¡El cumpleañode mama!












“Celebremos”





- Te estoy llamando porque este sábado iremos a casa de los viejos para que celebremos el día del cumpleaños de mama.
- De verdad. ¡Tenemos que ir a su casa a celebrarle el día a  nuestra vieja! – Los dos hermanos se estaban comunicando vía telefónica para ponerse de acuerdo para tan grata ocasión.
Son hijos de esa pareja y cada uno vivía su vida en su casa, en unión de sus esposas e hijos.
Poco iban a visitar a sus ancianos padres.
Y ya su padre se encontraba jubilado y lo único que percibía era su pensión de vejez.
- Si  pero le vamos a caer de sorpresa. – Le indicó el mayor de nombre José, Miguel el segundo lo escuchaba y le respondió…
- Pero mira que yo no he cobrado nada y a duras penas, me alcanza para cubrir mis gastos en mi casa. – El mayor guardó silencio y pasado unos segundos le respondió…
- Yo tampoco. Y bien sabes que debo pasarle la pensión a mis dos hijos mayores y además debo mantener mi nuevo hogar. ¡No me queda nada!
…Pero debemos ir a celebrarle su día…
- …Cierto. Déjame hablar con papa para ver que tiene él guardado por allí.
Tú bien sabes que él siempre mantiene algo guardado por allí...
- Me da cosa con el viejo. Pobrecito, ya él nos ha dado bastante.
- Pero aún le quedan sus nietos. – Le indicó José en un momento de la conversación.
- Y los míos también. – Replicó Miguel. – Además ese cuero es muy duro…Y todavía es la mata que nos puede seguir dando sombras… ¡Y mucha!
Ambos se rieron.
La conversación finalizó cuando ellos se pusieron de acuerdo a la hora que debían presentarse en la casa de sus padres.
Los días transcurrieron, pero ninguno de ellos se atrevió a ir y ni siquiera a llamar a su viejo para alertarlo en nada.
Pero el viejo conociendo bien a sus hijos, le dijo a su esposa…
- No te extrañe nada que por allí aparezcan tus retoños a celebrar tu cumpleaños…
- Los estoy esperando.
- Si pero no tenemos nada que ofrecerles y te aseguro que ellos van a venir con toda su tropa a esperar a que le hagas el almuerzo y la cena también.
- ¡No seas exagerado!
Además recuerdas que hijos tuyos son también. – Le dijo ella muy seria, el viejo volteó la cara y le señaló la nevera…
- Allí tenemos la ración de comida para el resto del mes. Y si se la damos…
Nos quedaremos sin comida.
Tendremos que esperar a que nos vuelvan a pagar la pensión….
- ¡Dios proveerá! – Ripostó ella muy decidida.
- ¡Hum! – Le respondió él, sin prestarle atención y le agregó…
- Van a venir con las manos vacías…
Ya lo verás… - Cada uno siguió con su rutina habitual, y no volvieron a tocar ese tema.
El día llegó y, ella se levantó mas temprano que de costumbre y se levantó y hurgó en su refrigerador.
Muchos huecos vacíos habían, pero ella trató de minimizar todo para que sus hijos no lo notaran.
Sacó los dos pollos que le quedaban.
Revisó en la cesta de las verduras.
Los condimentos. Chequeó por enésima vez cada uno de sus cosas.
Comenzó a pensar cómo lo haría.
Buscó las verduras y decidió hacerlos horneados.
Pensó y analizó la posibilidad de salir a comprar: Pavo o un pernil de cochino. O en hacer una de las especialidades que antes le hacía y que sabía que les gustarían…Pero no le daban los números.
Suspiró profundamente. Sufrió en silencio. No era eso lo que ella había deseado, pero la verdad es mas dura que sus sentimientos.
Había que estirar lo que tenían.
….Pero: ¿Cómo?
Fue a la bodega de la esquina y le pidió fiado arroz y todo lo que creyó conveniente.
Para cuando ya se despertó su esposo, ya ella tenía en el horno los dos pollos, aderezado con sus papas, verduras y todo lo concerniente.
El viejo sintió el aroma, pero no le dijo nada.
La felicitó en su día, desayunaron  y se
fue a sentar al patio, a esperar.
Pasaron las doce y ya todo estaba listo.
- Viejo hay que ir a comprar las cervecitas. – El hombre se levantó, buscó la caja de cervezas y se le puso al hombro y salió al depósito de licores.
Trajo la cerveza, refrescos y el hielo.
Al llegar lo metió en una cava y se sentaron ambos a esperar a sus críos.
El primero en llegar fue José, vino con su actual esposa, dos hijos que había tenido con ella, mas sus dos del primero de su matrimonio, mas sus novias.
A los pocos minutos llegó Miguel, con su esposa, sus tres hijos y dos hermanos de su esposa.
Todos llegaron alborotados. Contentos.
Esa silenciosa casa se encontraba de nuevo con esa vida, con esa alegría que provoca la llegada de los hijos.
Por instantes la vieja matrona se volvió a sentir “madre” la enorgullecía el ver, sentir, abrazar, besar a cada uno de sus progenitores.
Y con eso se sintió mas que pagada.
Valía la pena su esfuerzo.
Hasta daban la impresión de que se habían puesto de acuerdo para la hora de llegada.
Abrazaron con fuerza a su madre y corrieron a sentarse a la mesa todos, para que su vieja les sirviera la comida y su papa les sirviera los refrescos y las respectivas cervezas.
Como en los viejos tiempos, en que se sentaban a esperar a que fueran servidos.
Todos estaban contentos.
El pollo asado quedó exquisito y  fue todo un éxito…
Pero no alcanzó.
La ración de arroz, tampoco había sido suficiente.
La ensalada también fue devorada.
Y los que quedaron fallos, se rellenaron con pan y con todo lo que pudieron llevarse  a la boca.
Arrasaron con todo lo que había guardado en la alacena.
- Quedó muy rica…Pero muy poquita. ¡Debiste hacer cuatro pollos mas, mama! – Le recriminó José mientras se limpiaba su boca y sus manos con el mantel que ella les había colocado.
- O pudiste comprarnos: Pavo, Pato, Pernil o alguna otra cosa mas. ¿Por qué no lo hiciste? – Le recriminó uno de sus nietos mayores. – Sus abuelos bajaron su cabeza y no dijeron nada.
- ¡Viejo bien pudiste traerte una torta para partírsela a la madre!
No seas tan pichirre.
Todos sabemos que siempre tienes “algo” guardado por allí… – Indicó Miguel, mientras los demás asentían.
El viejo miró de soslayo a su esposa, y esta por respuesta lo que hizo fue bajar su cabeza y hacerse la desentendida.
Charlaron entre ellos, mientras sus viejos pasaban recogiendo sus platos sucios y les servían o mas cerveza o mas refrescos.
Y cuando ya se habían percatado de que ya todo había sido consumido…
En el acto todos se levantaron de sus asientos, dejando todos los platos, cuchillos, cucharas, cubiertos y vasos todos sucios regados por todas partes.
Ninguno se preocupó en ayudar a la vieja.
Pronto el lavaplatos quedó hasta arriba  ¡full de platos sucios!
Todos se desentendieron.
Disfrutaban esa comilona.
Estaban satisfechos.
Con sus panzas repletas, buscaron en donde ubicarse mientras que los hijos le reclamaban a su padre por mas cerveza.
Pronto todo fue consumido.
Ya todos se miraban a la cara, y como por arte de magia se pusieron de acuerdo y a la señal de José, todos se levantaron y comenzaron a pedirles la bendición a los viejos.
Y así como llegaron…se fueron.
Dejando a los dos viejos solos nuevamente.
Todo sucio y desordenado.
El viejo fue a la cava con la intención de tomarse una cerveza y de sentarse a comer, cuando levantó la tapa de la cavita…
¡Ni los hielos dejaron!
Regresó a la cocina y le preguntó a su esposa…
- Bueno, ya que se fueron, podemos sentarnos a comer tranquilamente…. – Pero la mirada de la vieja fue muy triste.
- No. No hay nada de comida.
¡Todo se vendió!
- ¡Qué bueno! – Le dijo-  Pero tengo hambre.
- Nada nos dejaron. ¡Dios proveerá! –  Dijo ella mientras le daba la espalda y se disponía a limpiar todos  los trastes sucios, a acomodar las sillas, a sacar el mantel todo manchado.
Y con toda la paciencia  posible se dispuso a limpiar todo.
La fiesta de su cumple por lo visto, ya había concluido.
- ¿Y qué te trajeron de regalos…? – Ella se alzó de hombros y se dedicó a empezar a limpiar y acomodar todo.
- ¡Dios proveerá!
El viejo se contentó con servirse de la misma agua en la que aún quedaban trocitos de hielos, mientras repetía una y otra vez…
- …Al menos al perro le quedaran los huesos para poder comer…
…Dios proveerá…










© Bernardo Enrique López Baltodano 2015








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