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“¡Porque así lo quiero yo!”
- Porque así lo quiero yo ¿Ah no me
creen? Ya lo verán- El personaje comenzó a hacer extraños sortilegios, en medio
de la burla general.
- Yo voy a provocar la destrucción de
mis enemigos. Ninguno saldrá vivo de esta…
¡Y esa es mi voluntad! – Y haciendo esa afirmación, posó
ambas manos alrededor de su boca y comenzó a soplar con toda la intensidad que
pudo.
Sopló y sopló, en medio de esas
risotadas que mas cólera le produjeron.
Pronto su cara se tornó roja -como el fuego ardiente- y
todos los que estaban allí, seguían a su
alrededor mofándose de él, pero el
efecto que lograban era que se enfureciera mas.
Maldiciones brotaron por sus labios.
Sus ojos estaban brotados y
desorbitados.
El espacio en que estaban era el patio
de esa casa, que presentaba una gran arboleda…
Pronto comenzaron a mecerse al ritmo
trepidante de un repentino remolino, la paz que reinaba entonces se rompió con
un ruido agudo que rasgaba los tímpanos, pronto todos se llevaban sus manos a
sus oídos -como para tapar ese estruendo- pero lejos de amilanarse se pronunciaba mas
y mas.
Hasta que llegó el momento en que la
ropa comenzaba a bailar entre los cuerpos asombrados y ya asustados de los que
estaban en ese momento.
Las mujeres se agarraban sus faldas y
sus cabellos giraban de un lado a otro, con total desorden.
Se escuchaba a los perros de los vecinos
que juntaban sus aullidos, convirtiendo aquella escena en algo tétrico.
En un momento las ramas de una mata de
mango que medía alrededor de unos diez metros de altura, comenzó a balancearse
de tal manera que sus ramas estrujaban el suelo.
Acompañado de silbidos indescriptibles.
La temperatura bajó varios grados, sintiéndose
un repentino frio que helaba la sangre.
A lo lejos se escuchaba la aterradora
risa de alguna bruja, que rompía con la monotonía.
Los presentes aseguraron que vieron la
figura de una de ellas cabalgando en su escoba y surcando los cielos en un
baile frenético y demoníaco.
Sus risas burlonas, helaban hasta el mas
macho de los presentes, quienes con sus ojos desorbitados eran testigos de ese
extraño fenómeno.
Pronto el cielo se oscureció y lo único
que se dibujaban eran figuras grotescas y deformes.
Un ruido de extrañas dimensiones, rompía
el cielo produciendo sensaciones de terremoto.
El suelo se movió como si fuese
gelatina.
De alguna parte emergieron una gran
cantidad de demonios de figuras horribles, buscaban saciarse de sus bajos
instintos.
El desorden se hizo general.
Nadie cuidaba de nadie.
Las brujas se tornaron agresivas.
Unos aseguraron que venían a robarse a
las doncellas…Y a las que ya no lo eran también.
Corrían despavoridas.
Los hombres hicieron lo propio.
Ya los presentes no se burlaban…
El pánico se les dibujaba en sus
rostros, mientras observaban impávidos como con el poder de ese hombre…Soplando
producía remolinos de amplio espectro.
Las ramas se mecían con fuerza inaudita,
y en ocasiones chocaba con el suelo…
En algunos segmentos hasta lo partió.
La pared que dividía con la casa vecina…
Simplemente desapareció en medio de uno
de esos coletazos. Trozos de bloques de concreto salían esparcidos rompiendo
todo a su paso.
Aquello se volvió en un sitio inhóspito
y salvaje, a merced de los sátrapas del mas allá.
El frío produjo sensaciones de vacío.
Un vaho de suspenso se cernió por todo
los alrededores.
Alguno de los presentes buscaban la
mejor forma de protegerse de ese trepidante cambio de clima.
Mientras el causante parecía poseído por
un extraño sortilegio. En ígneo se transfiguró.
Su cara se mutó en algo indescriptible,
se ensanchó…Se volvía de una forma u otra.
Se agigantó…Se espaciaba sin dirección
aparente.
Pronto se transformó en la figura de un
fiero dragón, lanzando coletazos por doquier.
Todos corrían sin dirección coherente.
Apareció de repente una manada de lobos
de tamaño gigantes, su baba denotaba su hambre.
Con furia desaforada uno de ellos, comenzó a comerse a un chico que impávido no
atinó a correr, pronto se le abalanzó otro y otro mas.
La jauría taponaba su cuerpo, el cual
fue devorado por pedazos grandes, ante los gritos despavoridos…Pero nadie
acudió en su auxilio.
Todos trataban de protegerse.
El que comenzó todo esto, se deformó en
un enorme dragón de mas de diez metros de altura y por su trompa emergían rayos
calóricos.
Ya todos habían huido. Todo quedó a
merced de los hijos de esa noche endiablada.
Pronto el remolino fue esparciéndose,
hasta volver a una suave brisa.
…Pero ya nada se observaba.
Nadie se quedó a contemplar el final de
ese tremendo drama que comenzó por una apuesta.
Los presentes pagaron muy cara su
afrenta, desoyendo las advertencias de aquel hombre del que todos se mofaban.
El dragón tomó vuelo y en el espacio
desapareció.
…Pronto
apareció la figura de un hombre…
Yacía en el suelo, con fuerza se irguió…
Miraba con rabia a todo a su alrededor,
pero ya nadie notaba su presencia.
Se limpió su ropa, se pasó la mano por
su alborotada melena, se peinó con parsimonia…
Una vez que hubo finalizado todo esto,
miró hacia un sector, decidió una dirección…
Se le notaba ya feliz, una risa macabra
se le dibujó en una horrible mueca que mostró…
Y lentamente…Desapareció…
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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