“Me
sucedió de esta forma…”
- Estaba sentado
en medio de ese “callejón del hambre” en
el centro comercial que linda con el centro. Y para ser mas exacto, eran si
acaso las diez de esa mañana que presagiaba bella y hermosa.
Me encontraba
solo. Leía un periódico (Y era mas que nada para darme el tiempo necesario a
que se apareciera un amigo al cual estaba esperando)
Y de repente me
llegó otro conocido -el cual llevaba
muchos años sin verlo- ciertamente que
nos conocíamos desde que éramos unos chiquillos y correteábamos por esas
veredas y calles de esa hermosa urbanización en donde pasé mis años de
infancia. Y creo que hasta estudiamos en el mismo colegio de esa misma zona.
Él me reconoció
en el acto y en verdad -y hasta pena me
dio- pero no lo pude reconocer, sino
hasta cuando él se valió de escenas pasadas.
- ¡No te puedo
creer que no te recuerdes de mi!
Vamos a ver… ¿Te
recuerdas cuando elevábamos las petacas…Los papagayos…? ¿Ya?
- Bueno en
verdad que elevé esos tarantines en el “terreno” en el que después hicieron una
cancha de básquet… -Le reconocí ya muy
apenado.
- Tú vivías en
la calle 34 y mi familia y yo, en la 28. Y en muchas ocasiones nos veíamos en
el terreno o bien para esas labores o para jugar trompos. ¿Tampoco te acuerdas…?
¿Te recuerdas
del Tagua?
¿Del “frente de
papa”?
- Claro. Claro. -
¡Qué pena me dio! Pero en verdad…Aunque reconocí a esos “galanes” (Aunque no
eran nada cercano a mí o a mis hermanos.) Pero creí que era menester de mi
parte, hacerme el que ya “me acordaba”
- Todos nosotros
nos veíamos allí. Y peleábamos y jugábamos por igual.
- Ya. Ya me
recuerdo. – Le concedí mas que nada por la pena que me dio de que él se
acordara tan bien de mí y yo…Pues no mucho. Noté que era muy insistente y
preciso en sus anotaciones.
Pero sin
embargo, sus recuerdos coincidieron con los míos por lo que no me sentí mal
cuando se los reconocí.
- Yo me llamo:
Luis. Y no me digas tu nombre que ya lo
sé. ¡Hasta me recuerdo el de tu hermano!
¡Y hasta de las
muchachas, hermanas tuya!
- ¡Qué bien, qué
bien! ¿Y ese milagro que nos hayamos encontrado de nuevo…? – Le dije mas que
nada para desviar ya el rumbo de esa conversación en la cual…Yo seguía perdido.
Pero que por
supuesto…Trataba de disimular.
- Pues bueno, la
verdad es que me quedé en ver con unos amigos…Pero no los veo.
Y para serte
sincero, poco vengo a este centro comercial. A propósito, veo que te estás
tomando tu cafecito y leyendo la prensa.
- Bueno si, y
estoy igual que tú. Pero mientras aparece el amigo…Aprovecho y me tomo mi café
y leo la prensa con toda la calma posible.
- Mira aquí en
este maletín, llevo mi laptop.
¿No te
molestaría si la saco y trabajo un ratico mientras conversamos y renovamos
nuestra amistad?
- Por supuesto
que no. ¡Arranca mientras continúo con lo mío! – Luis puso sobre la mesa su
maletín y en un dos por tres, extrajo su laptop.
La posó sobre la
mesa y cerró su maletín y lo bajó colocándolo sobre la silla contigua. Su
precisión fue muy milimétrica y hasta me causó algo de asombro. Noté que todo
lo guardaba con mucho celo.
Me llamó la
atención el color tan distinto de ese artefacto, siempre los he visto de
colores o negro o gris, pero el del amigo era de color azul
muy brillante y con destellos de gris muy reluciente.
Y hasta pensé,
que con seguridad lo había comprado fuera de este país.
- Mira ¿ya te
acordaste de mí?
- ¡Claro Luis,
claro! Al principio no te reconocí, pero ya estoy mas que claro. Y dime mi
pana, ¿a qué te estás dedicando ahora?
- Soy Consultor
de empresas. Me gradué de Contador Público y me he dedicado a asesorar a
empresarios de “mucha plata” ¡Ya sabes…Ellos controlan todos los mercados! – Y
una vez que estuvo “en línea” calló y enfocó su atención a lo que estaba
leyendo.
Aproveché para
hacerle señas al mesonero y pedirle un café para él…Pero antes lo interrumpí
para hacerle la pregunta de rigor…
- Luis… ¿Te pido
un cafecito?
- ¡Claro, claro!
Y discúlpame pero ¡yo te lo brindo!
- No hay
problema. – Le concedí pero ya su atención estaba volcado en lo que en su
pantalla le aparecía. El empleado entendió la seña y en el acto, sacó su
comanda y anotó el pedido y se lo pasó al de la barra.
Hice un paneo
instantáneo de todo mi entorno, y casi sin perder tiempo alguno, continué con
lo que estaba leyendo.
A los pocos
minutos se apareció el servidor con dos tazas humeantes y con dos cachitos de
jamón y queso. Ubicó el sitio en la mesa. Recogió mi taza y se la llevó.
- Mira papá -me dijo Luis- Me tengo que ir…
- ¿Malas
noticias?
- Me están
avisando por un email, que mejor me marche.
- ¿Y te están
grabando o qué…?
¿Cómo saben que
estás sentado conmigo…?
- …Baja la voz.
La gente para la cual trabajo, tiene muchos espías por todas partes… - Una
punzada nerviosa me atravesó la espalda y se me alojó en el centro de mi panza.
No me gustó. Me
incomodó esa información.
- Mira. Voy a
pagar todo lo que hemos consumido.
- Pero no te
preocupes…
- Tranquilo. Es
mas necesito pedirte un favorcito…
Su tono de voz
me indicaba que la situación no era nada bueno. Sin embargo, recogí mi
comentario al respecto y preferí escuchar…Pero ya me sentía muy inquieto.
- ¿Favorcito…Y
qué será…? – Una repentina llamada a su teléfono portátil, dejó en suspenso mis
inquietudes. No me quedó mas remedio que el contemplarle cuando con sus manos
me hizo señas de que guardara prudente silencio.
Y para mi manera de ver las cosas…Sentí y es
mas me inquietó su forma muy parca y misteriosa en su forma de hablar con la
persona que lo llamaba en ese preciso instante.
Y para mí, que
estaba respondiéndole en “clave Morse”
-¡Ellos sabrán su rollo!- Pensé.
Y aguardé hasta
que hubo terminado.
Y en cuanto
terminó, él mismo le hizo señas al mesonero pidiéndole la cuenta de todo lo que
se debía. Me alarmé y le hice saber, que no era necesario que cancelase lo mío.
Y que pague lo suyo, pero con gesto de impaciencia se negaba a ello.
- ¡Quédate
quieto chico!
…Mañana
continuará…
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