-Águila calva...Google imágenes-
“Por referencia…”
- En
efecto poco sé de él, ¡apenas lo acabo de conocer! Por referencia, es lo que
sé.
Me
explico mejor: Mi amiga Juana me estuvo charlando sobre Joan -a quien apenas hace unos días lo
conocí- y por lo que me expuso, -no te lo niego- me ha hecho reflexionar ¡y bastante!
Sobre lo que uno ve a simple
vista. (Pero es que no es lógico, ¡no se debe definir a una persona! En tan
corto tiempo.)
Es
bueno hacer una acotación muy especial y esta es, que recién lo conozco y fue
en una reunión en la cual hubo muchas caras nuevas.
¡Y es
que de improviso se organizó! (Y fui invitado así… ¡De sopetón!)
Pero
mas lo fue, mi propia asistencia, ya que poco -por no decir: “nada”- me une a los motivos que la produjeron. Pero
en fin, y ya para resumir… ¡Asistí!
Ciertamente,
solamente a una persona conocía: A la anfitriona, mi amiga Juana.
El caso
es que al llegar me encontré con un sin fin de personas, a las cuales tuve el
grato honor de llegar a conocer, de tratarlos y de darme cuenta -una vez mas- de
que en este mundo, existen muchas vivencias, ajena totalmente a la nuestra.
De
seres que cada uno tiene su propia forma de ver y sentir las cosas y de todas
esas existencias que me parecieron
interesantes…Entre estas las de: Joan.
En
realidad, habíamos solo tres hombres, en medio de tantas ¡beldades!
Rodeados de tantas sutilezas.
Joan,
Andrés y yo. (Estábamos en franca minoría.)
Joan
resultó ser un ser, que de entrada me pareció un ser muy servicial. Siempre
alerta. A la expectativa siempre para ayudar, para socorrer y estar siempre
allí, para cuando sea útil y necesario.
Andrés
es otro ser -sin desmejorarlo en
nada- muy buen conversador, ducho en muchas áreas.
Con
un pequeño defecto al caminar -ya que
cojea de su pierna derecha- producto de
un golpe que en alguna etapa de su vida, él se dio -esa es la versión que nos dio a nosotros,
en el momento en que alguien le preguntó al respecto.- pero que por el tipo de vida que él llevaba
-según nos afirmó- en realidad,
muy poca importancia le dio.
Muy
ducho y ligero en sus palabras, cual orador excepcional -me refiero a Andrés- nos entretuvo en medio de sus relatos en su
área de periodismo -él nos informó
que esa era su profesión- y es que no
vacilaba en ninguna de sus exposiciones, por ejemplo nos narró sobre su etapa
en que era un periodista en el área de sucesos.
Nos
puso al tanto -someramente, por
supuesto- de algunos de sus casos, muy
relevantes.
De
las veces que tuvo que salir corriendo, ya que en virtud de su oficio, se veía
obligado a acudir a escenarios en los cuales peligraba tanto su integridad
física, como las del fotógrafo que lo acompañaba.
En
realidad, nos entretuvo por bastante tiempo.
En lo
personal, me cautivó esa verborrea y
facilidad de expresión que denotaba su claro y espacioso verbo. Me maravilló su
capacidad para cautivar a un grupo tan extraño e inverosímil, como éramos los
que le escuchábamos -tenía entendido
que casi nadie se conocía entre sí-
pero ciertamente que me entretuvo
(No niego que “algo” de lo allí expuesto sea cierto o exagerado. No lo sé,
como tampoco me importa.) Pero de que
hizo la velada mas atractiva y elocuente
¡claro que lo logró!
…Pero
volviendo al amigo -recién
conocido- Joan, noté que era algo
callado y un tanto apartado.
Aunque
para ser mas sincero, nunca se apartó del grupo, permaneciendo a una prudente
distancia del orador: Andrés.
El
caso es que cuando le tocó abrir su boca, pues lo hizo sin pena alguna. Resultó
una persona muy cooperadora y de mucha sensibilidad humana, recuerdo que
alguien habló de su necesidad de encontrar un perrito -el que fuera, así no fuese de raza- y al instante, con su vozarrón
espontáneamente se ofreció a darle uno, de los muchos que él tiene en su
hacienda.
Y fue
cuando nos informó que tenía una hacienda en la cual producía quesos y para la
protección de la misma se había hecho de una cantidad de perros, y que estos se
habían multiplicado por ellos mismos.
Que
cada vez que él llegaba, abriendo los portones de entrada, acudían a él,
decenas de esos animalitos y que cuando ponía a andar su enorme camioneta, se
atravesaban entre las ruedas, pereciendo en el acto.
-
¡Lamentable, no es que quiera matarlos! Es que se me atraviesan y no puedo
evitarlos, a pesar de que les grito y trato de espantarlos. – Nos decía al ver
los rostros compungidos de las féminas que escuchaban su narración.
Comprendí
por los gestos de su rostro, que se avergonzaba del hecho narrado por él mismo,
y el cambio de color de su faz, así lo corroboraba, ¡pero en fin! (Entendí que
él mismo trataba de borrar el efecto causado, pero que ya era tarde, por lo que
se esmeraba en tratar de desaparecer esos efectos tan dañinos de su versión.)
Momentos
mas tarde, cuando ya todos nos despedíamos me llamó aparte mi amiga Juana y me
expuso lo siguiente:
-
Quiero someter a tu consideración un hecho muy triste, desgarrador que cuando
me enteré, magnificó aún mas, la verdadera personalidad del amigo: Joan.
Resulta
que este señor -ahora amigo de
ambos- tenía a su hermano muy enfermo,
y que por efectos de su mismo trabajo
-me refiero a Joan- él se veía
precisado a viajar y apartarse de su lar nativo.
En
cierta ocasión, recibió una llamada a su celular y era de su madre, quien le
explicó que José -el hermano suyo- se encontraba en muy delicado estado de salud, había recaído y que por su
insistencia, ella se veía precisada en llamarlo y que le pedía muy
encarecidamente que dejara -por un
momento- su labor y se dedicara a
hablar con su hermano, -que ella se
había apartado del cuarto en donde estaba recluido, para poderle charlar con
libertad.
“No
quiero que tú hermano se entere de lo que te estoy hablando, deseo que nazca de
ti mismo…Pero es conveniente que lo escuches. No se encuentra bien. Ya hemos llamado a un cura para que le venga a
escuchar en confesión de enfermo…Esperamos lo peor. Así que te pido: Escúchalo
y haz lo que él te pida.”
…Te
podrás imaginar cómo se puso al escuchar que su hermano mayor estaba, me refiero
a su estado de salud tan precaria y
viniendo de la propia progenitora de ambos.
- ¿Y
qué le respondió?
-
¡Claro, claro madre! Pónmelo al teléfono.
Su
madre en el acto, regresó a la habitación
-se encontraban en un hospital- y le comunicó al enfermo que tenía una
llamada de larga distancia de su hermano, y le colocó el aparato al oído, y en
el acto José -el enfermo- le dijo…
-
Hermanito…Es preciso que hablemos. Creo que no tengo mucho tiempo. Me urge
hacerte una petición.
-
¡Claro que sí! Lo que tú me pidas.
-
¿Cuándo te regresas…? – Me cuenta que escuchaba la voz de una persona muy
cansada y que le costaba mucho poder mantener una coherencia en su forma de
hablar.
Que
escuchaba a través de su auricular, ese dolor y esa angustia que sin querer le
transmitía, quizás por el acercamiento que ambos se habían transmitido desde su tierna edad, pero
que ahora en esa etapa de adultos, la vida los hizo cambiar. Sin querer, porque
el destino de ambos, pues los llevó a otros escenarios, pero que la sangre los
unía nuevamente.
El caso
es que él tuvo que abandonar su labor, llamar a la compañía para la cual estaba
trabajando y comunicarle a su jefe inmediato que le urgía salir de su zona de
trabajo, y le explicó en el vía crucis en que toda su familia estaba imbuido.
¡Y
cómo un loco! Partió de regreso a su tierra natal.
En el
transcurso de su viaje de retorno, recibió otra llamada, era de su madre de
nuevo y en esta le informaba que los médicos
-en vista del estado de salud de su hermano- habían tomado la decisión de darle de
alta…Porque reconocían que ya nada podían seguir haciendo, y que Dios decidiera
el destino final…Pero que era menester de todos ellos, el que fueran en
búsqueda de los oficios funerarios que en algún momento, lo iban a requerir.
Informándole
que lo trasladaban a su casa materna, y que allí esperarían el momento final de
su partida.
El
pobre hombre, con lágrimas en sus ojos, imploró Al Altísimo, que le permitiera
llegar a tiempo.
Me
cuenta que su viaje fue el mas largo que le ha tocado vivir. Que en cada
centímetro andado, le rezaba pidiéndole al Buen Dios, que bendijera el camino
de su hermano. Que toda su vida, él se había portado con dignidad y que en
verdad: No se lo merecía.
Reconocía
que ante la Voluntad del que todos nos une, nadie podía meterse, pero que le
dolía el contemplar que personas como su hermano, que toda su vida la vivió con
nobleza de espíritu, vea su existencia rota, por una bendita enfermedad, que lo
estaba consumiendo a pasos agigantados
¡y el tener que contemplar a tanto degenerado, insensible y despiadado
sigan incólumes viviendo y destrozando a todo los que se le atraviesen y no
tengan castigo alguno!
En
verdad, que se encontraba muy adolorido
-aunque a decir verdad: ¡Todavía le duele este hecho en
particular!- y así fue andando en todo
su recorrido.
¡Hasta
que pudo llegar! Sus hermanas al verlo llegar corrieron desesperadas y ni
siquiera le dejaron apagar el motor de su vehículo, cuando se le prendaron al
cuello a llorar y a llorar.
Me
dijo que así estuvieron por largo rato, hasta que llegó su madre y les expuso
con mucha entereza…
- …No
pueden seguir así. José no los puede ver a ustedes derrotados. Él está
consciente de que muy pronto se nos va. ¡Pero no debemos amargarle estos
momentos con nuestro dolor!
¡Debemos
mostrarle nuestro mejor rostro!
¡Ya
dejen de estar lloriqueando! (Él reconocía que su madre, lo que estaba haciendo
es: “Guapear” ante ellos, pero que les estaba transmitiendo el mensaje: “Ya
tendremos tiempo de sobra para llorar.
Por
ahora, dediquémosle nuestra mejor cara.) Así que cada uno, se limpió su rostro.
Antes
de entrar a la habitación, ella le indicó que era mejor que se lavara muy bien
su rostro, para tratar de infundirle ánimo a su hermano enfermo.
Así
lo hizo, se lavó lo mejor que pudo, y sus lágrimas se confundieron con el agua,
y cuando se secó con una toalla, trató de sonreír…Y luego entró…
Cuando
abrió la puerta, fue testigo de cómo su madre con ese amor tan propio de toda
madre le estaba acomodando la almohada y le hablaba como si este fuese un
bebecito y que pudo apreciar con que agrado
-su hermano- recibía esas
muestras de amor materno. Que notaba el enorme sufrimiento, el cual él trataba
de disfrazar para que su propia familia no siguiera sufriendo al verlo allí
postrado. En estado moribundo…Y ya para irse.
Su
madre, se le acercó a su oído y le pronunció las palabras mágicas, que
produjeron en él un brote de alegría y que en una mueca de sufrimiento, él
trataba de que fuese una sonrisa de satisfacción, cuando entendió que su madre
le informaba que estaba abriendo la puerta: Joan.
- Ven
hermanito, ven a mi lado. Te estaba esperando. – Le escuchó decir, mientras
trataba con mucho esfuerzo en sentarse
-pero que no pudo hacerlo, ya que sus fuerzas estaban abandonándolo- él corrió para ayudar a su madre, mientras
ella trataba de sentarlo.
-
Gracias, gracias. – Fue lo que atinó a
decirle tanto a su madre, como a una hermana y a su recién llegado hermano.
- Te
quiero mucho hermano. – Le dijo mientras trataba de abrazarlo.
- ¡Yo
también te quiero! – Ambos hermanos se unieron en un estrecho abrazo, su madre
y tres de sus hermanas corrieron a unirse.
Fue
un cuadro estremecedor. Muy patético y lleno de muchos sentimientos. Un
profundo silencio se esparció a todos los que presenciaron ese cuadro familiar.
Todos enfocaron su atención y se dejaron llevar por ese amor tan fraternal, que
como familia siempre se habían tenido.
Alguno
de los presentes, afirmaron que olieron un profundo olor a flores. Que esa
fragancia, bendijo ese momento tan crucial.
Una
paz les llenó su espíritu.
Pasados
unos minutos, su madre se desprendió y le indicó a sus hijas y a todos los
presentes, que abandonaran el recinto, para que sus hijos pudieran charlar
entre sí. Orden que fue obedecida en el acto.
Pronto
se vieron los dos solos.
José
con voz muy entrecortada, le indicó a su hermanito que se sentara y comenzó a
tratar de hablarle -y digo: tratar, ya
que hacía en efecto mucho esfuerzo para ello.-
y como buen hermanito menor, le obedeció en el acto.
Él
procuró sentarse lo mas cercano posible.
Y
siempre inclinado para estar a pocos milímetros, ya que la voz de su hermano
mayor, era poco audible.
-
Joan…Hermanito. Perdóname por haberte hecho correr… - De inmediato le hizo una
seña de que no le interrumpiera, que tenía muy poco tiempo y que deseaba ser
escuchado por él.
- Sé
que estabas muy lejos…Entiendo que estás apenas llegando. – Cortó su esfuerzo,
para tomar aliento y cuando ya lo hubo recuperado, continuó…
-
Joan, me estoy muriendo. Me queda muy poco tiempo…
Perdóname
por haber sido muy exigente contigo, sé que he sido muy fuerte y en muchas
ocasiones muy cruel e injusto contigo…Pero pensé que era necesario.
¡Perdóname
por todas mis injusticias contigo!
Pero
siempre he deseado que mejores en tu vida.
…Hoy
te he llamado para pedirte…Varias cosas.
- Lo
que tú quieras hermano. – Trató de decirle, pero una gruesa bola se le
atravesaba en su cuello, comprendió que era muy fuerte para él, pero que
finalmente lo pudo lograr y así se lo transmitió.
Su
postrado hermano, así lo entendió. Por su larga mirada, lo comprendió. Lo
asimiló de la mejor forma que pudo…
- Me
da mucha pena…No me quiero ir.
Pero
así lo ha querido el destino.
Escúchame
hermanito ya no sigas llorando por mí.
…Ya
tendrás tiempo de sobra.
Escucha
a tu hermano, y déjame que te exprese lo que requiero de ti.
Sé
que eres un excelente hermano. Un gran amigo.
Muy
bueno como hijo, eso me lo afirmado nuestra propia madre.
¡Necesito
que no los abandones!
Y te
pido por mi hijo…Bien sabes que ya no podré estar a su lado.
Y si
me quieres en algo…Demuéstraselo a mi hijo…
¡Tómalo
como a tú propio hijo!
Dale
el calor de Padre, que ya no podré seguir dándole.
¡Hazme
esa condescendencia!
Toma
a mi madre, a mis hermanas y a mi hijo…Y no los abandones nunca. – Se irguió de
su lecho de enfermo y Joan corrió a socorrerlo, colocándole su brazo derecho
debajo de su cabeza y ayudándole en todo lo que podía -pero reconociéndole que su estado era muy
endeble- colocó su frente al lado de la
de su hermano y le aseguró…
- Lo
que tú me pides: ¡Es una orden para mí!
¡Te prometo que nunca los voy a desamparar!
Que
tú hijo, será mi hijo. Y me lo llevaré a mi casa, para darle el cariño que como
Padre, siempre le has dado. – Su hermano trataba de verlo a través de sus
vidriosos ojos. Hizo un esfuerzo descomunal para verlo. Con sus temblorosas
manos, le agarró su mano izquierda y llevándola a su boca, le dio un beso
mientras le dijo…
-
¡Gracias hermanito! – Sintió el gélido aprieto de la muerte, en medio de su
hermano que estaba por partir. Le aceptó sus muestras de hermandad y pronto le
oyó pronunciar…
…No
esperaba menos de ti. – Instantes después, sintió la flacidez de su cuerpo. Un
suspiro casi imperceptible. Exhaló sin darse cuenta.
El
frio repentino de la muerte, se enseñoreó en todos los rincones…
Ya
sostenía entre sus brazos, el cuerpo exánime de quien en días pasados, fue un
robusto y muy dinámico hombre. De ese ser, que tanto había admirado. Del cual
tantas y tantas lecciones de vida le dio. Que le enseñó muchas cosas.
Que
le dio mucho sentido a su propia vida.
El
que en ausencia de su padre
-muerto- asumió las riendas de
su hogar, siendo apenas un infante.
En
efecto…Ya había partido. Una oleada de incertidumbre, se apoderó de él.
Comenzó
a entender en el drama que les avecinaba, su hermano ya no estaba para
escucharle, para darle su consejo a tiempo.
Lo
contempló con mucha soledad, una sensación de orfandad lo cubrió de nuevo.
…Se
sintió débil. Solo. Triste.
Nunca
había sentido a la muerte tan cercana, como en ese preciso momento.
El
pesar de su hermano mayor…Lo compungió.
Sintió
su dolor en carne propia. En su mente quedaba la agonía de un Gran Hombre. Un
Ser muy Grande…Que ya no volvería a ver nunca mas.
Ya
partió. Se fue como lo hacen los grandes, dejando tras de sí, una estela de
Amor. De Unidad.
Atrás
dejó muchos tesoros y que en ese momento, se los estaba legando como su
herencia muy querida y amada.
“Caminante
no hay caminos…”
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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