad, quién ni corta, ni perezosa se les enfrentaba resueltamente.
Y ante su posición muy temeraria, hizo que varios de los hombres se inhibieran. Pero ese efecto no fue parejo, pues las del mismo sexo, la miraban con ojos de desconfianza. (Y de este minúsculo detalle se percató la “invasora”)
-      Señora, haga su cola. - Le recomendó otra de su mismo género.
-      Yo no me estoy colando. Tan solo vine para ver con mis propios ojos, que todo está marchando bien. – Alegó en su defensa.
-      ¡A la cola! – Gritaban sin cesar.
-      …Vergüenza debería darle… - Murmuró otra que no le perdía pisada.
-      Ya va. Ya va. Déjenme quedarme…Es que estoy muy apurada.
-      ¡Yo también ando apurada! – Gritó una señora muy molesta.
-      ¿Y yo? ¡Tengo más de una hora en cola! – Sentenció otra.
Pero la muchedumbre comenzó a gritarle improperios y la fémina, no le quedó más remedio que volver a su puesto (Recién acababa de llegar, por lo que se dirigió sumisamente hasta la última posición. Siempre rezongando y con miradas de reproches a todos ellos.)
-      Ustedes son muy malitos… - Se le escuchó quejarse, pero nadie más le permitió seguir en su intención.
De repente todo el furor fue aplacado por sucesos que se estaban generando en una avenida aledaña. Era un convoy de la Guardia Nacional.
…Suspenso…Un sentimiento de que algo muy malo les iba a ocurrir.
Ninguno fue ajeno a esto…Seguían con suma atención todo cuanto estaba aconteciendo…
Iban más de veinte motos en la cuales iban dos funcionarios en posición de ataque, armados con metralletas, chalecos antibala, equipos antimotines.
Iban muy molestos. Ansiosos por entrar en acción…
Seguidos por camiones full de guardias que andaban con su traje de campaña, tal como si fuesen a repeler algún conato de rebelión.
El escándalo era mayúsculo. Sirenas escandalosas, de esas que le crispan los pelos a cualquiera. Ruidos de guerra.
El centenar de hombres y mujeres que estaban esperando para retirar su dinero, se sintieron inhibidos. Apesadumbrados. Cesaron sus gestos de inquietud, dándole paso al temor. Al miedo de que esos funcionarios armados hasta los dientes, volvieran sus armas en su contra.
-      ¡Sálvese quien pueda! – Aulló alguien. Y ese  fue el detonante…
Muchos corrieron como cucarachas en baile de gallinas, cuando se percataron de que por otra de las calles, transitaban decenas de militares que andaban en la misma función…
-      ¿Qué está pasando…? – Gritaba un viejo el cual no sabía hacía donde correr para guarecerse.
-      ¡Corra viejo! ¡Sálvese quien pueda! – Pronto todo ese solar vacío quedó.
En pocos instantes todo quedó desierto.
Transcurridos unos diez minutos, comenzaron a reaparecer. Primero uno…Dos…Cinco más…Y así…
Recordándose quién ocupaba el puesto, se fueron contando y en pocos segundos la cola se iba generalizando…A la sazón ya pasaba del centenar de personas.
Peleaban por el puesto que habían dejado…
-      ¿Para dónde van…? – Gritó un policía con su arma de reglamento en su mano…Nuevamente la muchedumbre lo relacionó con opresión.
Todos vacilaron. No sabían si correr o encaramarse. Muchos se quedaron indecisos…Pero prestos a huir. Y tan solo uno tuvo el coraje de balbucir…
-      Andando por ahí… ¡Volvemos a nuestra cola! – Se defendió uno que regresaba como si nada malo estuviese pasando.
En vista de que el gendarme siguió su camino, pues al parecer, ni él mismo sabía lo que estaba ocurriendo…Todos se a1quietaron y persistieron en seguir intentando en su labor de sacar efectivo.
Y para cuando ya estaban acomodados. Transcurrió menos de cinco minutos cuando desde otro punto aparecieron centenares de militares con equipos anti motines. Venían muy belicosos. En esta ocasiones eran además de motorizados, carros antimotines, camiones repletos de funcionarios y por los aires…Dos helicópteros que pasaban a pocos metros de altura y apuntaban con sus armas largas a todos los transeúntes.
Los convoyes iban destinados para contener multitudes de facinerosos. Desadaptados sociales…Del estamento social…Por allí como que van las cosas…
…Nuevamente corrieron los clientes en forma desaforadas. Huían presurosos.
-      …No nos dejan… - Denunció una jovencita que huyendo lloraba su desgracia.
Pero por si acaso…Mejor es prevenir: Que lamentar.
 Los que manejan los hilos del poder…Por algo hacen…Lo que hacen.
E intimidan a todo el que puedan intimidar… ¿El por qué…? Pocos lo saben.
Nuevamente el centro comercial apareció despejado. Ni siquiera los perros, ni los gatos, ni siquiera las cucarachas se quedaron allí…
Un vacío intenso se sintió…Pero para ese entonces…Marchaban los uniformados en perfecta formación. Sus equipos bélicos impresionaban a todos.
Pocos lo saben. Pues la inmensa mayoría prefiere ceder su paz, a los señores de la guerra.


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