“Ella es mi señora”
Viviendo en Maracay, iba
todos los fines de semana a mi parcela que estaba ubicada en Guacara – edo.
Carabobo, hacia la vía a Vigirima.
Como es usual, los
sábados en la mañana se realizaba un mercado a cielo abierto.
Es decir una aglomeración
de distintos comerciantes que habían formado una organización y cada uno
llevaba su camión, camioneta, carro, kiosco o lo que tuviera a la mano y habían agarrado un lote baldío a la
orilla de la autopista Regional del Centro vía hacia Valencia -la bella capital de Carabobo- el caso era que allí se podía encontrar
desde todo tipo de quesos, de verduras, frutas, carnes de todo tipo y muchas
cosas mas.
Yo iba en compañía de mi
esposa e hijos, y ya teníamos un grupo
de comerciantes que me vendían verduras, frutas y quesos.
Ya casi al medio día ya la mayoría había vendido todo y comenzaban
a retirarse.
En cierta ocasión, era ya
mas de las 4 de la tarde y nos encontrábamos un grupo tomando cervezas y
hablando de cualquier cosa.
Ya casi quedábamos
nosotros solos.
Ya solo lo que se veían era todo lo que los comerciantes
habían desechado (ramas, verduras ya pasadas, frutas en mal estado, etc.) y ya
pronto llegarían los que limpiarían todo ese desastre dejado de las sobras.
Quedábamos…
El que vendía las arepas
con queso, jamón, cochino, carne mechada y todas esas menudencias, en compañía
de uno de sus hijos.
El que nos vendía el
queso: Antonio Pinto (y su ayudante), quién siempre estaba con una sonrisa a
flor de labios.
Un oficial de los
vigilantes de Tránsito Terrestre, que al igual que yo, solamente estábamos
comprando y bebiendo, mientras pasábamos un rato ameno.
Mis hijos aprovechaban
para andar tratando de subir un pequeño cerro de escasos unos ciento y pico de
metros.
Allí estábamos cuando me
percato de un grupo de personas ya de bastante edad.
Que apenas estaban
llegando.
Ellos andaban hurgando
entre la basura, todo lo que podían salvar para poder prepararse un plato de
comida.
- Son unos vagabundos. –
Alegó Antonio mientras los miraba con detenimiento.
- Hay que andar mosca,
pues entre ellos suelen colarse mariguaneros y personas del mal vivir. –
Apreció el que vendía las arepas, mientras seguíamos tomándonos nuestras
cervecitas y seguíamos charlando entre nosotros.
Era un grupo de unas
siete personas.
Por su aspecto eran
personas de lo que recogían en la calle, borrachitos, drogadictos….Personas que
mendigaban…
Pongo mejor mi atención y
veo a un trío, que mientras andaban “haciendo su mercado” entre las sombras de
verduras, va entre ellos una señora ya de mucha edad.
Pero la noto -“bien vestida”- en medio de los harapos que cubrían su
cuerpo.
Su cabello se lo amarraba
con una especie de “cabuya” y la detallo mejor y veo que está toda
“pintarrajeada” sus ojos los cargaba con una sombra demasiado oscura.
Unas pestañas grandísimas
que desentonaban su rostro.
Un blusa ya toda ajada, que se le veía toda descolorida
y sucia.
Su falda se le veía que
no le entonaba con su ajuar.
Un sombrerito viejísimo
que portaba con orgullo.
Unos zapatos viejos que
quien sabe en donde los había recogido.
Su boca estaba toda de un
color rojo chillón.
Su cara estaba empolvada
con exceso.
A pesar de todo lo que le
vi, también noté que era muy delicada.
Era muy coqueta.
Yo la veía que le hablaba
a los dos hombres que la acorralaban, como queriéndose acapararla en “su favor” para mas tarde…
Ella sonreía y se le veía
muy feliz. Reina entre las piltrafas
humanas.
Se sentía halagada por la
fina atención de ese par de ebrios impertinentes y malolientes.
Se movía como una mosca
de esas que andan detrás de la comida.
Buscaba con atención lo que ella consideraba aun servía para su cena.
Y el par de viejos, se
peleaban su favor.
Borrachos se disputaban
su atención.
Ella les fue indicando a
cada quien lo que debían buscar.
- Ya les voy a preparar
la comida.
Quédense quietecitos.
Tráeme la leña; le dijo a
uno que casi no la dejaba caminar.
Y al otro le dijo,
consígueme fosforo o algo para encender una fogata aquí mismo.
Una vez que se vio libre,
aprovechó a prepararse mejor y a seguir echándose mas pintura encima.
Y aprovechar para subirse
sus caídos senos, movió todo su roído
esqueleto y dio unos salticos de emoción.
Claramente se veían que
eran unos indigentes.
Pues uno de ellos cargaba
una botella y se la ofrecía a cada rato a ella.
Hasta que le dijo:
- Ya está bueno chico que me está mareando “un poquito” ¿Me quieres
emborrachar?
¡Y ya sabemos lo que me
pasa cuando me paso de tragos! – Les dijo en son de broma. - ¡¡¡Puedo quedar
embarazada y después no sabremos quién será su padre!!!
Los dos tambaleantes
ancianos celebraron ruidosamente esa
salida de esa dama antañona.
Ambos torpemente se
pusieron a encender la fogata y después de varias caídas de ellos mismos, lo
lograron hacer.
Colocaron unos pedazos de
ollas…Que francamente no vi de donde la sacaron.
Ella le indicó a uno de
ellos que fueran a buscar agua…Y hasta donde estábamos llegó en busca de
preciado líquido.
- Regálame un poquito de
agua, es para preparar nuestra comida. - Y mientras estaba hablando con
nosotros, el otro se le adelantó y algo le dijo al oído a la fémina, porque de
allí en adelante comenzó a comportarse como una “perfecta ama de casa”
Antonio buscó un balde
que contenía el agua que hasta ese momento la utilizaba para limpiar los quesos
que vendía y le dijo…
- De agua lo que tengo es
esta… - Le dijo mientras le señalaba esa agua toda turbia.
- Nos sirve. – Dijo sin
detallarla, ya que mas preocupado estaba por llevarla rápidamente a esa señora.
- ¡Epa, me traes el envase! – El tipo le dijo que ya
venía, corrió y echó el agua en la olla
y regresó rápidamente para devolver el envase.
Para cuando llegó el tercer componente, ya
todo estaba preparado entre esos dos.
Y éste se dio cuenta, y
les dijo…
- ¿Qué paso aquí en mi
ausencia?
- ¡Ella es mi señora! –
Le aclaró el otro de una forma tajante.
- ¿Por hoy…? – La señora
se entretenía mientras tanto en cocinar, dejándole eso a las cuestiones “de
hombres”
- Por hoy. Por esta
noche. Por mañana y ya veremos… - Le respondió seriamente.
- Eso está por
verse.- Sacó de su bolsillo una
botellita de caña clara y se la ofreció diciéndole…
- ¿…Y para qué vamos a
pelear por eso…? ¡Si hay de sobra!
El por respuesta…Se tomó
un trago largo.
- Claro compadrito. Tú
siempre tienes razón.
Ya veremos, si algo te
dejo…
Y cayó sentado por el
efecto de ese licor.
El caso es que después
apareció el resto de los componentes y
comenzaron a celebrar ruidosamente.
Ya para ese entonces eran
ya mas o menos las seis de la tarde y creí prudente retirarme.
- Mejor nos vamos. – Nos
recomendó Antonio mientras comenzaba a recoger todos sus quesos y todo lo
referente de su negocio, los montaba a su propio camión.
El de las arepas asintió
y comenzó a recoger lo suyo para montarlo en su vehículo.
El caso es que en
cuestión de minutos ya nos encontrábamos preparados para irnos.
Ya pronto se comenzaba a
escuchar las risas y las carcajadas de esos que se apoderaban de ese sitio, en
medio de tanta basura.
El forcejeo de los
periclitados viejos que luchaban por lograr el favor de tan bella dama, la cual
estaba complacida por sentirse la agraciada por tan grande honor.
Ya los que limpiaban
estaban en su plena faena.
Pero en mi mente quedó
grabada la presencia y la altivez de esa anciana que se hacía respetar en medio
de tantos borrachos, pero ese era su mundo, su dominio, su reinado…
…Lo que pasó después…No
lo sé.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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