“Conversaciones con don Carmelo”
- Y
yo le decía. Mija vamos a cuidarnos y ella me echaba a mí la culpa, pero yo le
decía…- Puso una cara de suma tragedia, y hasta llegué a pensar que se me iba
¡a rajar ese viejo roble!
Para
después decirme con alegría.- ¡Vos también lo disfrutas!
Y no
me vengas a decir que no.
¡Chico
y lo abortaba!
-
¿Ah sí y por qué?
-
Porque me decía que ella había venido a Venezuela era para trabajar y producir
para enviarle a sus dos hijos que tenía allá en Barranquilla en casa de su
madre.
¡Cuatro
veces salió preñada de mí!
-
¡Qué de cosas, no?
- Chico
y nunca me quiso parir ¡a ninguno de mis hijos!
Pero
eso sí.
Siempre
me acompañó en todo.
Y
jamás me dejó solo.
Y por eso es que te digo, que cuando una mujer
está enamorada tuyo, jamás te va a “chulear” ni a quitarte ¡ni un medio!
Y
por esa razón, cuando ya me sentí mejor, yo comencé a ayudarla –como para
“pagarle” y recompensarle todo lo que hizo por mí- ¡Y cuando ya ella consideró
que era tiempo de volver a su Barranquilla querida!
-
¡Me dejó con los crespos hechos! Y ¿por qué te vas?
Pero
ya había tomado su decisión. ¡Y me dejó solito!
Compañero
y no pude soportarlo…
…Yo
me fui detrás de ella. (“Pegadito” a su rabo… ¡Ji,ji,ji,ji!)
- ¿A
Barranquilla?
-
¡Allá mismo, a su tierra! Es que esa mujer era fogosa en la cama. (Y en otras
partes, también.)
¡No pasaba una sola noche en que no me lo
pidiera! (Había noches que me sacaba: ¡Tres!)
Y aunque llegaba agotado después de estar mas
de doce horas pegado a ese volante…
¡No la pelaba! (¡Ni loco!)
Así
que vendí mi Dodge Dart y con una platita
que había reunido, salí de Caracas rumbo
a tierras colombianas.
Demás
está decirte que nunca había salido de mí tierra, pero por el afán de estar con
ella… ¡La seguí!
(¡Era
millonario en esos tiempos!
¡Feliz
porque pronto volvería a estar con esa mujer tan bella!)
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