Palpando...



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-         No crea que no estoy disfrutando de esta vida. Ciertamente.
¡Por supuesto que sí lo estoy haciendo!  …Y al afirmarle esto, le estoy diciendo toda la verdad… - Juan calló por unos instantes, pues le interesaba verificar que su tía le había captado muy bien cada una de sus palabras. Discretamente dedicó unos instantes para comprobarlo.
Notó que ella, nada le respondió, a pesar de que lo había escuchado…
Y muy bien.
Pero acto seguido ella, deslizó su cara hacía el gran ventanal que tenía en la sala de su casa, él  contempló como su rostro se irradió con los rayos solares que por allí penetraban a grandes raudales, sus muchas canas relucieron y  airosas desafiaban el tiempo transcurrido.
Puso toda su atención, pues le interesaba ver si sus palabras habían causado el efecto deseado por él.
Escuchó el cercano (O quizás lejano)  croar, intenso por cierto, pensó que alguna rana (O sapo) estaba cerca, y esto le extrañó pues creía que ellos hacían estos sonidos cuando llovía, o en las tardes, aunque por lo regular los escuchaba era en la noche, pero verificando en su reloj de pulsera, vio que eran apenas las tres de la tarde.
Y se dejó ir en sus pensamientos. Se encontró de nuevo en el frente de su casa de campo. ¡Qué clima tan esplendoroso! Con unos paisajes…
Que está muy distante en kilómetros pero es que el recuerdo de su vivencia lo mantenía esperanzado. El suave aroma de la naturaleza lo envolvió. Lo mantenía cautivo.
Disfrutó de la suave brisa, del clima fresco y en momentos fríos, vivió algunas facetas suyas. Sus árboles frutales. Sus naranjas. Sus guayabas. Sus enormes limones. Caminaba entre ellos. El aroma a vida, a plenitud de cosecha, a sus frutos…Lo embebía…
Y de repente se percató de que su tía, lo observaba con sumo detenimiento y fue cuando decidió retornar a la calma y tranquilidad de la casa de su tía.
Una sonrisa muy elocuente de su pariente, le hizo pensar… “¿Qué le estará pasando por su mente…? Creo que no se ha creído mi versión…” Pensaba mientras ella, hacía que volvía su atención a aquel inmenso ventanal, cuando de repente le dijo, sin mirarlo…
-         Pues fíjate hijo, que no te creo del todo. Pienso ¡y casi estoy segura! Qué tú…Sigues en tu decisión de retornar a esas lides…
-         ¿Cuáles tía?
-         Tú ya sabes… -  Arrastró con mucha parsimonia sus últimas letras. Luego se pasó su mano derecha por su rostro, ubicó unos escasos cabellos que insistían en quedarse allí.
Él no quiso, o mejor dicho: No pudo pronunciar nada al respecto.
-         No se te olvida… ¿Cierto…? – Su pregunta, ya tenía una respuesta. Y ella así lo asumía.
Carraspeó como para disminuir en algo su reciente incomodidad.
Su impotencia consistía en que con ella…No valía el disimulo.
Su tía, lo conocía y muy bien. Y para ella, era mas que cierto que en cualquier momento él retornaría.
En un principio intentó decirle algo, para ver si la lograba engatusar…Pero…Guardó silencio. Pues sabía, que no lo lograría.
¿Cómo persuadirla…? ¿Qué argumento podría esgrimirle…?
Vano esfuerzo. Ella era quizás la única persona viva en este mundo, que lo conocía mejor que nadie. (Incluso que él mismo. Insólito…Pero cierto.)
-         Tienes que tomar en cuenta…Qué allá…Ya no te quieren…
Debes entender esto. No seas terco. – Ya lo miraba de frente.
Sin ambages. Y decidida a tomar al toro por los cuernos.
-         Bueno tía…Esas tierras son mía. Nadie me las puede quitar.
-         Pero ellos son muchos. ¿Y tú? Estás en desventaja.
-         Eso es cierto. – Le concedió toda la verdad. Y era cierto.
Pero él, en lo personal, no estaba dispuesto a abandonar lo que por derecho propio, le pertenecía.
El caso es que un hombre se le metió en su casa, aprovechando su ausencia. Ya que él tenía que trabajar a mucha distancia de allí y debía abandonar su parcela, dejándola al cuidado de un señor…Que por desgano, la dejó a merced.
Y el invasor iba acompañado por su esposa y tres tripones.
Todos ellos siendo niños. ¿Cómo podía sacarlos de allí…?
Tuvo que ausentarse por mas de tres semanas.
Y confiando…Se quedó sin su casa.
El cuidador que él había designado…No le daba la cara.
Se le había desaparecido. Y nadie le quería responder por nada.
Para cuando él intentó entrar…El invasor envalentonado lo amenazó con un machete. No lo iba a dejar entrar.
Y para poder recuperar su propiedad: Debía acudir a los tribunales…Pero estos al ver menores de edad…Se negaban a desalojarlos.
Un problema muy serio. Quizás demasiado.
Algunos vecinos le aconsejaban que le pagara…Una casa. O unas tierras.
Pero él aducía: ¿Y con qué…? Mi trabajo no me da para tanto.
-         Perdiste… - Le asomó su tía. Y observándolo detenidamente, le pasó su mano por la cabeza y le susurró…
-         Habrá que negociar. Pero ellos ya se instalaron.
Será casi imposible sacarlos de allí. – No lo miró a los ojos.
A lo lejos se escuchó una corneta. Muy ruidosa por cierto.
Ambos miraron instintivamente hacia el sitio que ellos creían que se había producido ese sonido. Quizás era de algún carro. O posiblemente sea de un enorme autobús, por lo escandaloso. Pero a pesar de que pasaron varios segundos a la expectativa…No apareció el dichoso vehículo.
-         Creo que es mejor…Litigar… - Le asomó esa posibilidad, muy remota por cierto. Él se lo pensó y le respondió…
-         Él tipo ese, es un bruto. Y todo lo resuelve a machetazos.
-         Entonces habrá que ubicar a otro que sea…Peor que él…
-         Tía y usted conoce a esa persona… - Asombrado le costaba acceder a que su tía le abriese esa posibilidad.
-         Algo habrá que hacer. Pero me preocupas tú. Tú eres sangre de mí propia sangre. Hijo de mi difunto hermano. ¿Y si te pasara algo…? Me moriría de sentimiento. Aunque me duela mucho…Ya que mi hermano te dejó esa propiedad.
La maldad existe. Brota por generación espontanea…En muchas ocasiones no la percibimos. Pero allí está.
A la expectativa siempre. Escondiéndose…No ceja en su esfuerzo.
Pero hay gente inescrupulosa. La maldad no tiene límite. – Cuando él creyó que iba a continuar, ella guardó silencio. Transcurrieron segundos muy preciosos. Y cuando ya él consideraba que el caso había carecido de interés…De repente ella, continuó así…
-         Alguien muy poderoso… Querrá quedarse con tus tierras…Y está agazapado, esperando que te descuides… - Miró a lontananza. Caminó de un lado a otro y prosiguió…
-         Me preocupas… - Ella caminó  y corrió la cortina de su ventanal.
Chequeó a la derecha y luego a su izquierda. Luego miró al cielo y pronunció estas palabras…
-         …Sólo Dios sabe por qué pasa…Lo que pasa… - Y se retiró.
Atrás quedó su sobrino. Analizando. Desmenuzando con intensidad cada instante en que se vio comprometido en este su nuevo drama.
Ciertamente. Se había quedado sin vivienda. Sin su herencia.
Y eso lo mantenía sin la paz necesaria. Confuso.
Allí estaban todas sus cosas. Sus muebles. Sus pertenencias.
…Pero los vecinos subrepticiamente…Apoyaban a los invasores.
Claro está…A sus espaldas. Y cuando lo veían, intentaban disuadirlo.
No se atrevían a decirle la verdad. Pero bajo subterfugios…Intentaban que él desistiera y que le regalara su casa…A gente extraña para él.
 Bonitos vecinos tenía. Pero esa era su realidad. La estaba palpando.
Viviendo, aunque no la digería…Del todo.



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