¡Hola buen día Sábado: 27 de Julio del 2.013.
Deseo transmitirles el capitulo IV de mi nueva novela: "El Gegüense".
Me gustaría leer de ustedes sus comentarios.
¡Saludos!
IV
 El Gue…se extravía.
En la medida que recobraba todo su entorno, su cólera iba en crecimiento. Solo lo minimizaba esa terrible sensación de perdición, y esto lo llevaba de la cólera extrema al terror enervante. Sus heridas todavía sangraban… Asumía que ese olor putrefacto, era de su propio organismo, de su ser que en lo más íntimo le denunciaba. Percibiéndose como una causa extraviada, desbocada y en total y completo caos. Sus cimientos estaban profundamente atormentados. Sus lágrimas estaban a flor de piel y aunque no emergían, estaban allí prestas a socorrerlo. Pero el querer ser el macho dominante, nunca se lo permitían… ¡No pueden aparecer nunca más! Me pueden ver y entonces vociferarán en mí contra.
¡Es el pretexto para reunificarse todos esos malayos y caerme nuevamente en mí muy adolorida humanidad!
¡Y  ya no quería sufrir más! La tremenda dicotomía en que en todo momento y circunstancia se veía sometido. Moqueaba con furia. Sometiéndose a golpe limpio. Golpeándose con denuedo, pero cuidándose de no ocasionar más daño del que ya le infringieron. Pendiente de que más nadie que él mismo, lo estuviera acechando. Vigilándolo para caerle en rapiña ante un solo momento de extrema debilidad.    
Miraba con sus ojos abiertos de par en par, rugía como una bestia herida. Casi sin pestañear, escrudiñaba todo. Impotente. Se encontraba perdido en una existencia extraña, sin sentirse a su gusto. Esperando a ver, qué actitud poder asumir: Rechazo o aceptación. O lo que consideraba peor: “Sentirse nuevamente sometido y vejado” en presencia de sus subordinados.
Creía haber oído a sus secuaces, pero cuando se percató, ya estaba solo. Y al saberse que estaba en su soledad…un frío intenso y desgarrador, lo perturbó:  
(Creí haber oído a mis “colaboradores”. Pero por lo que estoy visualizando.
¿Me habrán abandonado nuevamente?
¿Serán capaces estos mal nacidos?
¡Si!  Y ya me lo han demostrado en múltiples ocasiones. Debo cuidarme también de ellos. Como también de mis inimaginables “competidores”.
Parece que me nacen por generación espontanea. No los buscos…ellos me encuentran. ¡Tengo un imán para atraerlos! Vaya suerte.
 ¿A quién se la  podré transferir?  Debe existir alguien muy similar a mí…
¡Pero más baboso que yo! El problema será encontrarlo. ¡El que lo encuentre primero; es de él!
¿A quién? Si por lo menos me dieran una pista…
¿Acaso no hay un alma más babosa que la mía?  Al parecer, es difícil. ¿Verdad?
Pero si ni siquiera los busco… ¿Cómo pueden dar conmigo?  Será por esta carita que tengo…
Y ahora mismo, no sé qué actitud debo asumir. ¿Me hago el bravucón? Ajá y si ¿aparecen mis torturadores?   ¡Me hacen trizas nuevamente! Y otra vez tendré que rogar por mí vida.
No. Mejor me hago el “desentendido”.
O me hago “el turista”.
¿En dónde estarán mis “tarados”?  Creí haberlos escuchado. Aunque me hice el dormido…
¡Como que me quedé rendido! ¿Y ahora, qué?
Pensándomelo así con detenimiento, creo que si son lo suficientemente incapaces como para dejarme en el desamparo nuevamente. ¿Pero qué raro, creí haberlos escuchado?
Tengo que jugármela nuevamente. No sé en qué situación me pondrá nuevamente el destino. A lo mejor  vuelvo a caer en manos enemigas. Debo ser muy precavido.
Me haré el “musiú”  nuevamente. Jamás me he caído con esta estrategia. ¡Ya veremos!)
Aprovechó para asegurarse de que no había enemigos ocultos, de esos que tantas veces le asaltan ante sus constantes descuidos. No, no le era licito el seguir dándole oportunidades a tantos depravados e inescrupulosos que viven al asecho, como para caer en su descuido y ¡zas! Darle todos los zarpazos a los cuales se ha tenido que ver forzado.
Así que de la forma más tranquila y actuando como si dominara toda la escena, se mostró más bien parco y confiado.
(Aunque siempre lanzando sus “miraditas” para allá y por acá, por aquello de por si acaso…)
Pronto se pudo percatar de que estaba realmente solo. Y por unos instantes se sintió muy tranquilizado. Pero al percatarse de su soledad, nuevamente se volvió  a sentir solo y desamparado…y esto tampoco le agrada.  La realidad imperante en su mundo, lo desestabilizaba en demasía, ya que como era algo natural  aparecían sus enemigos, sus eternos “torturadores” y éstos lo arrastraban a sus “sub-mundos – aquelarres -  aberrantes y desquiciados en dónde él siempre llevaba la peor parte” en pocas palabras lo degradaban y esto en su concepto, no debía permitírselo a nadie. Solamente él podía infringirlo, pero ¿qué lo sometan a “eso” a él mismo? ¡No! No era lo que en todo momento y desde su infancia con todo su fervor, se había delineado que sería su próspera y fructífera existencia.
¿Pero el por qué le volteaban su tortilla?  Innovaba en todo momento. Nuevas aplicaciones. Nuevas acciones, tratando de cortar su muy consecuente ola de derrotas y sufrimientos estoicos. Pero ya estaba temiendo que “alguien o algo” confabula en su contra. Cerrándose en su mundo cuasi-perfecto. Poco contacto con el mundo de los terráqueos. Sólo. Sus voces lo asesoraban. Aunque reconociéndose ahora que lo meditaba mejor, que ha obtenido algunas pírricas victorias. Claro está hay que tomar muy en cuenta varios factores, siendo éstos los siguientes: En primer lugar se han basado por algún hecho fortuito, lejos de su alcance y dominio. Y en segundo lugar su duración ha sido muy instantánea, efímera e insignificante.  En resumen…no eran de su total agrado.  No había perfección dentro de sus parámetros.
¿Por qué en “su mundo perfecto” entraban estos intrusos? El porqué, nunca lo podía discernir y mucho menos explicárselo de una manera cónsona con su existencia. En su manera de ver las cosas, no lograba aceptar, ni mucho menos visualizar cuándo ni el cómo se le “aparecían” destrozándole todas sus barreras de protección.
¿Cómo lo lograban? Si todos sus cercos y vallas impuestas para impedirles que penetraran, eran inútiles e ineficaces. Y le costaba reconocerlo. Pero las evidencias eran millonarias. Y sus resultados: ¡catastróficas! Fracaso tras fracasos. Ya hasta estaba temiendo que perdería su guerra final, así como batalla tras batalla lo rebasaban.
Su “mundo ideal” no podía ser eso. Y como siempre  y consecuente consigo mismo, buscaba su punto de equilibrio, su propio fundo.
Sinceramente se sentía bien, al amparo de sus “hombres” ya que de esta forma, estaba más que seguro de que nadie se atrevería a caerle en “cayapa” atacando su físico, su integridad y esto no le era grato.
Buscaba siempre la compañía, pero teniendo en cuenta que era imprescindible para él, el poder dominar, controlar e indicarle a los que estaban a su lado, cómo y cuándo se debía ejecutar. Contando en todo momento con su experta experticia. Siendo así, él podía explayarse y sentirse algo así, como el “chivo que más mea en el corral”.
Pero mientras su mundo ideal, se tardaba en formar, algo urgente tendría que hacer. Su vida nuevamente corría “esa sensación peligrosa de inestabilidad y desasosiego”.
Y de la forma más natural y sencilla, comenzó a mirar y remirar a todos los rincones. Sin atreverse a moverse ni a dar siquiera la sensación de que estaba inestable.
Con total parsimonia se desplazaba, cual “Mantis Religiosa”,  ése curioso cazador que según había leído era un depredador implacable y sumamente tenaz.  Y es que cuando se enteró de sus destrezas, procedió a recabar toda la información posible. Sentía una sensación increíble por demostrarse a sí mismo, que podía no solamente asemejarse, sino más bien mejorar todos sus planes de ataques. Y lo presintió, el destino lo colocaba nuevamente en terreno de nadie. Precisamente retomando lo de la Mantis Religiosa, se envalentonó. Por lo menos, mentalmente lo ordenaba. Pero por alguna extraña razón, su mundo no se movía a la misma velocidad y destreza que su cerebro ordenaba.
¡Pero! ¿El por qué de esta total desarmonía? En los libros leídos por él, aparecía tan bien detallado. Todo muy bien desmenuzado. No hay oportunidad de error alguno. Comprendió que en primera instancia debía mentalizar su mundo perfecto. ¡Y eso es lo que siempre soñó! Pero en algún sitio había una coyuntura. Un rompimiento. Un quiebre. No lo veía, tampoco lo sentía… Pero seguramente que por algún lugar estaba, ¡hasta se estaría mofando de él mismo! ¡Malaya, respétame! No me faltes el respeto…soy de cuidado. ¡Y ya lo sabes!
Realmente no lo entendía, así como tal, pero algo en él, le aseguraba que si todo se cumplía fielmente… ¡Nunca perdía ocasión de ejecutarlo, tal como se lo indicaban! ¡De verdad!
¡Y así lo estaba realizando! Pero…aparece este desdichado desequilibrio.
Si en su mente se originaban todas sus órdenes, por qué se suscitaba esta anormalidad. ¿Quién en su sano juicio lo puede entender? ¡Nadie! Y de esto lo aseguraba a todo pulmón: ¡No podía haber un solo humano que pueda lograr!
¿Y sí él mismo no lo podía…entonces quién lo puede hacer?
No. Nada de esto era bueno.
Y debía tomar pronto medidas urgentes para solventar este impasse.
Seguramente que tendría que hacerse unos cambios. Pero urgente. Ya no podía seguir perdiéndose más el tiempo. Reconociendo que el tiempo es oro. Y las oportunidades también. Y lo peor es que su vida, constantemente se veía sometida a estos escarnios. Sin raciocinio alguno. Retando en todo momento al factor: “Suerte”.
En este preciso momento, se percataba que retornaba sin querer, a una situación similar a la que vivió sometido al escarnio y latrocinio de sus más acérrimos enemigos y el verse nuevamente ante esta terrible posibilidad, lo desestabilizaba otra vez. Sinceramente esto lo mantenía en total desequilibrio y de allí su creciente nerviosismo. 
Escuchó o por lo menos así lo creyó, y esos sonidos le estaban pareciendo conocidos. Alertó aún más sus oídos, ufanándose en todo momento de lo agudo que era s

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