Este es un relato que está "a medio andar" o sea, que aún no lo he terminado...Hoy 24 les presento la primera parte...Mañana continuaremos.





“Me sucedió de esta forma…”



- Estaba sentado en medio de ese  “callejón del hambre” en el centro comercial que linda con el centro. Y para ser mas exacto, eran si acaso las diez de esa mañana que presagiaba bella y hermosa.
Me encontraba solo. Leía un periódico (Y era mas que nada para darme el tiempo necesario a que se apareciera un amigo al cual estaba esperando)
Y de repente me llegó otro conocido  -el cual llevaba muchos años sin verlo-  ciertamente que nos conocíamos desde que éramos unos chiquillos y correteábamos por esas veredas y calles de esa hermosa urbanización en donde pasé mis años de infancia. Y creo que hasta estudiamos en el mismo colegio de esa misma zona.
Él me reconoció en el acto y en verdad  -y hasta pena me dio-  pero no lo pude reconocer, sino hasta cuando él se valió de escenas pasadas.
- ¡No te puedo creer que no te recuerdes de mi!
Vamos a ver… ¿Te recuerdas cuando elevábamos las petacas…Los papagayos…? ¿Ya?
- Bueno en verdad que elevé esos tarantines en el “terreno” en el que después hicieron una cancha de básquet…  -Le reconocí ya muy apenado.
- Tú vivías en la calle 34 y mi familia y yo, en la 28. Y en muchas ocasiones nos veíamos en el terreno o bien para esas labores o para jugar trompos. ¿Tampoco te acuerdas…?
¿Te recuerdas del Tagua?
¿Del “frente de papa”?
- Claro. Claro. - ¡Qué pena me dio! Pero en verdad…Aunque reconocí a esos “galanes” (Aunque no eran nada cercano a mí o a mis hermanos.) Pero creí que era menester de mi parte, hacerme el que ya “me acordaba”
- Todos nosotros nos veíamos allí. Y peleábamos y jugábamos por igual.
- Ya. Ya me recuerdo. – Le concedí mas que nada por la pena que me dio de que él se acordara tan bien de mí y yo…Pues no mucho. Noté que era muy insistente y preciso en sus anotaciones.
Pero sin embargo, sus recuerdos coincidieron con los míos por lo que no me sentí mal cuando se los reconocí.
- Yo me llamo: Luis.  Y no me digas tu nombre que ya lo sé. ¡Hasta me recuerdo el  de tu hermano!
¡Y hasta de las muchachas, hermanas tuya!
- ¡Qué bien, qué bien! ¿Y ese milagro que nos hayamos encontrado de nuevo…? – Le dije mas que nada para desviar ya el rumbo de esa conversación en la cual…Yo seguía perdido.
Pero que por supuesto…Trataba de disimular.
- Pues bueno, la verdad es que me quedé en ver con unos amigos…Pero no los veo.
Y para serte sincero, poco vengo a este centro comercial. A propósito, veo que te estás tomando tu cafecito y leyendo la prensa.
- Bueno si, y estoy igual que tú. Pero mientras aparece el amigo…Aprovecho y me tomo mi café y leo la prensa con toda la calma posible.
- Mira aquí en este maletín, llevo mi laptop.
¿No te molestaría si la saco y trabajo un ratico mientras conversamos y renovamos nuestra amistad?
- Por supuesto que no. ¡Arranca mientras continúo con lo mío! – Luis puso sobre la mesa su maletín y en un dos por tres, extrajo su laptop.
La posó sobre la mesa y cerró su maletín y lo bajó colocándolo sobre la silla contigua. Su precisión fue muy milimétrica y hasta me causó algo de asombro. Noté que todo lo guardaba con mucho celo.
Me llamó la atención el color tan distinto de ese artefacto, siempre los he visto de colores o negro o gris, pero el del amigo era de  color azul  muy brillante y con destellos de gris muy reluciente.
Y hasta pensé, que con seguridad lo había comprado fuera de este país.
- Mira ¿ya te acordaste de mí?
- ¡Claro Luis, claro! Al principio no te reconocí, pero ya estoy mas que claro. Y dime mi pana, ¿a qué te estás dedicando ahora?
- Soy Consultor de empresas. Me gradué de Contador Público y me he dedicado a asesorar a empresarios de “mucha plata” ¡Ya sabes…Ellos controlan todos los mercados! – Y una vez que estuvo “en línea” calló y enfocó su atención a lo que estaba leyendo.
Aproveché para hacerle señas al mesonero y pedirle un café para él…Pero antes lo interrumpí para hacerle la pregunta de rigor…
- Luis… ¿Te pido un cafecito?
- ¡Claro, claro! Y discúlpame pero ¡yo te lo brindo!
- No hay problema. – Le concedí pero ya su atención estaba volcado en lo que en su pantalla le aparecía. El empleado entendió la seña y en el acto, sacó su comanda y anotó el pedido y se lo pasó al de la barra.
Hice un paneo instantáneo de todo mi entorno, y casi sin perder tiempo alguno, continué con lo que estaba leyendo.
A los pocos minutos se apareció el servidor con dos tazas humeantes y con dos cachitos de jamón y queso. Ubicó el sitio en la mesa. Recogió mi taza y se la llevó.
- Mira papá  -me dijo Luis-  Me tengo que ir…
- ¿Malas noticias?
- Me están avisando por un email, que mejor me marche.
- ¿Y te están grabando o qué…?
¿Cómo saben que estás sentado conmigo…?
- …Baja la voz. La gente para la cual trabajo, tiene muchos espías por todas partes… - Una punzada nerviosa me atravesó la espalda y se me alojó en el centro de mi panza.
No me gustó. Me incomodó esa información.
- Mira. Voy a pagar todo lo que hemos consumido.
- Pero no te preocupes…
- Tranquilo. Es mas necesito pedirte un favorcito… 
Su tono de voz me indicaba que la situación no era nada bueno. Sin embargo, recogí mi comentario al respecto y preferí escuchar…Pero ya me sentía muy inquieto.
- ¿Favorcito…Y qué será…? – Una repentina llamada a su teléfono portátil, dejó en suspenso mis inquietudes. No me quedó mas remedio que el contemplarle cuando con sus manos me hizo señas de que guardara prudente silencio.
Y  para mi manera de ver las cosas…Sentí y es mas me inquietó su forma muy parca y misteriosa en su forma de hablar con la persona que lo llamaba en ese preciso instante.
Y para mí, que estaba respondiéndole en “clave Morse”   -¡Ellos sabrán su rollo!-  Pensé.
Y aguardé hasta que hubo terminado.
Y en cuanto terminó, él mismo le hizo señas al mesonero pidiéndole la cuenta de todo lo que se debía. Me alarmé y le hice saber, que no era necesario que cancelase lo mío. Y que pague lo suyo, pero con gesto de impaciencia se negaba a ello.
- ¡Quédate quieto chico!



…Mañana continuará…

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