“Sandrita”
Sandrita a pesar de su
corta edad, ella tiene “ese poder ilusorio” de amar el sol con toda su
intensidad.
Tanto es así, que su
madre constantemente la tiene que “arrastrar” fuera de los rayos solares, ya
que -si por ella fuese- viviría
contemplándolo desde que comienza en la madrugada hasta su ocaso.
- ¡Qué te vas a poner
como una negrita! Como las niñitas del África. – Pero caso omiso le hacía.
Le respondía a su
progenitora…
- Es que tú no me
entiendes…
- ¿Y qué debo entender?
- Que yo soy su novia.
- ¿Tú, novia del…Sol?
¿Pero no ves que es un
astro muy caliente y que te va a derretir?
- Yo soy la luna…Su
esposa. Y cuando sea grande, con él me voy a casar. – Su madre sonrió y para
sus adentros se dijo: ¡Qué de locura tiene esta bebita!
Y ya no le prestaba
mayor atención…Solo el tener que “sacarla” de los rayos solares.
- Mami, lo que pasa es
que tú no nos entiendes.
- ¿Y qué debo entender?
- Que entre el Sol y
yo, ya estamos comprometidos.
- ¿Y cómo es eso mi
tesoro? – Le preguntó intrigada.
- Él nació para mí, que
soy: su Luna.
Y como tal somos:
Marido y mujer.
Y yo le pertenezco y
cuando ya sea grande…
Nos vamos a unir en un
solo amor.
- ¿Y qué sabes tú del
Amor?
- El necesario para
afirmarte: ¡Qué nos amamos!
Y que pronto seremos:
¡Uno solo! Ya lo verás.
Esta afirmación se daba
muy constante y ya su madrecita, la llegó a tomar como “un capricho de niña” y
pronto la asumió como algo que debía respetar, pues se preguntó: ¿Y quién soy
yo, para impedírselo? Porque puede ser que en su vida anterior mi hija pudo
haber sido una…Diosa egipcia.
Puede ser – Cavilaba
mientras siempre la veía allí, sentada a pleno sol- con su cabellera infantil sudorosa… Pero
feliz.
“No sabemos a qué hemos
venido a este mundo” – Se contentaba con decirse eso.
“A lo mejor tiene mejor
suerte con el amor…Que la que he tenido yo”
Y de lejos aprendió a
irle aceptando ese “pequeño capricho” de su infante.
“Yo quise mucho a su
padre. Pero solamente yo lo quería…Y él se dejaba amar por mí.
¿Quién sabe quién será
ese fulano “Sol”?
A lo mejor es su
Príncipe Encantado y yo se lo estoy negando. Además ningún daño se hace -solo el quemarse- que eso sí, que me preocupa”
En cierta ocasión, le
escuchó decirle al Astro Rey…
“¡Bien sabes que te
amo! Y que he sido predestinada a ti, pues como ya lo sabes…
Soy tu Luna.
Y como tal, sabes que
soy muy caprichosa.
Tú tendrás que
aceptarlos, como yo te acepto a ti.
Y como tal, nos
habremos de fundir. ¡Ya lo verás!
Y te he amado, aún en
el vientre de mi madre.
¡Eso bien lo sabes!
Y ya sabes, que debes
esperar a que crezca.
Aunque llegarán
momentos en que no nos veremos, porque yo seré la noche y tú el día.
Pero no te preocupes
mucho…No te pongas triste.
Yo me daré mis
escapaditas e iré contigo.
Y juntos jugaremos, lo
que siempre hemos hecho.
¡Jamás te he de dejar,
contigo siempre estaré!
Tú siempre estás
solito. No tienes mas compañía que la mía, y por eso no te voy a dejar solito.
Yo sé que tú a mí no me
quemarías.
¿Y cómo podrías
destruirme a mí? ¿Estás loco?
Si lo haces, solo te
quedarías.
Porque como yo, no hay
dos. Soy solamente yo. Como tú, ¡solamente eres tú!
¡Abrázame y bésame con
ternura, pues mucho te quiero!
¡Y no te pases de
listo, mira que te estoy chequeando!” – Su madre últimamente se había puesto a
la tarea de estar “espiándola” y en su inocencia, ella se regocijaba.
Al verla como lo
arrullaba y muchos besos le daba.
“…Que ternura la de mi
hijita…Espero que la realidad no la golpee, tal como lo hace conmigo.
Porque esta vida no es
la que ella está viviendo.
Pero apenas es una
niña. Debo dejarla quieta en sus juegos infantiles” – Y cerca de ella, no le
perdía mirada.
Horas de horas, la
pequeñina suspiraba.
Sus pulmoncitos se
hinchaban de emoción.
Y con sus bracitos,
tiernos abrazos le daba.
Y así transcurrían los
días…Y ningún cambio había.
Tiempo al tiempo, se
calmaba su angustiada madre.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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