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“Remembranzas”
En estos momentos en que me
encuentro, en que por mas que de vueltas en la cama, no logro conciliar mi
sueño, pero acuden a mi memoria tantos y tantos recuerdos, los cuales desfilan
ante mí, con esa viveza y crudeza con que en alguna época las viví.
Pero el estar demasiado tiempo
en la cama, me produce una especie de desesperación, por lo que procedo a
levantarme, pero es que las películas que me están pasando, me hace revivir
unos momentos que en ese entonces, me dejaron perplejos ¡bueno la cuestión
aconteció de la siguiente forma!
Llegué a mi casa, alrededor de
las seis, siendo todavía temprano. Los rayos solares, seguían fuertes en su
intensidad, pero el clima se estaba comenzando a poner mas frío.
Recuerdo que cuando me bajé del
carro, mis hijos corrieron muy entusiastas, pero en la medida que iba
estacionando me di cuenta, que estaba sucediendo algo muy extraordinario, y lo
supe por sus caritas alarmadas. Me gritaban implorando que me apurara, yo venía
con el aire acondicionado y el equipo de sonido encendidos, por lo que me vi
precisado a bajar el volumen, hasta prácticamente apagarlo.
Bajé el vidrio del lado de mi
puerta -la del chofer- y presté toda la atención posible, y fue
cuando escuché la vocecita de mi hijo mayor el cual alarmado me pedía ayuda…
- ¡Papi, papi ayuda!
- ¿Qué pasa…? – Le pregunté ya
profundamente asombrado al ver que dentro de la casa, veía y oía un escándalo
muy extraño.
- ¡Corre! – Me insistía, le noté
mucho nerviosismo.
- Pero… ¿Qué está pasando? – Le
pregunté entre molesto y alarmado, procuré estacionar y apagar el vehículo lo
mas rápido posible.
Pero seguía viendo que dentro de
la casa, se movían varios de mis hijos…Estaba sucediendo algo muy extraño.
¡Y hasta pensé! ¿Será una
culebra? -Ya que en ese entonces
vivíamos en una casa de nuestra propiedad en medio de una pequeña parcela de
mas o menos unos mil ochenta metros cuadrados.
En una zona campestre.
Y la casa se encontraba en una
de las esquinas de esa propiedad, y al frente teníamos un pequeño bosque de
árboles frutales: Naranjas, limones, guayabas y mandarinas.
Perfectamente alineadas, mas o
menos una docena, cada una tenía su área para echarle el agua y estaban
distantes una de otra a mas o menos unos cuatro a cinco metros de separación.
Y cómo es lógico, lo que se me
vino a la mente, fue la posibilidad de que alguno de mis vecinos hayan quemado
algo y eso haya producido una estampida de esos rastreros.
- ¡Apura! – Me gritaba mi hijo
mientras saltaba y movía sus manitos en medio de ese estado de agitación en que
se encontraba, le grité…
- ¿Es una culebra?
- ¡No!
- ¡¿Qué entonces?! – El niño no
me respondía.
Agilicé el proceso lo mas rápido
que pude, pero como mi hijo en medio de su desesperación, se me atravesaba,
tuve que tener mucho cuidado para no atropellarlo a él.
Ya estaba muy intrigado.
- ¡Es el gallo, papi!
- ¿El gallo? – No supe
interpretar muy bien, pero en sus gestos entendí que en nada me mentía, como
tampoco se lo estaba imaginando.
¿El gallo? Parafrasee en forma
mecánica.
¡Jamás me imaginé que ese gallo,
me fuera a presentar problema alguno!
Es mas, siempre que llegaba, ya
mis hijos y mi esposa, los tenían recogidos y guardados en el gallinero.
Un espacio encerrado, que les construimos
para que tanto ese pajarraco como sus gallinas -en total eran: 10, las que constituían “su harén”- pudieran dormir seguros y libres de algún
zorro, culebras o ¡quién sabe que animalillo nocturno! De esos que de noche se
activan y salen a comer. Y además allí estaban todos los nidos, en donde
podíamos recoger los huevos que diariamente nos producían.
- ¿El gallo…Y está suelto
todavía…? – Le hice la pregunta a mi hijo, pero ya él estaba visiblemente
alterado y señalándome hacia el interior de la casa, me agregó…
- ¡Corre! ¡Está atacando a mi
mami!
- ¿Quéééé…? – En verdad en que
no cabía en mi asombro. ¿Qué ese bicho está atacando a mi esposa…? Me costaba
creerlo.
Pero ya me estaba dando cuenta
de que en este mundo todo es posible.
- ¡Cree que mi mami le pertenece
y se la quiere llevar a su gallinero! – Al principio -y no lo niego- me causó risa. ¡Me parecía un chiste!
Jamás había sucedido eso antes.
¿Qué la confunda con una de sus “esposas”…?
Eso sí que me sonaba muy
extraño.
El caso es que ya había apagado
el carro y me encontraba al frente de mi propia casa, y cuando sus hermanitos
menores me vieron corrieron y me abrazaron. Sus frágiles cuerpecitos temblaban
del miedo y de la impresión.
- ¡Tomás está “posesionado”! –
Me indicó la hembrita. Y ellos mismos le habían colocado ese nombrecito: “Tomás”
Y en verdad, nunca supe de dónde lo habían sacado, pero así lo llamaban.
Y hasta ese momento el animalito
había sido muy manso. ¡Claro está con sus “súbditas” era muy exigente! Pero con
ellos (mi familia) nunca le había mostrado su mal carácter…Hasta esa tarde.
Como pude tuve que quitarme de encima
a mis tres hijos que se encontraban pegados a mí, como si fuesen “estampillas”
- Ya va, suéltenme, que necesito
sacar a ese grosero de la casa.
- ¡Pégale papi! – Me sugirió el
mas pequeño, mientras me enseñaba su puño cerrado y en su carita ya se le
reflejaba, ya no el miedo, pero si su indignación.
- ¡Si papi, castígalo! – Le apoyó
su hermanita menor, la cual se separaba
de mí, para abrazarse con sus hermanitos, para darse ánimo entre ellos.
Cuando logré entrar, me encontré
que el gallo mantenía acorralada a mi mujer, en una de las esquinas y en cuanto
ella me vio, le noté su alegría al saber que ya era yo el que me encargaría de
ese bellaco.
El ave, ciertamente se
encontraba poseída.
Su plumaje era de un rojo, con
variantes negros.
¡Bello ejemplar! De muy buena
alzada, portaba sus crestas mas rojas e irritadas que nunca.
Y en cuanto me vio… ¡Se vino en
mi contra a atacarme!
Y yo perplejo, ¡hasta me causó
gracia al ver la temeridad de ese pajarraco!
…Pero se vino sin mediar palabra
alguna…
Sus ojos denotaban su cólera. No
me mostró ningún tipo de temor.
Era un bello ejemplar pero no de pelea, sino
mas bien el que llaman: “Marote”
…Pero es que ese animalillo no
midió la diferencia entre mí cuerpo y el suyo, lejos de amedrentarse se me vino
en plan de ataque.
Comenzó por tratar de picotearme
y a lanzarme espuelazos de una forma muy bestial y despiadada.
Y su afrenta fue tan bravía, que
me obligo en principio a echarme a un lado…
- ¡Cuidado papi, mira que está
muy bravo! – Me aconsejaba mi hijo mayor, el cual ya se estaba comiendo sus
uñitas en medio de su terror.
En vista de que le lanzaba patadas -las
cuales nunca lo intimidaron- mas bien parecía
adivinar la dirección con que se las lanzaba, puesto que ágilmente volaba y se
posesionaba en otra posición, pero siempre con todas sus plumas ya levantadas y
su mirada de matador fijas ciegamente en mis acciones.
Comencé a buscar la escoba o algún
palo para caerle a golpes, pero no logré visualizar nada, y mientras mi
atacante no cejaba en su ataque.
No me quedó mas remedio que
sacarme la correa de mi pantalón y comencé a lanzarle los mas rudos golpes que
podía.
Debí haberle pegado o por lo
menos haberlo rozado, puesto que casi de inmediato, comenzó a gargajear tal
como hacen las gallinas cuando están nerviosas o anunciando que ya pusieron su
ración diaria de huevos.
Al ver que ya mi atacante
comenzaba a retroceder, apreté mis ataques y fue cuando este comenzó a volar en
sentido contrario.
Pronto lo vi, que comenzaba a
correrme.
Un grito de triunfo espontaneo
le escuché que brotaba de los labios de mis hijos.
Se alegraban de ver que su padre
ya estaba dominando a la bestia que minutos antes los mantenía en zozobra.
- ¡Ah te crees “un gallito”? –
Le gritaba mientras el otrora atacante, se transformaba en una gallina
asustada.
Ya para ese entonces, mi esposa
comenzó a caerle a escobazos -ella sí
que sabía en donde estaba la escoba- y
fue entonces cuando vi que de repente estaba agitando sus alas con
desesperación, tomando vuelo dentro de la sala de mi casa y volando por encima mío,
salió escandalosamente de la sala rumbo a su “casita”, pero siempre agitándose como
si estuviese envalentonándose y como dejándome
claro, que por esta vez…Me cedía mi campo.
Pronto escuché a todos mis
hijos, aplaudirme emocionados. Me consideraban el triunfador.
Salí detrás del ahora cobarde
gallito y lo vi, que envalentonado me retaba dentro de su “propiedad”
Y como diciéndole a su prole… “¡Por
ahora le voy a permitir que me gane!”
Mi hijo mayor corrió y adelantándose
a mí, tomó la puerta, la tiró y le pasó
una cadenita que le poníamos para mantener cerrada esa sección.
…Adentro quedaba el inquieto
atacante, al parecer quería dejar constancia de que no se estaba rindiendo…Tan
solo, me estaba dejando el camino libre…Pero sin perderme nunca de vista.
Y allí quedé yo, encolerizado y
con la correa en mi mano derecha. Me encontraba agitado.
Y por supuesto enojado con esa
ave tan grosera y temeraria.
- Déjalo, que es un animal y no
sabe nada. – Me indicó mi esposa, al notarme ya muy molesto y temiendo la
posibilidad de que yo decidiese entrar para acabar de una vez por todas con ese
animalillo.
Lo contemplé desde afuera. El
macho seguía sin dar su brazo a torcer y hasta me daba la impresión de que me
seguía retando y que estaba dispuesto a darme una lección a mí, que era su
dueño.
…Mis evocaciones me llenaron de
satisfacción…
Una sonrisa afloró en mis labios,
en estos momentos en que me estoy rememorando de aquella escena en que sin
lugar a dudas, quedó plasmada en la memoria mía como la de cada uno de los
miembros de mi familia.
Y el recordarme en esta fecha,
cuando ya mis hijos son grandes, y pienso…
¿Cómo lo recordaran…?
Me imagino que con ternura. Esos
recuerdos que con toda seguridad, ya pasaron a formar parte de esa infancia tan
bella que vivieron, en medio de esas
gallinas, ese gallo, una cantidad similar de patos que también teníamos en esa
parcela y de toda una gama de aventuras que -con
toda seguridad- en sus infantes momentos
se vieron precisados a vivir.
Tal como hoy lo estoy haciendo
yo.
¡Y hasta con cierta alegría, al
evocar a su padre, siendo atacado por un gallo!
¡Ah tan bellos y gratos
recuerdos!
¿Qué nos haríamos nosotros sin
nuestro hermoso pasado…?
…Evocar la hermosa infancia de
nuestros críos…
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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