“...Tengo algo sobre mis hombros…”
- Todas las noches cuando me dispongo a irme a dormir, siento como que si un mocho se me monta a mis hombros.
(Comprendo que no me puedan entender.)
No logro verlo, pero sé que es un mocho por cuanto no le siento sus piernas.
(Me domina como si fuese “su esclavo”)
Y me controla. Me obliga a hacer cosas que normalmente nunca haría.
Como por ejemplo; y eso me está sucediendo muy a menudo, me coloca pensamientos de posesión a mi propia esposa. (Por su culpa: ¡La he ofendido en su pudor!)
También me dicta que debo “deshacerme” de alguna persona, por el simple hecho de que discutió conmigo en mi trabajo.
En ocasiones me domina y me hace hacer cosas para él, me niego y es cuando me hace doler la cabeza, hasta tal punto que las venas en mi frente, se hinchan.
(No tolero ese horrible dolor.)
Debo obedecerlo. Y no me gusta, pero nada puedo hacer.
En muchas ocasiones me previene de algo que me va a suceder.
O “me sopla” al oído, algún plan perverso de mis enemigos laborales -Ya hasta estoy empleando sus palabras: “enemigos” cuando debí haber dicho: “Adversarios” porque en verdad; eso son- y así por el estilo.
En ocasiones me hace “faltarle el respeto” a alguna mujer…
¡La que sea! Y si está “jugosa” o “bien buenota”
generalmente ¡me está obligando a hacerle cosas sucias”
...Esto me tiene muy preocupado.
Tanto; que tuve que confesarle a mi esposa.
¡Si y con mucha vergüenza!
Pero tenía que enterarse.
No está en mi; y ella me conoce desde hace muchos años y se percató de ese cambio tan horrendo.
Me confesó que no encontraba la forma de tratar este tema...Porque me ha llegado a tener: miedo.
Y tuve que hacerlo porque cuando estamos en nuestra relación...Ella me afirma que no soy el mismo.
¡Qué la miro de una forma muy lasciva!
¡Que la trato como si ella fuese “mi esclava sexual”!
¡Y hasta a llegado a tenerme miedo! ¡Terror!
¿Cuando yo, la he tratado en esa forma tan denigrante…?
¡Nunca! Y ella es consciente de esto.
...Pero esto se está saliendo de control.
¿Y qué puedo hacer…?
Me obliga a “usar en forma sucia” a mi propia esposa, a la madre de mis hijos.
¡A ella a la que amo mas que a mi propia vida!
La estoy tratando como si fuese “una cosa”
...Esto se me está saliendo de control.
No encuentro la forma de quitarme de encima a ese mocho.
(Y yo he peleado con “eso”, pero siempre me domina.)
Menos mal que ya mi esposa, ha comprendido que no soy yo.
Hemos ido a centros de brujos.
Nos han consultado en todas partes.
Tabacos. Cartas. Sesiones. ¡De todo!
¡Menos mal que ya ella me apoya!
Pero no está en mí. Él se posesiona de mi cuerpo.
No sé cómo evitarlo.
Algunos brujos -de los tantos que hemos tenido que consultar- nos dicen que “ese muerto me lo colocaron” y hasta me han dicho que es una mujer que está enamorada de mí. ¿...? ¿De mí…?
Y que debido a que no le hago caso, me ha echado ese embrujo. ¡A mí! ¿Por qué a mí?
¡Nada malo le he hecho a esa señora! ¡No es justo!
(¡Dios qué problema tan grande tengo!)
...Pero lo cierto es que hasta el día de hoy…
¡Ninguno me lo ha podido quitar!
Está enquistado como si fuese mi propia carne.
¿Qué hago?
No tengo vida. Ahora me la paso con la tensión a millón.
El nerviosismo me ha hecho su presa.
Y lo peor es que no sé ¿en qué momento se mete en mí?
Y estoy escribiendo estas letras, para dejar constancia por escrito.
Puesto que de seguir tal como sigo, ¡he decidido matarme! ¡Si acabar con esta vida miserable!
Ya no soporto mas. Estoy agotado.
Su control ahora es incuestionable.
Por eso es que debo hacerlo.
Debo hacerlo para no seguir dañando a las personas que mas amo.
Pero antes quiero que la(s) persona(s)
que tenga(n) acceso a esta carta, me logren comprender.
Y si los he ofendido o molestado, sepan que no fue por mi causa...Y que he sido obligado.
A mi esposa...Que me perdone. Su culpa no ha sido.
Pero no puedo seguir en este martirio.
¡Esta no es vida!
...Y no se la estoy deseando ni a mi peor enemigo.
¡Nadie es culpable de lo que me toque hacer!
Nadie me ha inducido a esto.
Y el único culpable es: ¡Ese muerto que cargo en mi hombro!
Él y sólo él, me ha hecho hacer las cosas que ¡jamás hubiese hecho!
Pido perdón a todos, por ese proceder.
...Pero he de hacer...Lo que no debo hacer.
Pero mi esposa y cada uno de mis hijos no deben seguir llevando este calvario.
Y ojalá que una vez que lo logre…
¡Lo pueda ver cara a cara y enfrentarme a él!
Porque ese desgraciado, ha desgraciado mi existencia.
Y estoy seguro que si puedo hacerlo…
¡Le voy a terminar de romperle hasta su alma!
Dios quiera y me de esa oportunidad.
...Y si está(n) leyendo esta carta…
Es porque...
© Bernardo Enrique López Baltodano 2015
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