Parque Bicentenario en Maracay "La ciudad jardín de Venezuela"













“Maracay”
“Mi ciudad ideal”


Recuerdo cuando llegué a esta hermosa  ciudad, y en  esta  ocasión fui por razones laborales.
Ya había ido  a una  entrevista  de trabajo  a Valencia  - edo.  Carabobo, pero allí no había posibilidades para mí y me indicaron que fuese al día siguiente a Maracay…Y la dirección que me dieron fue en la calle Mariño con la av. Bolívar y en ese entonces  el gerente de la oficina de Valencia, se había contactado con el supervisor de la oficina en Maracay, el sr. Nelson.
- ¿Conoces Maracay? – Me preguntó con la seriedad del caso el alto funcionario (Y yo para no quedar mal ante él… ¡Le mentí!  Y le aseguré que como ya había vivido en: La Victoria  - edo. Aragua, pues la conocía…Él no quedó muy convencido pero me indicó que estuviese a la disposición antes de las ocho de la mañana del día siguiente.
- ¡Allá estaré…Antes de las ocho! – No me dijo mas nada y me despidió dándome su tarjeta y recordándome lo perentorio que fuera puntual.
En ese entonces vivía en el sector “El Toco” vía a Vigirima – en Guacara – edo. – Carabobo (A unos 50 kilómetros por la autopista.) Llegué eufórico (por fuera y por dentro muy nervioso) y le informé a todos en mi familia…
- ¡Mañana debo ir a Maracay!
Para otra entrevista de trabajo. – Traté de mostrar mi mejor semblante  -pero en verdad temblaba por la incertidumbre-  Ya que para mí era esencial  ese trabajo.
Al día siguiente me levanté antes de las cinco de la madrugada…
¡Me bañé con esa agua tan helada que se produce en el campo!
Y ya antes de las seis de la mañana, ya estaba en la autopista Regional del Centro…Rumbo a esa enigmática ciudad… ¡Maracay!
Entré por el peaje de Tapa-Tapa.
Empecé a preguntar a todo el que podía…
- ¿Dónde queda la calle Mariño con la av. Bolívar…? – Y todos coincidieron en la dirección.
Perdí bastante tiempo…Pero cuando llegué a la plaza Girardot…Eran las siete y quince minutos…
Los que conocen esa plaza, deben recordar que es una típica plaza, con una inmensidad de árboles altos y esbeltos, casi no entraba el sol. Apenas llegué le pregunté  -para verificar la dirección- y la persona me indicó con su mano…
- Esa es la calle Mariño y esta la av. Bolívar… - Contento y satisfecho por cuanto ya había vencido la etapa inicial…Me tocaba esperar.
Cuarenta  y cinco minutos…Me quedé sentado en mi vehículo…Mis piernas comenzaron a temblar…
Mi emoción iba en crecimiento.
Traté de calmarme. Debía concentrarme y ensayar mi argumento del por qué debían contratarme a mí y no a otro.
Faltando unos veinte minutos, abrí la puerta de mi carro y en el instante que procedí a descender…
¡Algo insólito me ocurrió!
¡Una pequeña avecilla se lanzó en “barrena” sobre mí!
¿Por qué me atacas? – Le grité.
Y cuando me fijé mejor… ¡Un “recuerdito suyo “ empañó  el vidrio  ¡casualmente en el sitio del chofer!
…Una mancha blancuzca ensuciaba  gran parte.
¡Malayo pájaro! – Le grité y contemplé que de una rama me miraba con desdén.
- ¿Y ahora cómo hago para bajarme? – Temía que me ensuciara el traje que portaba …
Y entonces…¿Tendría que ir “manchado” por su gracia…?
Pasaron como diez minutos y no me atrevía a bajarme…Ya faltaban pocos minutos para mi entrevista.
¡Tenía que bajarme! Y así lo hice…
Ya ese pajarraco  se había ido y me dejaba  el camino libre.
Caminando atravesé la plaza, siempre mirando con mucha desconfianza hacia arriba.
Finalmente logré entrar al edificio y marqué el piso cinco…El ascensor me dejó en el piso ya señalado.
Comencé a buscar la oficina y para cuando llegué, faltaban escasos unos minutos…Toqué con precisión y aguardé.
Coromoto era la secretaria de ese entonces, me hizo pasar y me indicó una silla y me dijo que aguardara allí mientras  anunciaba mi visita.
A los pocos minutos, me mandaron a ingresar a la oficina del sr. Nelson.
Resultó un hombre muy alto, blanquísimo tipo alemán, con lente y muy bien trajeado.
Me le presenté y me invitó a sentarme.
- ¿Y por qué crees que eres tú el indicado para ese puesto…? – Me preguntó con toda la seriedad que el caso  ameritaba.
Y pensé: ¿Qué respuesta debo darle a este hombre?  Y casi al instante le respondí…
- ¡Porque soy el hombre indicado!
Porque vengo rodando desde Guacara y porque estoy dispuesto a todo por dar la talla.
¡Yo soy el hombre que ustedes necesitan para ese cargo! – El supervisor se me quedó mirando y de muy adentro afloró una sonrisa y me dijo medio en broma…
- Nuestro gerente general, el sr. Miguel te envía ¿verdad?
- Por supuesto. Ya me entrevisté con él y por su instancia fui a la oficina de Valencia y de allá me enviaron para acá. – Me miró largamente y moviendo su cabeza me espetó…
- ¡Ya han pasado cinco candidatos y ninguno ha podido dar la talla!
¿Qué me puedes asegurar que tú eres el elemento que me hace falta?
- Porque tengo hambre de trabajo.
Porque lo necesito y porque estoy dispuesto ¡a romper esa piñata!
- ¿Y tú conoces: Maracay…?
- ¡Esa pregunta si que fue incisiva!
Por supuesto que me hizo dudar e hizo temblar mis escuálidas  resistencias.
- ¡Claro que si! ¡Conozco Maracay!
Me hizo otros tipos de preguntas, y vacilante me dijo…
- Mira...Yo sé que tú conoces Maracay. Pero para  decirte    -a manera de información, nada mas-
Para conocer esta ciudad tienes que conocer primero que nada: ¡Tres son las avenidas que debes conocer!
La av. Bolívar…La que está a este lado…Y sus paralelas las avenidas Constitución y la Aragua…Las tres son paralelas.
¡Anda tomate  este día libre, pero para que te recuerdes…!
Te espero mañana a las ocho para comenzar. Porque te voy a dar el puesto por el que viniste a consultar.
(Mis piernas temblaban, pero mi corazón rebosaba de felicidad.
¡Había logrado mi cometido!)
Me levanté, me dio su mano y me acompañó hasta la entrada del edificio y me volvió a recordar…
- ¡Esa es la avenida Bolívar.
Recórrela toda  y cuando llegues a la zona industrial…Dobla a la derecha y te encontrarás con La Constitución. Y si sigues adelante, tropezaras con la avenida Aragua.
¡Ya sé, ya sé que me garantizaste que conoces esta ciudad!
¡Te espero mañana, para comenzar!
-Y me extendió su palma-
¡Lo quise abrazar de la alegría! pero me contuve…
Iba a ser mi jefe inmediato.
Cuando llegué a mi carro, me cercioré de que ese pajarraco no estuviese cerca. Me monté de un solo jalón. Y adentro, cuando metí la llave para poder encender el motor, mis nervios me traicionaron.
Mis lágrimas brotaron sin parar. En mi mente estaba mi menor hijo, le vi su carita mirándome con esa mirada angelical. Me ilusioné con poderle comprar aquellos juguetes que antes me pedía, y que no tenía el dinero necesario para comprárselo.
Lo vi sentadito en su nueva silla, en su nueva mesita que le compraría con mis primeros sueldos.
Vi mi nevera full de comida. Comprando todos los muebles de los que carecíamos. Muy ilusionado, alcé mis ojos y le di ¡Gracias Dios mío! Por ser tan bueno conmigo.
Arranqué y con ahínco, me fui conociendo las diferentes calles que en realidad…No conocía.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015

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