“Adiós
amigo”
- ¡En el Santo Nombre del Dios!
¡El Altísimo!
El que todo lo puede…
El que todo lo da. – Quién así me llegó saludando es un
anciano que ya de tanto vernos y de hablarnos, ya me considera su amigo.
- ¡Dios te bendiga! – Insistió y en esta ocasión me agarró por
mi brazo, levantó sus ojos al sol inclemente.
Lo noté nervioso.
¡No era él mismo señor…No lo era!
Y digo esto porque nunca lo había visto así…Tan agotado. Tan
entristecido.
Y mientras me hablaba, se quitó su sombrero y se lo puso en su
ya desgastado pecho.
- ¡Ay mis hijos! Mira cuando uno tiene hijos… ¡Todos los hijos
son de uno! -
Y con su camisa ya desteñida y
ajada, portaba su viejo y rancio pantalón.
Me llamó poderosamente la atención fue que su mirada la vi
perdida, con sus ojos enrojecidos que a través del grueso vidrio de sus lentes
me veían con desesperación.
(¿Y yo? ¡Me estaban esperando!
¡Qué pena me dio!)
¡Cuánto lamento no haberlo atendido cuando a mi puerta llegó
tocándome!
…Presiento que deseaba hablarme…
¡Pero la bendita prisa que en ese momento tenía!
Me impidió atenderlo como es debido.
(Una excusa que en algo me solivianta el fallo que tuve. ¡Que
es inexcusable!)
- ¿Y qué me le pasa don Carmelo? – Atiné a preguntarle,
mientras seguí mi camino
-me esperaban para partir mi cuñado y su familia- y en ese momento -me sentí presionado…Comprometido ya que me
estaban esperando- y prácticamente corté
mi saludo y casi que ni esperé la respuesta del anciano.
Una vez que me monté en el vehículo y hubo partido…
Me quedó esa sensación tan amarga y pensando me reproché…
¡Debí haberme quedado!
¡Fui muy descortés con ese viejo amigo! Recuerdo que pasé la primera media hora con
esa premonición en mi mente:
¿Y si vino a despedirse de mí…?
¿Y si quería contarme “algo muy grave”?
(¡¿Cuánta gente viene a nosotros…?!
¿Para hablarnos de algún problema que tenga y no lo
escuchamos…?
¿Cuántas veces hemos pecado con no oír a esa persona que viene
a nosotros…?)
…Nunca me perdonaré esa acción cometida por mí.
¡Debí atenderlo!
-Pero no lo hice- …He allí mi pecado.
Y me ha quedado ese desagradable sentimiento. De frustración…
…Pero ya no puedo hacer nada.
¡Ojalá tenga la oportunidad de volver a ver!
…Ojalá pueda enmendar
mi error…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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