"Cachirulo" Viernes...20...Jun...


  




Cachirulo
“Un hombre muy rudo”




- ¡Y esta casa  se respeta Diego!
¿Quiere que la atienda?
- Sí.
- Dile que venga.
- Está bien. Tomate tu traguito y envíamela.
Diego, se tomó el trago.
Se aguantó unos segundos más.
- Bueno…Ya me voy.
- Que venga, ella sola. ¿Ok?
Raudo como el viento, regresó.
Esther, ya se encontraba en su casa.
Así  que fue y le informó todo lo que había hablado. Y le informó, que querían verla a ella.
Solamente a ella.
Esther  accedió y pidió la dirección.
Y una vez  que la tuvo, se aprestó a partir.
Una vez que supo la dirección exacta por boca de su vecino y amigo, se aprestó a irse.
Salió y comenzó a buscar la casa en cuestión. Caminó y caminó. Hasta que llegó.
Descubrió que esa debía de ser  ya que Diego, le contó hasta de la piedra.
Le informó  que más bien, parecía un ranchito.
Y que no se fuera a impresionar, ya que era muy pobre.
Así  que sin pensárselo dos veces.
Comenzó a llamarlo.
No tuvo que esperar mucho.
Casi al tercer llamado, obtuvo la respuesta de invitación a entrar.
Entró. Casi, ni se fijó en nada.
Ya venía aleccionada por su vecino.
Esperó en la sala.
(Todo tal cual, me lo refirió Diego. Muy buen observador, que es) – Pensó para sí misma.
De repente  aquella quietud, se transformó en un caos.
Ingresaron más de veinte hombres.
Todos armados, hasta los dientes.
La dama  en cuestión, se sintió intimidada.
Aunque, ninguno se fijó en ella.
Presintió que algo muy trascendental estaba ocurriendo allí.
Instintivamente  se colocó en una de las esquinas.
Y desde allí  trató de estar pendiente de todo, pero a su vez, tratar de pasar desapercibida.
Todos  se anunciaban, ante la misma puerta.
Pronto  toda la pieza, estaba inundada de hombres
De mirada fiera, pero lo común en todos, era que guardaban un silencio, casi sepulcral.
Susurros y más susurros.
Escuchaba con su fino  oído, que todos buscaban a la misma persona que ella buscaba.
Pero  ninguno quería molestarlo.
Sintió que además de respeto…Olía a pánico.
(¡Este joven, debe ser muy respetado por todos estos!
Están caminando hasta en puntillas y haciéndose anunciar, con la misma jovencita.
Y están armados…No conozco mucho de armas, pero todos actúan como si fuesen comandos del ejército. ¡Santos cielos!
…Qué temor y veneración le profesan…
Estoy admirada. Jamás he presenciado este respeto.
…Están en posición de firmes…
Qué miedo le tienen…
¡Seguramente que es todo un personaje!
…Ay María, por lo que estoy viendo…
¡Te quedaste cortita! 
¡…Es todo un personaje de respeto y admiración…! Aquí deben haber más de veinte hombres y muy bien armados… ¡Me estás impresionando! 
…Debes ser…Todo un Personaje…)
Esther, no se atrevía ni a respirar.
De repente  dieron la orden y en perfecta formación entraron todos. No escuchó nada.
Pasaron unos cuantos minutos.
Y de repente  se abrió la puerta y salió la jovencita, abriendo de par en par la puerta y dándole paso a la veintena de soldados, que salían de esa reunión.
Pasaron a su lado y aparentemente, ninguno la vio. Pero el que los comandaba, sí que la vio.
Pero la ignoró. Una vez  que todos salieron, volvió su mirada a la puerta. Y esperó.
La misma muchacha, la invitó a entrar, al mismo cuarto. Esther  se lo pensó y accedió.









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