- ¿Esto es una galimatías? –
Acentuó el educador.
- …No. Es que no entiendo
muy bien… - Trataba de disculparse ante el profesor, pero se enredaba cada vez
mas.
Los nervios los tenía a flor
de piel.
Y por esta razón, Pedro
creyó prudente entrar y tratar de apaciguar los ánimos, ya que observaba que el
profe se estaba irritando ante la ambivalencia de su compinche.
Y es que a todas luces este señor es de muy malas
pulgas. Siempre huraño.
No
les inspiraba ningún sentimiento de confianza…al contrario.
- ¡Perdón por interrumpir!
Yo me llamo: Pedro. – El visitante hizo una mueca como de fastidio, y en el
lenguaje corporal le hizo esta expresión: ¿Y a mí…que…?
- Tenemos entendido que
Miche y tú son conocidos.-
El aludido se tomó todo su
tiempo para responderle y lo hizo porque con la mirada lo estaban precisando.
- Todos aquí somos conocidos…Menos
ustedes dos.
Y esto es muy obvio…
¿Cierto?
- …Claro, nosotros hemos
venido en son de paz.
- Eso está por verse… Porque
por las señas, ya entraron en guerra con “los bichitos”… – Les dijo acentuando
en forma grotesca esta afirmación.
Y sin despegar su mirada a
su presa…
- …Claro. Claro. Y estamos
acá es por la iniciativa de nuestro común compatriota.
Por eso es que estamos aquí.
– Se vio precisado a puntualizar a José en vista de la evidente desconfianza.
Y no solamente se sintieron
intimidados por este erudito…sino también por esa cantidad de “mirones” que los
asolaban a todo instante.
- Entiendo. Y comprendo que
si Miche los trajo, es porque son muy buenos amigos. ¿Cierto? – El hombre de
ciencias lo observaba con mucho detenimiento, y les daba la impresión de que
quería descubrirles en algo falso que dijeran… Y esa sensación los hizo
sentirse mas incómodos de lo que ya estaban.
Algo había que despertaba en
ellos, esa sensación de inestabilidad, de desasosiego, el saberse que estaban
en un sitio en donde no eran muy bien recibidos…por ellos.
…Guerra avisada…
Se sintieron desnudos e
indefensos, delante de todos ellos…
No encontraron el argumento
propicio para poder entablar una rápida conversación.
Pedro que estaba consciente
de todo, así lo asumió y le respondió con
toda la prontitud posible…
- ¡Cierto!
- Estos “seres” son como los
niños.
Y hay muchos que son buenos…
Pero los hay
también…”Perversos”
“Dañinos” y muy vengativos…
Yo no estaría tan contento y
satisfecho, tal como los veo yo…
- No estamos ni contentos,
como tampoco satisfechos, pero…
¿Y cuales son los que están
atacando a este cristiano? – El educador cerró sus ojos, se le notaba que
pensaba muy bien lo que quería expresar.
A los pocos minutos, los
abrió buscó su botella y al notar que le quedaba poco, se la engulló con
rapidez y al instante le hizo señas al de la barra, y este le preguntó si
servía la ronda incluyendo a esos dos ¿o qué?
El lo miró y se volvió hacia
Pedro, y este que ya estaba pendiente, levantó su mano y le informó que él
pagaba esa ronda y que si, le trajera…Tres más.
Esperaron a que les
sirvieran.
El mesero con su habitual
gesto de enterarse de todo…Se hacía el loco, como para enterarse de mas.
- ¡Dedícate a lo tuyo y
déjanos en paz! – Le reclamó airadamente el erudito y el aludido avergonzado le
respondió…
- ¡Si señor, discúlpeme!
- ¡Vete y déjanos en paz! –
Lo conminó violentamente y sin miramiento alguno. El servidor recogió
violentamente todo y desapareció a la velocidad del rayo.
Los dos amigos se miraron
entre sí y se sonrieron en señal de victoria.
- Al parecer hay personas
que con su imprudencia, hacen daño…ciertamente que sí.
- ¡Así es amigo Pedro! Pero
hay que tratarlos de esta forma y ya viste el resultado.
- Y volviendo a lo nuestro y
ya sin mirones que nos acosen…
¿En qué he pecado para que
me ataquen así…?
¡Tan despiadados! ¿Es que me
quieren matar o qué?
¿…O es que estamos en el
Inframundo?
Me cargan loco. No me dejan
ni respirar. Ni siquiera he tenido el tiempo suficiente como para meditar.
¡No sé ni qué hacer, como
tampoco sé qué decir…!
Mira me han pateado…me han
caído a golpes…me han tirado piedras… ¿Qué más debo esperar?
¿A qué se debe este
empecinamiento?
…Me han sometido esos
“diminutos” y me han levantado tal como si fuese una hoja de papel… ¡Dios! ¿Qué
he hecho…?
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