“¿Quién te entiende mami….?”
- ¡Bueno mami, ya papi murió!
Tenemos y debemos aceptarlo.
¿Quién te entiende…?
Mas no podemos hacer. Hicimos
lo que pudimos.
¡Hasta pagamos una fortuna…Pero
nada! ¡Se murió!
¡Mas nada! – Le decía la hija Celia a su madre, mientras
le estaban echando las últimas paladas de tierra al féretro de su difunto
padre. Los granos y las piedras pequeñas buscaban su nivel.
Aplanaban con sus palas e
iban acomodando.
Todos los presentes la
escucharon.
Uno que otro cambiaba la
expresión de su rostro.
Pero nadie se atrevió a
emitir comentario alguno, tan solo estaban apesadumbrados.
Toda la familia estaba en
pleno campo Santo.
La viuda estaba desconsolada.
- ¿Y ahora quién velará por
mí?
¡Eustaquio me abandonaste!
Vestida rigurosamente de
negro, tal como indica la situación.
Celia es la mayor entre las
hembras y la estaba abrazando, a su lado izquierdo estaba Adela la tercera y
finalizaba Adrián el varón.
El primogénito.
El resto eran familiares,
hermanos del difunto y su familia y la propia familia de la viuda, doña Estela.
En realidad era poco numerosa
la comitiva. Todos callados, le rendían sus respetos al señor fallecido.
Presenciaban en silencio y
llorosos, viendo como ya la tierra taponaba la tumba.
¡Qué triste es la vida!
¡Tanto trabajar, tanto producir! ¿Y ahora en manos de quién quedará todo eso…? –
Susurró al oído de su esposa uno de los hermanos del difunto.
Ella le hizo señas con sus
manos de que guardara silencio.
- ¡Tan bueno que era en vida!
– Se escuchó una voz de uno de sus sobrinos.
Gritos destemplados se escuchaban
de parte de la viuda, quien decía…
- ¡Ay Eustaquio! ¿Por qué te
fuiste y me dejaste sola?
¿Por qué no me fui yo
primero?
¡Si estabas enterito!
En cambio yo, con ese
problema del corazón que tengo, con esa tensión tan alta que mantengo ¿Por qué
te fuiste primero? – Nadie agregó nada mas, en completo silencio observaban
todo.
Y estaban esperando a que los
obreros terminaran con su faena.
Colocaron mas o menos una
docena de ramos de flores.
Por la apariencia, eran
personas de mucho poder económico.
Cada uno dijo lo que pensaba
de su familiar, que en ese momento estaba a mas de dos metros de profundidad.
- ¡Ay Eustaquio, buena broma
que me echaste!
¿Por qué me abandonaste en
medio de todos estos….? – Los hijos se sintieron aludidos, pero fingieron su
dolor, bajaron su cabeza y continuaron como si nada les hubiese pasado.
- Ya mami, vámonos que ya
está cayendo la tarde. – La conminó Adela mientras miraba como el resto de su
familia se estaba retirando, cada quién a su vehículo, pues el acto ya había
concluido.
Tan solo quedaban ellos
solamente, y las parejas a su alrededor, pero todos pendientes de lo que allí
se estaba dilucidando.
- ¡Ay a mí me va a dar algo! –
Decía la vieja en medio de su llanto.
- ¡Ya mami, ya mami! ¿Y
entonces?
Esto es Ley de Vida. Se murió
¿Y…?
Ya lo enterramos. ¿Qué mas
vamos a hacer por él…Ah? - Le gritó
Adela.
- Bueno. Aquí en presencia
del viejo: Debemos aclarar muy bien lo de la herencia. – Conminó Adrián a sus
hermanas, en presencia de la llorosa madre.
- ¡Respeten la memoria de su
padre! – Les regañó su madre en medio de la discusión.
- ¡Ya está muerto! ¡Esa es la
única verdad!
No nos va a escuchar mas. –
Le volvió a gritar Adela.
- Hay que respetar sus
deseos. - Aconsejó Celia.
- Él me dejó a mí solamente:
la ferretería.
- ¡Mentira! – Le respondió su
hermano. – ¡La ferretería es mía!
- ¡No señor: es mía! Y de
nadie mas.
- Papi me dejó también todas
sus colecciones de monedas y billetes que mantenía desde hace mas de cincuenta
años. – Aseveró Adrián encendido en cólera.- ¡Nadie me la va a robar! Además
que me dejó cincuenta millones de dólares que dejó en un banco fuera del país. –
Les aseguraba a sus familiares.
- ¡La casa me la dejó a mí
solita! – Reclamó Adela.
- ¡Yo no sé! ¡Aquí nos iremos
a matar!
¡Pero lo mío no me lo van a
quitar! – Se opuso tozudamente Celia.
- …Su padre....Respeten el
cuerpo de su padre, que aún está presente… - Les indicó su madre.
- ¡El muerto al hoyo! –
Recriminó el hijo. - ¡Y lo mío es mío! – Se enfrascaron en una discusión.
Celia insistía que la ferretería
y todo lo que estaba adentro, incluyendo las cuentas bancarias y todo lo que
estaba en la caja…Eran de ella.
Adrián se oponía y alegaba
que eran de él solamente, incluyendo una tercera parte de la casa, y que todos
los carros incluyendo los camiones eran de él.
Adela peleaba que la querían dejar
afuera, y que esa casa que era de tres pisos, con todos los cuartos y los mas
de mil quinientos metros de frente, patio y sus laterales, además de todos sus vehículos
eran de ella, porque su padre se la había regalado.
Incluyendo lo que contenía la caja fuerte que estaba en el cuarto que le había
pertenecido a su padre.
La discusión entre los tres
hermanos se alzaba en intensidad, mientras los obreros recogían sus enseres y
asombrados escuchaban como discutían por la parte de la herencia que aseguraban
era de ellos.
La viuda quedó sola, se
acercó al sitio en donde se encontraba el cuerpo inerte del que hasta hacía
pocas horas, fue su esposo.
Lloraba intensamente.
- ….Te fuiste…Me dejaste sola…
- Le decía mientras trataba de tocar algo que la uniera a su querido ya extinguido.
Los tres herederos seguían
enfrascados en su trifulca.
En un momento….Se desplomó el
cuerpo de la vieja y nadie se dio cuenta, ya que los obreros para ese entonces
ya se habían retirado.
Se retorció entre la arena recién movida.
Gimió…Pero sin fuerza. No fue
escuchada.
Su vestido se llenó de
tierra, su cara, su boca estaba abierta como queriendo respirar…
Y de pronto se dejó de mover.
Pasaron varios minutos…
Para cuando se dieron cuenta
sus hijos, Celia les recriminó a sus hermanos…
- ¿Ya vieron lo que hicieron?
¿También quieren matar a mi
mami…? – Los tres se quedaron inmóvil y ninguno de ellos acertó a socorrerla.
Pasado unos minutos, Adela
les dijo…
- ¿…Se habrá muerto también…?
- …Mejor. Así aprovechamos y
la mandamos a enterrar de una vez, al lado de su viejo que tanto quiso. –
Sugirió lentamente Adrián mientras lentamente se movía para verificar si era
cierto o no.
Pero Adela se le adelantó y
les dijo…
- …La verdad es que papi no
dijo nada con referencia a su herencia… - Celia dijo pensando en voz alta…
- …Se quedará en la calle.
Porque no forma parte de la herencia. ¡Ni loca la dejaré en mí casa!
- Ni yo – Aseguró Adela.
- Ni el otro. – Agregó Adrián.
- ¿Entonces qué vamos a hacer ahora…?
- Bueno tenemos que salir de
dudas. – Les apremió Celia.
Y los tres acudieron
presurosos para verificar su status.
La encontraron tendida sobre
la tumba de su esposo, en una de sus manos portaba una foto en donde aparecían
ellos dos, en el día de su boda y en la otra, un crucifijo….
…Ya no respiraba…
© Bernardo Enrique López Baltodano 2015
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