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rostro neandertal










“Corto  en  relatos”







Esto es un relato que pudo haber ocurrido…O no.
En todo caso es para meditarlo.
Sucedió en… ¡No me recuerdo!
En una fecha… ¡Tampoco!








“¡No necesitamos que nadie nos ayude!”








En cierta ocasión conocí a un matrimonio, con varios hijos en esa unión.
Su esposo era un viejo amigo    -hermano mayor de uno de mis amigos de la infancia-      a la sazón, ya habían transcurrido unos veinte años y nos venimos a encontrar en otra ciudad, muy lejana de nuestro terruño.
No conocía que el ya citado, tenía la pésima costumbre de pegarle a su costillita.
La sometía, la vejaba y hasta la golpeaba con el puño cerrado   -como si ella fuese un hombre-    y según me narraron otras personas   -vecinos en común-    ¡hasta la pateaba y le escupía la cara! 
Por cierto, en mi presencia nunca lo había hecho…Hasta que…
Una tarde, nos visitó ella y nos propusimos a tomarnos unas cervecitas.
Estábamos de lo mas alegres.
Hasta que escuchamos un escándalo era mi antiguo vecino…
Al parecer venía “ya pasadito de tragos” y al preguntar por su mujercita, le dijeron que estaba en mi casa tomándose junto a nosotros de unas cervezas.
Llegó como un toro de lidia.
Por sus narices resoplaba fuego.
Por sus ojos, inyectados en candela espumante.
Por sus labios, brotaban múltiples maldiciones   -que no las voy a repetir acá-    Resoplaba y enviaba ondas de odio, de insultos y otras menudencias.
La esposa    -comenzó a temblar como “un pollito remojado”-    el cigarrillo que tenía en sus labios     -estuvo a punto ¡de tragárselo!-    lloraba de los nervios, sus ojos se le desorbitaron del terror que le producía la llegada tan intempestiva de su marido.
En un segundo, yo mismo, temí lo peor.
Pero en mis sentimientos, no aceptaba ese comportamiento, además él debía respetarme.
No era un  extraño y no estábamos haciendo nada malo. Además en mi casa.
¿Qué problema podría haber?
Y como un viento huracanado se apersonó en cuestión de un microsegundo.
¡Nada mas llegar! Le lanzó un golpe a su cara.
Le arrebató el cigarrillo, y la abofeteó.
No contento con esto, le dio con su rodilla en la boca de su estómago.
Y cuando ella se inclinó por el dolor infringido, le dio otra bofetada y la tiró al piso.
…La verdad: ¡Yo quedé estupefacto!
¡Jamás creí que fuese verdad…!
Pero esto sucedió en menos de un segundo.
¡Para cuando me di cuenta!
La pobre mujer ya estaba retorciéndose del dolor en el suelo de mi patio.
Y para cuando vi que este “señor” se estaba acomodando para comenzarle a caer a patadas.
¡Intervine y lo detuve!
- ¡Déjame quieto! Que ya mismo voy a matar a esta perra.
- ¡Pero es la madre de tus hijos! ¡Tú esposa!
- ¡Es una Pu..! ¡Ya la voy a matar! – Como pude impedí que le produjera esas  patadas.
Mientras veía que ella se incorporaba y en cuatro patas, logró escapársele. Él la miraba con esos ojos inyectados en el mas celebérrimo odio que una persona pueda sentir.
Lo sujeté para permitirle a ella huir. Él no le quedó mas remedio y entonces me dijo…
- ¡Yo le prohibí a esa mier..! Qué bebiera y mucho menos que fumara. ¿Por qué me desobedece…? ¡Ya verá para cuando vaya a mi casa! – Lo traté de calmar, y pasado unos minutos se calmó y fue cuando lo dejé salir de mi casa.
No le importó que estaba en mi casa.
Irrespetó la paz y la tranquilidad de mi hogar.
No me respetó en nada. Pero se lo dejé pasar. No era el momento para reclamárselo.
Una vez que se hubo ido, mi esposa me confesó que había quedado muy nerviosa, con esa forma de actuar de esta persona.
Pasaron una media hora y no escuchamos mas nada. Al rato llegó su hijo mayor. Y no sabíamos si ella se le había escapado…O si él había cumplido con su promesa de eliminarla.
Le pedimos que entrara al cuarto de sus padres y que nos informara ¿cómo estaría ella…?
Él joven accedió y fue. Afuera nos quedamos preocupado.
Al rato volvió muy sonriente: ¡Allí están los dos, dormiditos y abrazaditos…! ¡Cómo si nada les hubiese pasado! – Nos quedamos asombrados.
…Pero en verdad, en los problemas de marido y mujer…Es mejor no meterse.
El caso es que un tiempo después, nos mudamos a otra casa mayor. Y ya perdimos ese contacto tan estrecho que manteníamos.
Al tiempo nos dijeron: Que ellos seguían en sus matazones. Hasta que ella acudió a una organización que ayudan a las mujeres que están en ese suplicio. Y que lo habían sacado de la casa y que además ya se habían separados de ese matrimonio tan conflictivo.
Pasó un tiempo mas, ya ella estaba sola con sus hijos. En ocasiones le llegaba en estado de embriaguez y le formaba un escándalo. Ella llamaba a la policía y se lo llevaban preso.
Después…Nos contaron que ella se había conseguido otro marido y que lo había metido a su casa.
¡Otra vez los mismos dramas! La misma clase de animal, energúmeno que la sometía y la degradaba.
¡Otra vez se le repetía la historia…Sólo que con otro hombre!
Mi madre siempre me decía: “Hay personas que nacen para ser estrellas… ¡Y otras para ser estrelladas!” – Recuerdo cuando me lo decía, y en sus ojos le notaba su tristeza. Sus sin sabores. Sus angustias.
Bueno…Este relato fue un caso real.
…Lamento que muchas personas tengan que ser sometidas por el salvajismo de algunos…
Pero también hay unas que… ¡Para qué te cuento?















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
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