“Viendo una película”
Estábamos viendo el comienzo
de una película gringa, y el tema era de: Guerra.
Nos pareció buena, y dejamos
el canal del cable.
Me encontraba con Carlo y
Ricardo.
En la comodidad de la casa
del buen amigo Carlo.
Estaba anocheciendo.
Su casa se encuentra
enclavada en el fondo de un callejón, de muy solitaria presencia.
De un clima por demás de
excepcional. ¡Agradable!
Y en donde solamente era
perceptible…El silencio.
“Esa sensación que te arrulla
y que te invita al descanso y al ocio” – Analicé mientras allí estaba.
De vez en cuando se escuchaba
como música de fondo…Algún que otro sonido producido por aves. Las cuales con
seguridad, habían hecho su nido por esos alrededores.
Y en otras ocasiones por el
croar de los sapos y ranas…
Que por allí suelen pulular.
Aunque en ningún momento pude
visualizar algún charco, o alguna corriente de agua.
Pero bueno, así es la
naturaleza, inexplicable.
Carlo (mi amigo por) su
posición (en un pacifista incurable), es mas bien hacia la paz y el buen
decoro, pero accedió a ver ese tipo de película -ya que éramos mayoría- se acomodó en su asiento y nos soltó esta
perla…
- Bueno vamos a ver ese
“enlatado del Imperio” y con toda seguridad: Los “mariner” van a ser unos:
“¡Súper Machos!” y volveremos a ser “testigos” de como uno solo de ellos…
¡Matan a centenares!
¡Ja! No los conoceré yo…
¡Pero bueno si ustedes insisten…Pues la veremos…!
- Y con toda seguridad:
¡Ellos vienen a ser “los salvadores de la Democracia Mundial!” – Alegó Ricardo
mientras se amoldaba a su asiento.
- ¿Ah, pero ya la vieron? –
Les pregunté asombrado, ya que comenzaron a emitir sus juicios de valor contra
esos pobres seres aguerridos…
- ¿Cuánto apuestan: ¡Seguro
que salieron de su territorio a “Defender la Democracia”!? – Nos preguntó
Carlo, sin apartar su mirada de la pantalla televisiva.
- Y seguramente que veremos a
unos: “¡Rambos!” – Agregó Ricardo (de tendencia abierta en contra de ellos).
Preferí guardar silencio y
con lenguaje de señas, les inquirí si dejaba ese canal o seguíamos en la
búsqueda de la mejor película que se pueda presentar.
- No déjalo allí. – Convino
en forma decidida Carlo.
- Claro, claro. Tengo tiempo
que no me calo “una de vaqueros” así que: ¿qué mas da…? – Aseguró Ricardo.
El caso es que deje esa
película.
Se trataba de un “Grupo de
Fuerza” que enviaron desde el Norte.
Iban a defender una “conversación
de paz”, entre dos bandos enemigos de un
país sureño.
El grupo era de “elite”
conformado por: cinco soldados, comandados por un teniente.
Y se enfrentarían a centenares -de ambos bandos- los cuales iban perfectamente armados, hasta
contaban con helicópteros y aviones de guerra. Toda una trama. En verdad.
El caso es que -para mi pesar- todo se fue suscitando tal como mis amigos ya
lo habían dicho.
Un solo soldado mariner, se
enfrentó con una pistola de mano (de esas que lanzan como quinientas balas en
un segundo…Y se tardaron varios minutos en esa escena.) y vi como caían los del
bando enemigo.
Uno a uno. Y a veces por
parejas.
Mientras cayeron centenares
de las filas enemigas, apenas cayeron: ¡dos mariner! (Y uno de ellos, apenas le
rozó una bala por su brazo izquierdo. Que pronto se repuso.)
Y andábamos tan ensimismados
en esa proyección…
¡Cuando se escuchó un
tremendo estruendo!
En el acto, los tres nos
miramos los unos a los otros.
- Sonó como si fuese una
bomba… - Nos alertó Ricardo con sus ojos desorbitados.
Le bajamos el volumen al
televisor y nos quedamos en alerta.
Transcurrieron varios minutos
y nada.
- ¡Bah, ese ruido viene de la
película! – Determinó Carlo subiéndole nuevamente el sonido.
Y nos desconectamos de ese
incidente.
Seguimos con la trama.
Presenciamos que dos de los norteamericanos, huían ante ese acoso despiadado de
centenares de enemigos.
Era increíble presenciar como
esos dos -que por primera vez visitaban
ese país- pero se desplazaban con mucho
conocimiento de la zona.
Pronto llegaron a una población
y se camuflaron con los paisanos de allí.
(Y eran tan “buenos” ¡que nadie se persuadió que eran soldados extranjeros!)
Presenciamos como pronto
comenzaban a hablar en un perfecto español y de decidían por cual ruta tomar. Se
notaba a leguas que conocían muy bien ese poblado.
Y cuando estábamos en lo de
esa proyección…Escuchamos claramente…
¡Plum! ¡Plum!
- ¡Eso no viene de la película!
– Nos alertó Ricardo quien ya se encontraba en pie, mirando de un lado a otro,
como queriendo identificar adónde se habían originado.
Carlo y yo, nos levantamos y
seguimos con interés todo.
De repente Carlo tomó el
control del televisor y le bajó todo el volumen…Y lo apagó finalmente.
Ya nuestra atención se
encontraba en esas: ¡tres detonaciones!
Las dos que se dieron en ese
momento, mas la primera que no le dimos importancia alguna.
Pero aparte del silencio.
Ningún sonido, ni propio ni extraño. El silencio era impresionante.
Transcurrieron varios minutos
mas.
A la final Carlo comenzó a
desplazarse ventana por ventana.
- Estoy seguro que “eso”
viene de afuera.
- Pero puede ser de acá
mismo. – Alertó Ricardo.
Carlo me miró y me indicó que
fuese chequeando por dentro.
(Tal como apareció en la película…Puso
sus dos dedos indicando sus ojos y con la otra mano, me indicada que centímetro
a centímetro fuera “raspando” todo por dentro.
–Tal como lo hicieron los soldados…-) Tanto Ricardo como yo mismo
entendimos esa indicación. Así que procedí a ejecutar la orden que me fue encomendada.
En la sala se encontró solo
Ricardo. Vigilante…
Carlo llegó a la puerta y con
todo el sigilo posible, la abrió y emulando al comando (¡A la perfección! Se
inclinó y dando una voltereta… ¡Se desplazó fuera de su propia casa!) pronto se
salió del ángulo visual nuestro.
Por mi parte…Chequee todo. ¡Y
muy bien!
¡…Pero nada había!
En el centro de la sala,
encontré nuevamente a Ricardo -en ese
momento vi, como utilizaba el control “como si fuese una pistola” lista para
utilizar en contra del enemigo- no le
dije nada, ya que nos preocupaba Carlo, que todavía estaba afuera.
- Vengan muchachos. – Nos dijo
asomándose a la puerta. Salimos y una vez fuera, todo se desarrollaba con la
mayor tranquilidad posible.
- ¿Qué pasó? – Le preguntó
Ricardo, quien portaba todavía en sus manos el control tal como si fuese un
revolver…
- ¿Y para qué trajiste el
control? – Le preguntó molesto Carlo, y al percatarse de esto, soltó el aparato
rápidamente y lo lanzó a uno de los muebles que estaban en el porche.
- No veo nada extraño. Revisé
los carros y todo está normal. ¿Y tú? Me dijo a mí, y por señas le dije que
todo estaba normal.
Nos quedamos en esa área de
la casa de Carlo, cuando escuchamos claramente….
¡¡¡Grgrr!!! ¡¡¡Grgr!!!
- ¿Y esa vaina…Qué es…? - Gritó preguntándonos Ricardo visiblemente
aterrorizado.
En un movimiento valeroso de
mí parte…Entreabrí la puerta de entrada y pude presenciar el origen de tan
horrendos gruñidos…
- ¡Son tres lobos! – Grité despavoridos.
- ¡¿Lobos en mí casa?! ¿Y no revisaste bien…? – Me preguntó
angustiado y le respondí que en efecto, pero que no los había visto.
- ¿Se habrán metido por la
puerta del patio? – Analizó Ricardo.
- ¿Y abrieron “ellos mismo la
puerta”? – Le increpó Carlo.
Lo cierto que eran tres
voluminosos lobos que nos gruñían con todo su odio reflejado en sus miradas.
- ¡Esto es insólito! ¿Lobos
dentro de mi propia casa? ¡Imposible! – En efecto era inaudito.
Pero allí estaban.
- …Ahora faltan que abran la
puerta de entrada… - reflexionó Ricardo mientras lo veía.
Carlo lo miró de una forma
por lo demás muy odiosa, pero prefirió callar.
Nos alejamos un poco del
porche y ya nos encontrábamos en el frente, a unos cinco o seis metros de los
carros.
No encontrábamos la lógica
posible.
Y mientras discutíamos entre
nosotros…
Fuimos testigos de que ya
esas bestias no se encontraban adentro…Se nos acercaban asechándonos en forma
abiertamente hostil.
Agazapados…Nos envolvían,
como para agarrarnos a los tres y no pudiésemos escapar.
Por mí parte, puedo asegurar,
que ¡mi sangre se me heló entre mis
venas! Y mis piernas se
entumecieron.
Considero que a ellos, algo
parecido les pasó.
De repente…Yo me vi abriendo
la puerta de mi coche y mi posterior ingreso al mismo…
¡Cuando sentí como el cuerpo
de una de esas horribles criaturas se estrelló en la lata de la puerta! ¡Pareció
que me la destruía!
Como pude, encendí mii vehículo
y partí a toda velocidad.
Pude presenciar como ahora
eran los tres despiadados depredadores que me seguían a estrecha distancia…Aceleré
mas y mas…
¡Pero no lograba
despistarlos!
- ¡Písale todo el acelerador!
– Y fue cuando me di cuenta, que tanto como Carlo como Ricardo, también se
encontraban en el asiento trasero, dentro de mi coche.
Todos manteníamos el vidrio
en alto y agarrando con firmeza la puerta…Por si acaso.
Transcurrieron como unos diez
minutos…
¡Hasta que al fin…Los dejamos
atrás!
Suspiramos de emoción.
¡Qué susto nos hicieron pasar
esas tres bestias!
Recorrimos muchos kilómetros.
No me atrevía a pararme en
algún sitio, por temor a esos tres.
Los escalofríos que me
produjeron esas fieras.
¡Hasta que amaneció
nuevamente!
Los tres exhalamos en paz.
Busqué un sitio concurrido y
nos detuvimos.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015