“Conversaciones con don Carmelo”
¿Cuantos recuerdos
gratos acuden a mí memoria, con solo nombrarla?
Ella trabajaba
como mesonera en un restauran de los del este, tú sabes. (¿No conoces esa
zona?)
Es la zona de
la Caracas ricachona. Y yo era un simple chofer de tráfico. Pero recuerdo que
en esos años, yo manejaba un carro alquilado.
Y me decía la Pilin…
- Mijo y ¿no
podes comprarte un carrito?
– Y yo le decía: ¿De dónde? Si a duras penas
me da ¿para pagar el alquiler? –Me observaba con ese tipo de mirada, en que me
invitaba a que le preguntase.
El problema es
que no hallé qué preguntarle, por lo que me le quedé mirando como queriéndole
decir: ¡Siga con el relato!
Y al parecer
como que me entendió, puesto que se pasó una de sus manos por sus labios y
aclarando su garganta me alegó…
-
¡Coincidencialmente para ese momento
mandaba Carlos Andrés Pérez! (El presidente adeco.)
Y me recuerdo
que se le ocurrió la brillante idea de venderles carros nuevos a los chóferes que como yo, no
lo teníamos.
¡Y me acerqué e introduje mi petición!
- ¿Y se lo
dieron? – Me adelanté a preguntarle, no movió ni su cabeza ni sus manos, en
respuesta a mi interrogante, y casi al instante me dijo…
- ¡Ya vas a
ver! – Y lo detallé mejor. Inexplicablemente su camisa no se le veía sudada. Ni
lo encontré alterado por la inclemencia solar. (Este vejestorio parece ¡un
camello!)
Nuevamente
ejerció su momento y con mucha parsimonia arrancó de esta forma…
- Al poco
tiempo de hacer mi solicitud me dieron un Dogde Dart.
¡Nuevecito, de
paquete! -¡Bello el desgraciado!-
- ¡Eso! tremendo
regalote. – Festejé al verlo muy feliz en sus recuerdos antaños.
- Aja. Y me
dieron para que lo pagara en diez y ocho meses y lo pagué en diez y seis.
¡Andaba
“jochado” por esas calles!
Y ya nadie me
podía detener. ¿Quién?
- ¿Y entonces,
qué hizo?
- Trabajar mas
fuerte. Y me recuerdo que la colombiana (La Pilin. ¡Qué de recuerdos!) me ayudó
muchísimo. Porque te voy a decir esto y es bueno que lo tengas en cuenta…
- Aja…
- Cuando una
mujer está enamorada tuyo, ¡esa mujer!
Te ayuda en
todo. Te protege.
Te guía y te
da todo lo que te haga falta.
¿Y esa
colombiana? ¡Me amaba hasta el delirio!
Se puso a
trabajar como una loca, haciendo de todo, para que yo pudiera ¡pagar ese carro!
Hasta que lo
pude pagar, centavo a centavo.
- ¿Y qué pasó
con ella?
- Yo viví con
ella cuatro años. Y cada año: ¡salía preñada!
- ¿Si?
- Y yo le
decía. Mija vamos a cuidarnos y ella me echaba a mí la culpa, pero yo le decía…-
Puso una cara de suma tragedia, y hasta llegué a pensar que se me iba ¡a rajar
ese viejo roble! Para después decirme con alegría.- ¡Vos también lo disfrutas!
Y no me vengas
a decir que no.
¡Chico y lo
abortaba!
- ¿Ah sí y por
qué?
- Porque me
decía que ella había venido a Venezuela era para trabajar y producir para
enviarle a sus dos hijos que tenía allá en Barranquilla en casa de su madre.
¡Cuatro veces
salió preñada de mí!
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