“Conversaciones con don Carmelo”
¡La vida…! ¡…La vida, mi “querido saltamontes”!
Dic…2.014.-
¡Y es
así mi querido saltamontes!
¡Ay mijo
querido! ¿No te digo yo, que este mundo “está perdido”?
¡Ve! -Apartando el tema, que es muy bueno- Pero te voy a relatar una cosa que me pasó a
mi. ¡Solo a mi me pasan estas cosas!
¡Alabado
sea El Señor en toda su Grandeza! – Y acto seguido fui testigo de cómo entre
lazaba sus dos manos y bajando su mirada y quitándose su sombrerito, rezó en
voz baja:
“Dios mío, que mis palabras
no ofendan ¡la memoria de nadie!
Tú que siempre, siempre me
han ayudado a transitar
¡por este duro camino!
¡Tú que Siempre has sido
Grande, Fuerte y Poderoso!
Escuchas mis humildes palabras:
¡Qué esto que voy a narrar,
no sean para nada malo!
¡Te lo pido Mi Señor!”
Y acto seguido terminó persignándose,
y colocándose su sombrerito, me miró de soslayo y en el acto miró a todo a su
alrededor. Murmuró unas palabras que no pude descifrar, ya que las lanzó
mientras miraba hacia uno de sus lados.
- Ve, te voy a contar esto; que a muy
pocas personas se lo he narrado.
¡Yo he llevado palo y del bueno en
esta vida!
Y desde que tuve conciencia, siempre
me he dedicado a ayudar a mi mama, ella se llamó: Pastora.
…Bueno mi mama era muy pobre.
Ya sabes, nacida para llevar vaina
como la hemos llevado todos nosotros
-los que hemos venido para “ser estrellados” en esta vida- Y me recuerdo que siempre la veía que se
levantaba en las madrugadas y pegada a un fogón.
Ella fabricaba arepas y después salía
y las vendía en el mercado de “Los Buchones” ¡no conociste ese mercado!
Y yo era muy muchacho. Yo nací el 14
de marzo de 1.928.
¡Ni siquiera habías aparecido en este
mundo!
El caso es que yo la veía todos los
días…
Y me propuse a levantarme junto con
ella.
¡Y la ayudaba en eso de la masa o en
el fogón! El caso es que desde pequeño me acostumbré a trabajar y a trabajar. Y
después ya despuntando el sol, salíamos.
Ella adelante con una paila
grandotota que se la colocaba en su cabeza…
Y atrás iba yo, con un bojote…Mas
pequeño.
…Y cuando llegábamos al mercado, me
daba las arepas de “a locha” (Un bolívar se divide en:
2 reales o sea 0,50 céntimos cada uno, 4 medios o sea 0,25
céntimos y 8 lochas a 0, 125)
Y ella vendía las de medio.
¡Yo terminaba primero que ella!
Y cuando finalizaba, iba hacía su
sitio y le entregaba todo lo que había vendido. ¡Imagínate…Unos cuantos reales!
En una
de las tantas veces que ya había vendido todo y estaba en el puesto de mi
madre, vendiendo -tú sabes, ayudándola- me dijo ella, señalándome a una mujer catirota,
alta y de muy buen porte ¡toda una mujerona!
Y recuerdo que me dijo:
- ¿Ves a
esa señora catira, la ves? – Ya yo la había visto, pues era una mujer muy
hermosa e iba acompañada con un señor muy alto y de porte europeo.
….Continuará…
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