Calabozo, Guárico. Venezuela. Foto: Rubén Díaz C
“Cuando vivía por esa zona…”
- En
efecto Juan Carlos, yo vivía en esa zona y es que para aquella época -¡claro que era muy diferente, a como lo es
hoy en día!- empezando con que el
tráfico tanto vehicular como el peatonal, era muy escaso. ¡Por supuesto que
había “su movimiento”! Pero nunca comparado con el actual, por ejemplo…
Esa
entrada era llena de monte, ¡grandes árboles se esparcían por su alrededor! Y
era sumamente agradable ya que el clima era muy acogedor.
El
suave mecer de esas frondosas ramas, cargadas de sus diversos frutos…
Ya que
habían enormes matas de mangos, de nísperos, de guayaba… -comparativamente con la actualidad- ¡Aquello era un edén! (…Claro está la
delincuencia siempre ha sido un azote…Pero menor…) Me recuerdo cuando me tocaba
pasar a pie…Mi único cuidado eran los perros.
Porque
sus dueños no acostumbraban a amarrarlos y cuando te veían apuradito, te
exclamaban: ¡Ese es pura bulla, ese no muerde! (¿Ah, no muerde? Les preguntaba
muy asustado…)
- No ha
mordido al primero; me respondían de lo mas tranquilos, y yo por dentro me
decía: ¡No quiero ser el primero! (Claro, esa gente al decirme eso, se volvían
a sus cosas…Y te dejaban allí ¡Solo con esas fieras que te mostraban sus
colmillos!)
…Pero
ese era el mayor de los peligros -me
refiero- a los peatones, pero como
“usualmente” pasaba en mi carro; pues poca importancia les daba.
Mira
amigo mío, cuando yo vivía por esa zona, y de eso me recuerdo muy bien… ¡Es
mas! Te voy a narrar mi primera experiencia…
Cuando
logramos divisar (Porque iba con mi esposa, ya que apenas estábamos recién
casados.) la casa en que nos tocaría vivir.
Lo
primero que vi, fue a una vieja que barría y barría…Pero lo menos que hacía era
estar pendiente de lo que barría. Fijaba su atención a cualquiera que por allí
transitaba.
…Y yo,
le dije a mi costillita… - ¡Vamos a tener problemas con esa vieja! – Mi esposa
me miró con cara de asombro y me respondió: ¡Mi alma, si apenas la estamos
viendo!- Y le agregué: ¿Quieres
apostar…?
Ella se
me puso remolona y se me hizo la loca, evitando de esa forma el tener que
comprometerse (Ya me estaba conociendo…)
El caso
es que tuve que esperar a que esa señora, “barriera” el espacio en donde yo iba
a estacionar mi carro de ese entonces.
¡Se dio
todo el postín del mundo! Y de repente ¡cómo que nos descubrió! Y dando un
fingido salto de sorpresa, se apartó y nos preguntó…
-
¿Ustedes se van a mudar a esa casa? – Nos dijo señalando el frente de la que
posteriormente sería nuestra vivienda principal.
Mi esposa,
le hizo un gesto afirmativo y ella, muy amablemente se apartó…Arrastrando “el
supuesto sucio acumulado” (Que entre paréntesis…No vi ninguno.) Pero bueno, nos
hicimos “los inocentes”
No nos
habíamos bajado cuando comenzó con esa retahíla de interrogaciones…
- ¿Y
quiénes son ustedes…?
- ¿A
quién procuran…?
- ¡Esa
casa está embrujada! (Y no es por meterme en donde no me importa…Pero ¡allí salen fantasmas! No me lo están
preguntando, pero allí los vecinos no duran mucho tiempo…A lo sumo: Dos meses.
Y perdónenme
que se los diga…Ya que no es mi problema, pero la dueña anterior…
¡Era
bruja! De esas que ¡se incorporaban y todo!)
Yo no
le quise responder nada, -por
respeto- pero ya me había caído mal
¿Por qué sin conocernos, nos estaba hablando de esa forma…?
Busqué
la llave del estacionamiento, para poder meter mi carro y fue cuando la vieja,
se me interpuso y me reclamó…
- ¡Ah
no señor! Usted no puede meter su carro en ese estacionamiento.
- ¿Y
por qué, si el dueño me dijo que podía meter mi carro con toda confianza…?
-
Porque el carro de mi esposo, lo estaciona, casualmente en donde estoy
barriendo…Y no es para que usted nos tape “nuestro garaje” (Y yo me quedé con
la llave en la mano. Molesto, no lo niego, pero ¿Qué podía hacer…? Ni siquiera
me había mudado, cuando ya empezaba a tener problemas con esa mujer…) Y fue
cuando ella mismo, me delimitó el espacio en donde -según ella- yo “podía guardar mi carro”
- ¿Y
qué hiciste? – Le consultó su interlocutor, observándolo en medio de un brusco
ataque de risa, ante la cara de desconcierto de su interlocutor, que una vez
que recibió su pregunta, se le quedó mirando con cara de pocos amigos y con
gestos muy elocuentes, le espetó…
- ¿Y
qué podía hacer…? Si en el acto, -Si
ante su griterío- comenzaban a asomarse
varios vecinos aledaños -a lo mejor
pensaban que estábamos discutiendo…Como en efecto, ¡eso hacíamos!- me di cuenta
y traté de disimular pues pensé: ¡Mal comienzo!
…No me
quedó mas que “el hacerme el pendejo” y hacerle caso a su indicación -por cierto, varios jóvenes ya estaban
comenzando a salir de su casa, con escobas, palas y hasta con un viejo
machete…Después me enteré de que eran sus hijos.)
¡El
caso es que le hice caso! Y ella, bajó su escoba -la cual mantenía “como si fuese un mazo”
con el cual pretendía carme a palo (digo
yo)- El caso es que estacioné mi perol y con una sonrisa muy forzada -por cierto- entré a la casa.
Bueno
tu sabes muy bien, que las casas cuando tienen tiempo cerrada -como esa-
te dan esa sensación de estar entrando como en una cueva de enormes
proporciones, pero que un frío “como escamoso” te recorre por todo tu cuerpo -y asumí que esa casa, no sería una
excepción- ¡Pero esa noche mi compañero!
- ¿Qué
les pasó…? – Ante el gesto sombrío de su relatante, Juan Carlos se sumó a su
angustia y nervioso ya por su desenlace, lo apresuró a que continuase con su
relato…
-
Primero… -Si me di cuenta- pero para
serte sincero, no quise darle crédito a esa vieja vecina, y me hice el que nada
había escuchado…
…Pero…De
repente se hizo un vacío…
¡Como
si hubieras entrado a un recinto totalmente cerrado, hermético…!
Y
¡comenzamos a sudar copiosamente! (¿Y qué raro, con el aparato de aire
acondicionado encendido y a toda potencia…? ¿Será que se fue la luz…? Me
preguntaba, mientras me refugiaba en mi sabana…)
¡El
caso es que me tuve que levantar de mi cómoda cama!
…Y
cuando comienzo a buscar mis chancletas…
¡No
están! Me incliné debajo de mi cama… ¡Nada!
Bueno,
¡no me voy a parar por eso! Y caminé descalzo…Pero es que ese piso ¡estaba helado!
Y eso
me hizo reflexionar… ¿Helado y está haciendo calor…Cómo es eso…?
¡Bueno,
sin embargo, seguí adelante!
Y
revisé y el aparato seguía encendido.
- ¡Está
funcionando! – Le expliqué a mi costillita, a la cual apenas le pude ver sus
ojos…Lo demás lo tenía tapado.
- …Pero
tengo mucho calor… - Le dijo, ¡pero con la vaina que se movía! Seguía allí escondida.
Y en
eso escuché un enorme estruendo…
- ¡Es
en la sala! – Me aseguró ella, pero sin moverse de su sitio y muy bien
abrigadita…
- ¡Anda
a averiguar!
- ¿Yo
solito…? – Le consulté, a lo que ella me respondió…
- ¡Tú
eres el hombre aquí! - ¡Era cierto! Y no me quedó mas remedio que ir.
-¿Será
que se metió alguien…? Y se habrá
enredado en medio de todas esas cajas… - Sugirió ella, mientras yo insistía en
seguir buscando mis zapatillas.
- ¡Anda
a ver, qué es! – Me urgió con prisa.
¡Y no
me quedó mas remedio que ir a ver!
Abrí la
puerta del cuarto, tratando de producir ruido alguno -bien sabes, que esas bichas de noches,
¡son muy escandalosas!- y me fui
asomando (Lentamente me fijaba tanto arriba, como abajo y a todos los
lados…Porque si es un atacante, me puede brincar por cualquier lado.) Y en
vista de que todo estaba oscuro…Comencé a tratar de que mis ojos se fueran
aclimatando a esa oscuridad tan aberrante…
¡Cuando
siento un tremendo empujón!
…Y
caigo aparatosamente hacia adelante
-alguien o algo, me empujó desde mi espalda, sentí como un mazazo en mis
omoplatos- ¡Y caí como un saco de
patatas! …Y me dolió mucho ¡Fíjate que
me rompí la boca con el concreto! Pronto me llené de sangre la cual brotaba
copiosamente.
¡Y me
volví colérico! -pensando que era ella
la que me había empujado- …Y no. No era
ella. Puesto que ella seguía enrollada en su cobija, pero si que se dio cuenta
de todo lo que me había ocurrido y me preguntó con esa vocecita de terror que
tenía…
- ¿Te
resbalaste…? – (¿Qué si me había resbalado yo…? ¿Cómo se le ocurre…?) Pero sin
embargo, la sangre que estaba botando me entretuvo y no le respondí, me dediqué
a tratar de quitármela de encima.
- ¿Y
quién te empujó entonces…? – Le preguntó su oyente en medio de sus incógnitas,
a lo que este haciéndole señas le dijo…
- ¡Pues
nadie! Por lo menos no lo vi. Pero sí que lo sentí. El caso es que me logré
levantarme, y en eso me fijo que en la dirección de la sala sanitaria, veo una
figura medio misteriosa que huye hacia esa dirección…Y pienso: ¡Ese es el
desgraciado que me empujó! …Y es cuando
armándome de valor, dirijo mis pasos
-ya resuelto a entrarle a trompadas-
¡y corro desaforado!
- ¿Para
dónde vas…No ves que me estás dejando
“solita”? – Escuché a mis espaldas sus quejas…Pero no le hice caso alguno…
¡Y
cuando entro a ese cuarto…Mi hermano!
- ¿Qué
te pasó…?
-
¡Grandes telarañas colgaban del techo al piso!
Y es
cuando veo que unos pares de ojos, me están chequeando ¡como esperándome a que entrara!
Y es
cuando pongo el freno debido: ¿Y qué es esta lavativa…? Me pregunto ante ese
panorama tan diametralmente opuesto a mi realidad. ¡De repente me encontraba en
un laberinto! Y comprendí que esos pares de ojos, eran arañas descomunales, las
cuales movían sus patas tratando de capturarme…
Y yo me
encontraba ¡en shock! No cabía en mi ánimo tal escenario. Y fui retrocediendo,
un pasito, luego el otro y cuando me di cuenta… ¡Estaba en el patio!
¿Pero
cómo pude entrar al patio…?
Si
existía una puerta cerrada con llave…
¿Cómo
pude llegar allí…Si por fuera veía que la misma puerta seguía cerrada?
Pero
allí me encontraba. En medio de una jungla.
Me
recuerdo que trataba de llamar a mi esposa, pero era que de mis labios no salía
sonido alguno.
Y me
encontraba como encajonado. Poco movimiento podía ejecutar.
Presencié
como extrañas bestias pasaban a ambos lados de mí…Y analizaba en ese momento:
¿Cómo podré salir de aquí?
Temía
que si me descubrieran…Pues sencillamente me devorarían. ¡No tenía ni siquiera
mi corta uñas!
Así que
me las apañé y me escurrí en un sitio, que creí que me podía camuflar.
El caso
es que la pasé ¡horrible! Pasaron las horas, y con ello, comenzaba a salir el sol.
¡Hasta
que salió del todo!
Y ya
con la luz solar, me di cuenta que estaba desnudo ¡solamente con mi interior puesto! (Ya que así duermo) Y comencé a llamar a mi esposa…
Me daba
pena que alguno de los vecinos me vieran así…
No me
quedó mas remedio que comenzar a gritar y a gritar…Porque ¿Cómo podía escucharme ella, si estaba
encerrada en el cuarto, con el aire acondicionado encendido…) – En esa parte su oidor comenzó a
reírse y se agarraba su panza, ya que se imaginaba a su amigo, desnudo, en ese
patio, tratando de que nadie lo descubriera así…En esa forma…
El
narrador esbozó una mueca que se asemejaba a una sonrisa muy prófuga y le dijo…
- ¡Eso
fue terrible! ¡Y pasé una noche de perros!
- ¿Y
qué hiciste…Te mudaste…? Me imagino…
- ¡Por
supuesto! Una vez que se hubo despertado mi costilla, me amargaba mi vida y me
decía que ella no se acordaba de nada ¡y qué había dormido como un angelito!
¡Le
costaba aceptar todo lo que me había pasado!
Y tuve
que soportarle todas sus risitas
-nerviosas, creo- pero de lo
único que no se pudo explicar era: ¿Cómo hice para salir de allí…? Si estaba
cerrada por dentro.
¿Por
dónde pude salir…? …Mira, podrá ser una
zona muy bella y acogedora…Pero debía salir de allí.
(A
pesar de la posición negativa de mi compañera, ¡ya que para ella eso era un
edén! …Qué dicho “sea de paso” a mí en
un principio me encantó… ¡Pero que después…!)
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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