“Las apariencias…”
Vivía en una posada en
Punto fijo, mi habitación quedaba en el primer piso, por lo cual me sentía muy
beneficiado, ya que podía dormir hasta con la ventana abierta y el viento
(aunque caliente) refrescaba mi habitación.
En la casa de al fondo, al principio estaba
baldía, pero con el correr del tiempo fue vendida y el nuevo dueño era un
hombre que vivía solo.
En la parte de abajo (en
la misma posada), estaba alquilada una casita de dos habitaciones, pero con
entrada independiente que daba su frente a la calle lateral, la misma que
quedaba al lado de donde se había mudado el señor en cuestión.
La casita a la que me
refiero pertenece al mismo dueño de la posada, pero con entrada independiente
(como ya lo había descrito antes) y en ella habitaba una familia, compuesta por
la mama (una señora joven, madre soltera) y sus cuatro hijos (ya algunos en
edad entre los diez y ocho a veinte años) dos varones y dos hembritas, eran sus
hijos.
El dueño de la posada, es
un hombre ya mayor, pero muy activo. Viudo.
Y con el correr de los
días, siempre lo veía que visitaba a la señora en cuestión.
Por lo que me hablaba el
mismo dueño, me decía que la joven señora no le era “indiferente” y que la
estaba pretendiendo.
Pero a la llegada del
nuevo vecino, las cosas comenzaron a “enredarse” un poco.
Pronto veía que ambos, la
comenzaban a “merodear” y aunque no se repelían…Pero no se miraban con buenos
ojos.
Pronto comencé a escuchar
que el nuevo vecino, cantaba con un vozarrón que de tenor seria (digo yo) y sus
canciones eran de despecho.
A la joven madre, comencé
a verla, con mejores vestidos. Mejorando su presentación.
Y entonces, “viendo los
toros desde la barrera” asumí que el “nuevo pretendiente” tomaba su delantera.
Fue cuando el viejo,
comenzó a buscarme y me invitaba a salir…Pero de ese tema…
Nada me hablaba.
Los días fueron
sucediéndose de una forma vertiginosa.
Y a la doña cada vez la
veía mas hermosa.
“Escoba nueva…Siempre
barre mejor” asumía en silencio.
El cantante pronto se
volvió un ruiseñor…
La cosa va viento en
popa -pensaba yo- ya que el propietario de esa casita se había
alejado.
Puse mejor atención…
La doña no era nada fea.
Buena presencia portaba.
¿Su hija? Flor en
efervescencia. Siempre como su
madre…Ambas lo esperaban.
Contemple a su hijo, de
mas o menos unos veinte años…Los tres recibían al “tenor” todas las tardes, y
hasta bien entrada la noche…Su parranda formaban los cuatro. Y era el vecino
que siempre pagaba.
Los tres en la puerta lo despedían.
Y eso me llamo
poderosamente la atención…
Porque… ¿Por cuál de los
tres…Iría…?
Mal no quise pensar…Pero
es que…
Noche tras noche,
mientras trataba de conciliar mi sueño…El trovador se inspiraba…
Y en cada estrofa…Su
corazón destrozado mostraba…
“Es tímido este
hombre…Porque no le declara su amor de una vez…Y así deja de maullar de noche…”
Me decía mientras ese
cantante entonaba su repertorio amoroso.
Pero es que de lejos…Todo
es espejismo…
De repente, el viejo
pretendiente me informa:
“¡Que la fulana lo está
volviendo a buscar!”
¿…Entonces a quien
pretenderá…?
Ya la madre se está
desmarcando.
…Misterioso misterio…Digo
yo.
¿Sera a esa flor que floreciendo…Pretenderá?
Pronto vi ya al viejo
padrote con su sonrisa a flor de piel, junto a su dulcinea presta a salir con
el…
Pero el trovador con su
cantico nocturno…
Desgarraba la noche…Sus
canticos hasta me hacían llorar a mi…
¿Quién será…Adivina adivinador…?
¡Hasta que una noche lo descubrí!
No era la nueva flor la
que ocasionaba sus canticos románticos…No. Me encontraba equivocado.
De ella no estaba
enamorado…
No era por ella, que él
cantaba.
Pero ya a esa casita…No
le permitían su acceso…
Pero sus canciones se
tornaban ya fastidiosas
desgarraban la noche
tranquila…
¿Entonces…Por quien “se
desgarraba” cantaba ese “ruiseñor”?
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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