¿Somos civilizados...? Negociemos...

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- Nos encontramos en un preámbulo en nuestra “lucha sin cuartel” y enfrente nuestros “enemigos”   (por razones que desconozco ahora mismo nos tenemos mucha desconfianza      -a pesar de ser vecinos y que antes ¡hasta jugábamos de todo!  Pero por razones un tanto mundanas, hoy nos enfrentamos-)       y es que este mundo en ocasiones se deforman en unas pinceladas…Muy preocupantes.
Y como te decía… - Y justo en ese preciso instante se escucharon detonaciones que denunciaban el inicio de un fuego cruzado, mi amigo José  estaba muy nervioso, tanto que sus ojos parecían querer escapárseles de sus cuencas.
Y eso me preocupó mucho. Temí por mi integridad física.
Observé como el poderoso grupo actuaban como si fuesen un comando de ataque. Por lo que me pude dar cuenta, ellos son demasiado poderosos. Una guerra muy desigual.
David contra Goliat.
En un momento en que cesaron sus ataques, me miró de nuevo y me dijo en susurro:
- Ellos quieren que confiemos en ellos. Se tildan y se ufanan de ser muy “democráticos” pero son violentos y despiadados. Buscan nuestros flancos mas débiles y allí nos dan sin piedad y con alevosía. Son unos malvados.
Y gritan a todo pulmón que ellos nos aman, que nos quieren. Y que debemos ajustarnos a su Justicia.  
Sólo que en lo personal, no les creo.
¡Es mas,  nosotros no nos confiamos en ellos!
¡Hablan de Paz, pero nos atacan!
Hablan de Justicia, pero nos agreden.
Gritan y vociferan: ¡Somos civilizados!
Pero nos atacan hasta por la espalda. 
Y pretenden que soltemos nuestras piedras y palos, ¡pero ellos tienen hasta metralletas, armas cortas y largas, tienen hasta granadas fragmentarias!  
…Y no se desprenden de su armamento, al contrario, las esgrimen para demostrarnos que son ellos los que mandan y que nosotros debemos someternos…Así de sencillo.
- …Ustedes deben ser muy locos al enfrentárseles sin armamento alguno… - Razoné yo, él me miró de reojo y fijando su atención al sitio en donde se producían los hechos, me dijo a manera de razonamiento de su parte…
- Nosotros somos el grueso de vecinos. Somos mayoría. Pero no tenemos armas. Ellos son pendencieros.
Nos quieren obligar a que seamos como ellos. Pero nos negamos a eso.
- ¿…Pero alguien está hablando…O negociando…? Es muy peligroso para ustedes. El que no tiene arma y se enfrenta a un enemigo muy poderoso…Tiene y Debe negociar.
La fuerza no está del lado de ustedes.
- Solamente nos asiste la razón… - Me dijo como si estuviese pensando en voz alta. Yo lo miré, y noté que todos los que lo acompañaban estaban en la misma condición.
- Con la razón no tienen Fuerza para repeler esas embestidas. ¿Qué piensan hacer…? – Bajó su cabeza y muy triste me confesó…
- Lo peor de todo, es que hemos pedido ayuda. Pero nuestros gritos de auxilio, suena como un aullido que se dispersa en medio de esos torbellinos de vientos y tempestades.
Nadie nos escucha. Se han quedado sordo. Mudos.
No acuden en nuestro auxilio. Estamos solo en esto.
A pesar de que hemos hasta suplicado a que nos defiendan, pero todo cae en saco roto.
Estamos solos en esta lucha. Pero tendrán que matarnos a todos, ya que no estamos dispuestos a que nos sigan saboteando y robándonos nuestros derechos. – Lo noté muy decidido y pensé para mí mismo…
(¿Derechos? ¡De qué derechos me alude este! Hay que ser muy insensato para inmiscuirse en cosas que no te son pertinentes.
Si vivimos en un mundo en donde el mas fuerte es el que manda. La propia: “Ley de la selva”
¡Y siempre ha sido así!
Nos contentamos con auto calificarnos de: “Seres inteligentes” “Civilizados” pero solamente con el látigo y las cadenas se puede someter a tanta bestia que anda suelta.
¿Derechos a qué…? )   …Pero preferí callarme por aquello de que “en boca cerrada ¡no entran moscas!” el caso es que me despedí de él y me alejé lo mas pronto posible, mi permanencia en ese sitio era muy precaria y las balas no tienen dueño…Era mejor para mí, y eso hice.
Me dio mucho pesar, pero es que ese no es mi problema; bastante tengo con los míos.
En ocasiones quisiera regalar todos mis problemas…El caso es que nadie los quiere…














© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        















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