“Conversaciones con don Carmelo”
Capitulo:
“Hoy me lo encontré…Caminando…”
Es curioso (Por lo menos para mí.) pero
casi siempre que me he encontrado con don Carmelo, siempre (O casi…) me lo he
conseguido cuando el sol está en lo mas alto.
En su cenit. –En la hora en que se pueden
“cocinar huevos de gallina” en las capotas de los carros.- Curioso, pero ha
sido así.
…Y hoy no es la excepción.
–Me
explico- Estaba hablando por teléfono en esa esquina, (Bajo una pequeña sombra
y allí me guarecía de ese inclemente calor.) cuando se repente alguien tocó mi
hombro derecho, asombrado me volví para ver quién reclamaba mi atención y fue
cuando lo vi.
Me sonrió y por dientes encontré unas
encías ya vacías y en su lugar algo muy oscuro se le notaba en su boca.
(Parecía la boca abierta de una tortuga.)
Llevaba su sombrerito ya característico en
él. (Hacia adelante.)
Sus lentes –culo de botella- me hicieron
notar que sus ojos estaban radiantes y que me saludaba con deferencia.
El cuello de su camisa se encontraba a
medio doblar, notándose un hilillo negro –presumo que de su sudor- le noté
tranquilo.
Me hizo interrumpir mi conversación vía
telefónica, y al verlo ya con plenitud de mi visión, lo escuché cuando a manera
de saludo me dijo…
- No es bueno dar la espalda del todo. – Me
indicó con su mano derecha que me estaba descuidando y que alguien me podía
atacar por ese lado.
(Por supuesto que me sorprendió, ya que no
me lo esperaba.)
Le
indiqué al amigo con el que mantenía una conversación, que pronto lo llamaría y
que me disculpara pero tenía que atender la visita de otro amigo inesperado.
Colgué la llamada. Y don Carmelo me volvió
a repetir, haciendo caso omiso a que me había interrumpido esa conversación, y
me repitió…
- Debes estar siempre pendiente de tu
espalda, uno nunca sabe. – Y diciéndome esto, se volvió hacia la avenida y fijó
su atención a la inmensidad de personas que circulaban por allí.
Unos venían en carros y otros en bicicletas
y los mas a pié.
Yo en verdad, había quedado algo “desbalanceado”,
por la indicación que instantes me hizo, y mirando hacía atrás, le repuse…
- No si yo siempre cuido mi espalda, ¡zape!
La verdad es que uno nunca sabe.
- Yo te lo digo, porque uno nunca sabe
quién es el que te puede llegar y es un tanto peligroso. – Asintió y juntos nos
quedamos viendo que de repente se hizo un nudo en esa intercepción.
Cosas de los “atribulados”, y es que siempre
hay algún atorado de esos que siempre insisten en pasar primero ellos que a los
demás, con su viejo pretexto de que lleva mucha prisa –bueno, casi siempre
suceden los accidentes por estos tipos- y en esta ocasión era un chofer
(Seguramente que tendría: “diarrea” y ya no se podía contener mas…Digo…) que
prácticamente le quitó el derecho a los demás, e insistiendo en que él llevaba
la preferencia.
El caso es que quedó atravesado en plena
vía –y violando el ordenamiento vial existente- trancó tanto los que iban como los que venían.
Y de
inmediato se hizo la cola, y las cornetas se dejaron oír.
De cada vehículo surgía un horroroso
chillido en forma de trompeta. Los frenos de los camiones se hicieron sentir.
El empecinado hombrecito, quedó atorado
entre cuatro calles.
No cedía ni permitía que nadie mas que él
mismo pudiera avanzar.
Y para colmo, todos cedieron a sus
pretensiones.
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