“Porque…”
De
cuando en cuando
y de
vez en vez,
contigo
deseo andar,
pero
mi presencia rechazas.
Pretendo
marcharme contigo,
pero
no me lo permites,
nunca
te veo,
pero
algo me dice que allí estas,
te
siento,
como
las flores sienten el rocio,
mi
corazón aliento llevas,
pero
igual me dejas…
Muchas
veces…Te huelo
y miro
a todos lados…
En
otras te presiento…
me acaricias,
me arrullas,
me
consientes,
me
soportas,
mis
dichas y desdichas escuchas,
me
abrazas con esos brazos invisibles
que
tuyos son,
y me
hacen protección sentir
en
algunas ocasiones
con
arrebatos
y en
otras eres imperceptible…
A
veces con escándalo
tu
presencia anuncias
y de
repente…Te desapareces…
Te
esfumas, sin rastros dejar.
¿A
dónde vas a dar…?
Que
de mí te espantas…
¿Será
que la tierra bordeas…?
Y de
mi presencia aborreces…
¿Qué
te puede detener o contener…?
Tú presencia
no es física…
Sé
que eres tú,
ya no
me engañas,
cuyo
rostro desconozco,
cuya
figura es infinita,
tú
presencia apenas siento
mi
soledad refrescas
mis
pensamientos te llevas…
Cubres
lo que no es perceptible,
pero
el que no te vea, no significa
que
no existas,
me
halas,
estrujas,
inhalas
y
también me exhalas.
No
te veo, pero sé que estás ahí…
Y
aunque no te pueda precisar,
pues
no ocupas lugar
y te
desplazas a donde mejor te plazca
ni
apariencia tienes
pero
tu fuerza descomunal es.
Controlas
lo que no se puede ver,
te
siento, aunque cuerpo visible no sea.
Etéreos
eres, si a ti te parece,
tus
fuerzas, que tú mismo controlas
no
son perceptibles,
pero
me direccionan.
Y
aunque trato de ignorarte,
tú no a mí.
Me
dices tus cosas,
muchas
son,
opinas
lo que mejor te plazca.
Todo
lo sabes,
lo
ves,
lo
percibes
testigos
eres
hablas
y no te escuchamos,
tan
solo eres un rumor vago
sin
sentido, ni dirección.
Te enfureces
y
pagamos caro
esa
afrenta.
Eres
divino,
siempre
con nosotros estás.
Pero
nos negamos.
Por
eso destruyes la mano del hombre.
Las
ciudades son borradas.
Los
mares estremeces…
Das
un vuelco a todo.
Al
pecado también,
y
aunque vuelva a florecer
como
al fuego…Aplacas,
sometes,
dominas
y
extingues.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2015
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