“¡Eso no puede ser
posible!”
-
Mira mi cielo, ¡yo no sé qué vas a hacer tú!
Pero
es que esta situación no la soporto mas.
¡No
me la sigo calando!
Aquí
llega Peter -nuestro hijo- y
cada fin de semana se aparece con una mujer distinta.
Se
meten a su cuarto, y luego soy yo las que les tengo que preparar: desayuno,
almuerzo y hasta la cena ¡a los dos!
¡No
puedo seguir en esto! – Pilin estaba muy indignada y estaba “descargando toda su
cólera” exponiéndole a su esposo: Peter, para que este tome cartas en este
asunto.
El
marido la miró de reojo, ya la conocía, y sabía también que su mujer aguantaba
y soportaba…Pero que cuando explotaba… ¡Ardía Troya!
Se
quiso seguir haciéndose el desentendido, pero lo que su esposa le estaba
pidiendo a gritos es que él como su
padre, asumiera el control y pusiera en tres y dos a su hijo.
Él
mismo estaba consciente de que su propio hijo había “saltado la verja” en
varias ocasiones.
Y
que el respeto y la consideración que les debía a ellos -sus progenitores- los había obviado, ofendiendo y exponiendo
al resto de sus hermanas e hijos, a situaciones altamente agresivas.
Por
cuanto en ocasiones se le aparecían a esa casa dos o tres mujeres distintas, y
todas exigiendo ser tratadas como la verdadera esposa del joven.
Peter -el padre-
cavilaba.
En
verdad, prefería que su costilla enfrentase
-tal como siempre lo hace- pero
es que en esta ocasión…
¡Hay
tres mujeres en su sala!
Y
cada una de ellas botaba a la otra.
Formándose
tanganas, que rompían la armonía familiar.
Eso
parecía un ring de boxeo…Todos contra todos.
Ella
estaba en espera de que su esposo “agarrara al toro por los cuernos” y le
expusiera a su hijo…Lo que debía hacer.
Y
que su hogar: ¡Se respeta!
Todo
lo sabía el marido…Pero no quería intervenir.
Realmente
era ella la que se enfrentaba a todos los percances de la casa y él, se
encargaba de su labor de productor.
Indeciso,
temeroso e inquieto, no encontraba la fórmula ideal.
- ¿Qué
piensa hacer “el Señor de esta casa”? – Le preguntó muy molesta, ya que lo
seguía viendo que prefería escurrir
-como siempre- esa
responsabilidad.
-
¿Y qué voy a hacer yo pues…? – Le dijo sin mirarla.
-
¡Tú eres su padre, tú eres el Señor de esta casa!
¿Ah
te vas a escurrir nuevamente y me lo vas a dejar a mí solita todo este
berenjenal…?
-
…Siempre lo has hecho…
-
…Pero míralas…Parecen tres “damas indignadas” y las tres están esperando que
seamos nosotros los que tomemos la decisión…
…No
sé qué vas a hacer tú… - El hombre comenzó a masticar -señal de nerviosismo- ya ella lo conocía.
Comenzaba
a caminar de un lado a otro.
Mientras
las tres “coaimas” (Tragavenado, Tres narices…Serpientes ponzoñosas…) se habían
adueñado de cada una de las esquinas de esa sala…
El
ambiente es insoportable.
Sus
hijas se habían agolpado en espera de que decisión debían tomar.
La
presión seguía en aumento.
-
…Ahora falta que “el nene” se aparezca con una nueva.
Razonó
la matrona.
Y
en vista de que su marido se negaba a tomar acciones…
Ella bordeó su casa y se
fue por los callejones.
Huyéndole
a esa incómoda situación.
Peter -“El Señor de la casa”- intentó detenerla y conservarla a su
lado…Mientras tanto.
Pero
ella en un descuido de él se le escurrió y se fue a acostar a una hamaca que
poseía en el patio.
En
búsqueda de la paz, que esas mujeres le venían a secuestrar.
Pronto
se vieron las tres que se posesionaron de la calma de ese recinto familiar.
Y
los verdaderos dueños…Se quedaron en la periferia. Para evitar.
-
Mami Peter debe estar por llegar… - Le
advirtió una de sus hijas.
-
¡Ojalá no venga con otra nueva! – Comentó mientras trataba de mecerse en la
hamaca, mientras cerraba tus ojos…Como
queriendo borrar todo.
Pasaron
varios minutos mas, y cada una de ellas se creía la ganadora de ese maratón y la que se quedaría reinando en esa casa.
Al
rato se escuchó el ruido de un motor…Se iba acercado cada vez mas
y mas…
-
…Está llegando… - Sentenció la madre. - …Comienza “la fiesta hoy mismo…”
Y
sus hijas asintieron. Estaban muy pendientes, pero ninguna de ellas tomaría la
decisión en ese asunto.
El
marido se le dejó acercar. A su lado se le colocó.
Todos
en silencio y con mucha aprehensión estaban a la expectativa.
El
muchacho estaba ajeno a todo. Y traía a
su nueva novia a la casa de sus padres.
Pero
en la medida en que se iba acercando, comenzó a
reconocer a sus (ex) “novias”.
A
todas las hizo suyas, a todas les había prometido lo mismo.
“Que serían las
reinas de esa casa”
Todas
exigían el respeto a su condición de señoras.
-
Mira Peter, aquí va a ver una tángana. ¡Has algo chico!
El hombre seguía nervioso, ya que temía que al enfrentarse
a su hijo corría el grave riesgo de que
su hijo no volviera su casa...
Y eso no era lo que él quería
Pero
ya las cartas estaban echadas.
Y
no había vuelta atrás.
Las
contrincantes se levantaron de sus sillas y estaban a la expectativa de la
guerra campal que allí se generaría.
El
joven tenía en su poder a una jovencita linda y bella, visiblemente era una
menor de edad.
Horrorizado
se vio descubierto, protegió con su propio cuerpo a su nueva conquista.
La
jovencita estaba asustada.
Pasó
en medio de todo esos reclamos.
Hizo
caso omiso a todos los gritos desaforados y a los arañazos que le lanzaban.
Atacaron
a la jovencita y la insultaban.
Siguió
protegiendo con su cuerpo la humanidad de la joven, corrió a su habitación, sacando la llave y con dificultado logró
abrirla, metió a su nueva novia y tras él cerró la puerta con fuerza.
Le
puso una silla al picaporte para evitar que se la abrieran y se acostó
abrazándola con toda su fuerza, nadie le iba a impedir disfrutar de esa
virgencita tan linda y tan bella.
El
escándalo fue apoteósico. Gritos. Chillidos. Ofensas. Arañazos. Empujones. Fue:
Horrible ese enfrentamiento.
Pero
ni el padre, ni el hijo su cara dieron. Así transcurrió por varias horas mas.
Hasta
que una a una se fueron obstinadas y ofendidas.
Poco
a poco, la paz comenzó a recuperar su espacio.
Peter -el hijo-
le prometía a su nueva novia que eso era un mal entendido y que todas
esas mujeres se enojaban con él, porque todas querían ser las preferidas…Pero
que nadie la podía reemplazar a ella…
- ¡Eres
única en mi vida!
¿Y
qué culpa tengo yo, si apenas te me has aparecido?
Y
después de ti…. ¡Nadie mas!
Te
juro que contigo moriré tal como mi propio padre está con mi madre.
¡Mas
de cuarenta años de Amor Eterno!
¡Te
lo juro! Mañana conocerás a mi madre y a mi padre, y a cada una de mis
hermanas.
Ellas
te harán sentir en familia.
Ahora
a lo que venimos…
Ya
hay paz, nadie nos va a interrumpir…
Y
la noche es joven para nosotros. Comencemos
ya…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015