“Cachirulo”
“Un hombre muy rudo”
- ¡Y
esta casa se respeta Diego!
¿Quiere
que la atienda?
- Sí.
- Dile
que venga.
- Está
bien. Tomate tu traguito y envíamela.
Diego,
se tomó el trago.
Se
aguantó unos segundos más.
-
Bueno…Ya me voy.
- Que venga,
ella sola. ¿Ok?
Raudo
como el viento, regresó.
Esther,
ya se encontraba en su casa.
Así que fue y le informó todo lo que había
hablado. Y le informó, que querían verla a ella.
Solamente
a ella.
Esther accedió y pidió la dirección.
Y una
vez que la tuvo, se aprestó a partir.
Una
vez que supo la dirección exacta por boca de su vecino y amigo, se aprestó a
irse.
Salió
y comenzó a buscar la casa en cuestión. Caminó y caminó. Hasta que llegó.
Descubrió
que esa debía de ser ya que Diego, le
contó hasta de la piedra.
Le
informó que más bien, parecía un
ranchito.
Y que
no se fuera a impresionar, ya que era muy pobre.
Así que sin pensárselo dos veces.
Comenzó
a llamarlo.
No
tuvo que esperar mucho.
Casi
al tercer llamado, obtuvo la respuesta de invitación a entrar.
Entró.
Casi, ni se fijó en nada.
Ya
venía aleccionada por su vecino.
Esperó
en la sala.
(Todo tal cual, me lo refirió Diego. Muy buen
observador, que es) – Pensó para sí misma.
De
repente aquella quietud, se transformó
en un caos.
Ingresaron
más de veinte hombres.
Todos
armados, hasta los dientes.
La
dama en cuestión, se sintió intimidada.
Aunque,
ninguno se fijó en ella.
Presintió
que algo muy trascendental estaba ocurriendo allí.
Instintivamente se colocó en una de las esquinas.
Y
desde allí trató de estar pendiente de
todo, pero a su vez, tratar de pasar desapercibida.
Todos se anunciaban, ante la misma puerta.
Pronto toda la pieza, estaba inundada de hombres
De
mirada fiera, pero lo común en todos, era que guardaban un silencio, casi sepulcral.
Susurros
y más susurros.
Escuchaba
con su fino oído, que todos buscaban a
la misma persona que ella buscaba.
Pero ninguno quería molestarlo.
Sintió
que además de respeto…Olía a pánico.
(¡Este joven, debe ser muy respetado por todos
estos!
Están caminando hasta en puntillas y haciéndose
anunciar, con la misma jovencita.
Y están armados…No conozco mucho de armas, pero
todos actúan como si fuesen comandos del ejército. ¡Santos cielos!
…Qué temor y veneración le profesan…
Estoy admirada. Jamás he presenciado este respeto.
…Están en posición de firmes…
Qué miedo le tienen…
¡Seguramente que es todo un personaje!
…Ay María, por lo que estoy viendo…
¡Te quedaste cortita!
¡…Es todo un personaje de respeto y admiración…!
Aquí deben haber más de veinte hombres y muy bien armados… ¡Me estás
impresionando!
…Debes ser…Todo un Personaje…)
Esther,
no se atrevía ni a respirar.
De
repente dieron la orden y en perfecta
formación entraron todos. No escuchó nada.
Pasaron
unos cuantos minutos.
Y de
repente se abrió la puerta y salió la
jovencita, abriendo de par en par la puerta y dándole paso a la veintena de
soldados, que salían de esa reunión.
Pasaron
a su lado y aparentemente, ninguno la vio. Pero el que los comandaba, sí que la
vio.
Pero
la ignoró. Una vez que todos salieron,
volvió su mirada a la puerta. Y esperó.
La
misma muchacha, la invitó a entrar, al mismo cuarto. Esther se lo pensó y accedió.
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