...Vivo asustado. Atormentado.








“Vivo asustado…”


- Yo estoy consciente de que cuando éramos unos chicos Julián y yo nos jugábamos muy fuertes. Y en verdad fuimos muy unidos.
Jugábamos a los trompos, a las escondidas, a elevar papagayos, a correr, a luchar, etc.
Recuerdo que estábamos ya grandecitos…
En esa edad en la que uno cree que domina todo el mundo.
(Hasta nos compartíamos a las noviecitas de ese entonces.)
Y Julián siempre me decía que cuando fuéramos ya hombres, no nos distanciáramos.
Pero tú bien sabes, uno va creciendo y creciendo. Y cuando uno llega a la edad adulta…Ya todo cambia.
Los estudios. Los trabajos.
Adquieres nuevos amigos  ¡y todas esas cosas!
…Pero para no desviarme del asunto central…
En esos tiempos, nos hicimos varios juramentos…Los cuales con el correr de los años  ¡pues se me han ido olvidando!
Uno de ellos fue: ¡Qué no nos separaríamos aunque fuésemos adultos!
Tú sabes, éramos muy unidos. Mas que con mi propio hermano.
Y otro de los juramentos que nos hicimos fue:
Que cuando el primero de nosotros nos muriéramos…Le avisaría al otro…
(¡¿Te imaginas tremenda locura?!)
Todas las noches. (Y nos mofábamos haciéndonos maldades el uno al otro.)
Ya sabes…Asustándonos.  -Y en aquella época era motivo de gracia, para nosotros-
Y no nos importaría, si estás  dormido  o no.
Nos jalaríamos por el dedo gordo del pie derecho. Te jalaría la oreja.
O te haría cosquillas. (¡Qué locura!)
Uno de chiquillo comete muchas tonterías…”Y esta”  fue una de ellas.
Y te informo: ¡Ya este amigo murió!
…Y desde entonces: ¡No me deja vida!
Se me aparece noche tras noche.
Me jala. Me golpea. Me hace cosquilla.
Y comienza a llorar a la cabecera de mi cama. (¡Si! A llorar a moco tendido.)
Me dice: ¡Acompáñame!
(Me aterra porque mimetiza en mí su tremenda soledad.)
¡No quiero estar aquí solito! – Me dice llorando - ¡Me prometiste que estaríamos juntos!
…Lo escucho gemir.
¡Me parte el corazón! 
Esto es muy complicado para mí.
Me tiene encerrado. Encajonado.
Está muy solo. Angustiado.
Me cuenta que se siente muy nervioso.
Que lo acompañe. Y hasta me cuenta todo lo que hizo, una vez que la vida nos separó.
Me cuenta que se casó.
Que su mujer le fue infiel.
Que la encontró con el otro.
Y que allí mismo los mató a los dos.
Me cuenta que una vez que la vio muerta, no pudo soportarlo mas y se pegó un tiro en la sien derecha.
Que vaga solo por la eternidad.
Que no tiene sosiego alguno.
No tiene a nadie conocido.
Solo enemigos ocultos.
Todo a su alrededor es oscuro. Macabro.
Lo atacan toda clase de demonios.
Seres de ultra tumba. Deformes. Horribles y asquerosos.
Me narra de todas las emboscadas que le causan, no duerme, no tiene reposo.
Que vive en el infierno…
No encuentra la forma de escapar de allí.
¿Y qué puedo hacer yo…?
Ahora mismo,  mírame las ojeras que mantengo.
No me deja dormir.
Y ahora se ha dado a la tarea de seguirme hasta de día.
Va conmigo a mi trabajo.
Espanta a todos los que están conmigo. Se hace sentir de una forma muy irascible.
¡Va conmigo a todas partes!
Quiere que me vaya con él.
En ocasiones se pone violento.
Sabes…Yo vivía bien…Hasta que me apareció el alma errante de este amigo.
Y no quiero abandonar a los míos.
¡Me aterra el que me le haga daño a alguno de mis hijos o a mi esposa!
…Y lo peor es que me está proponiendo que me mate en unión de mi familia y así poder hacernos compañía, protegernos los unos a los otros.
…Y yo no quiero ese tipo de vida ni para mí, ni para mi esposa e hijos.
…Pero sus amenazas se están poniendo mas y mas evidentes.
Temo que ya mi esposa sospeche de esto. Y no encuentro la forma de zafarme de esta desgracia.
Mira… ¿Me ves cómo tiemblo…?
Se ha vuelto malo. Irascible. Sanguinario.
…No encuentro una solución para mí caso…No sé qué hacer.
Ya ni como, ni duermo…Ni tengo paz.
Exige que cumpla mi palabra.
…No sé cómo eludirlo…Me acorrala…
…Temo lo peor…












© Bernardo Enrique López Baltodano 2015



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