“B a r u c a”
- Escúchame muy bien lo que te voy a pedir. Y espero que no
te niegues a mi pedimento. Recuerda que mi familia siempre te ha sido de mucho
beneficio y de ayuda. Con nosotros, has
hecho unos excelentes negocios y debo reconocerte que entre ambos hemos tenido
excelentes beneficios. ¡No hay duda alguna! ¿Cierto?
- Y perdóname que te
lo recuerde; pero hasta este preciso instante, yo en lo personal, nunca te he
ocupado. Pero, es en este preciso
momento en que un familiar mío, específicamente mi hermano mayor, quién está
requiriendo de tus servicios.
Pendiente siempre de la reacción a sus palabras, lo miraba
con detenimiento. Continuó hablándole con la mayor parsimonia posible, como
para realzar la importancia de cada una de sus palabras…
- ¿Te sientes bien con nosotros? ¿Te han pagado siempre bien,
mi familia? (Es conveniente que me
lo digas y que seamos totalmente sinceros. ¿Ok?)
- ¡Por supuesto que sí! Claro que me han dado buenos pedidos.
(Hasta hoy no hay queja alguna, por
lo menos por mí parte. ¿Y de ustedes?) Bien sabes, que cuando han
requerido todo tipo de formato, yo se
los he fabricado. Además de que me han solicitado desde bolsas, como material
para embalar, cajas, de todo cuánto han requerido y han acudido a mí, yo les he
buscado los mejores precios y condiciones de manufactura y de entrega, amén de
que les he brindado la mejor forma de pago. Creo que hemos hecho muy buenos
negocios. ¿No lo crees? (¿O no te has enterado de esto? Siempre he
buscado un beneficio para ustedes. ¡Qué conste!)
- Por supuesto que sí.
- Porque creo que les he servido con premura y con muy buena
calidad y servicio. De otra manera, no creo que me busquen. Ambos hemos tenido
ganancias. ¿No te parece?
- Sí, pero en esta ocasión, no son mis familiares conocidos
por ti, ahora es mi hermano que radica fuera de acá. En principio, es un favor
a título personal, que te estoy pidiendo.
A lo mejor no serán pedidos pomposos como los que te has llevado de
aquí. (…Pero pueden serlo…)
Pero son pedidos. Él tiene sus actividades lejos de acá. Y es distinto a los
que tú ya conoces. ¿Estás dispuesto a servirle a él? (De más está decírtelo: ¡Te va a ir muy bien!)
Se sintió incomodo ante esta repentina petición. Nunca antes
había sido convocado, para exponer este tipo de tema, y se han
basado estrictamente en funciones comerciales. Y siempre ha sido sometido a una
terna entre sus competidores, de la cual ha ganado unas cuantas licitaciones.
Omar (Siendo de origen árabe, adquirió este nombre muy
criollo, para tratar de ser más coloquial con todos los criollos) es el hermano
menor de esa poderosa familia. (Nunca ha sido vocero, siempre han sido otros
miembros quiénes son los oferentes) Son los propietarios de diversos establecimientos. Grandes y diversos
artículos, desde la línea blanca, pasando por todo tipo de electrodomésticos. Y
como todo grupo económico fuerte, tenían muchos vínculos tanto con los
personeros del gobierno, como con los
grupos que hacen vida, pero en la oscuridad y al margen de la ley (Por
supuesto, la ropa sucia siempre se lava en casa).
Rommel acudió a él, en
su afán de ampliar su demanda de trabajo, como vendedor que es. En la búsqueda
de mejores pedidos, en su condición siempre presente de ejecutar todo tipo de
trabajo dentro del marco de la ley y las
buenas costumbres.
Sabedor de las
virtudes y de las buenas relaciones comerciales, que mantiene su suplidor, el
pariente de esta poderosa familia, lo convocó a reunirse con él.
Sintiéndose el propietario de la atención debida, tenía entre
sus dedos su cigarrillo. El cual jugaba con el. Se lo pasaba de dedo a dedo y
de la derecha a la izquierda. Hasta que se decidió a encenderlo. Con una
fingida búsqueda de su encendedor. Rommel, juzgó que era una táctica dilatoria,
como para poder comprobarse si sus palabras lograban el efecto intimidador en
él. Y ciertamente, que logró despertar en su ánimo una sensación de angustia.
Una oleada de inseguridad se apoderó de él, quiso disfrazarlo, pero torpemente
lo logró. Y lo pudo comprobar en esa sonrisa abierta y clara, del alegre
fumador.
- ¿Y para qué soy bueno? – Se oyó asimismo preguntarle.
Seguía con su enorme sonrisa satisfactoria. Hizo que no lo escuchó y
distraídamente, sacó uno de sus celulares. Lo chequeó minuciosamente. Rommel,
ya estaba intimidado. Ignoraba la intención de su supuesto amigo. Pasaron unos
cuantos segundos, muy angustiantes para él, pero muy jugosos para el
comerciante.
- …Es bueno que lo recuerdes Rommel…
- ¿Y qué debo recordarme? Hasta éste preciso momento, siempre
he negociado tanto con tu hermana como con tu cuñado. Siempre hemos quedado
bien y todo ha sido normal. ¿Hay alguna
queja en mí contra?
Por respuesta, recibió una señal rotunda en negación. Aguardó alguna aclaratoria verbal, pero su
interlocutor, al parecer prefirió a seguir con su juego de palabras,
silencios y expresiones no verbales.
Incomodo, pero sin querer romper la buena relación, continuó así…
- Dime ¿A qué se debe toda esta parafernalia? ¿Para qué soy
bueno ahora?
- Yo tengo mi hermano mayor, el cual también es comerciante. Él
es importador y trae de afuera todo tipo de aparatos. ¿Te interesaría
fabricarle a él también?
- Sí.
- En éste momento, él está requiriendo de tus servicios.
- ¿Ah, es eso? ¡Me tenías en ascuas! Y hasta estaba pensando
en lo peor. ¡No hay problema! Dime en dónde lo puedo localizar y me le
presento.
- Sí, está bien. Pero lo que no queremos es que más nadie se
entere. ¿Me entiendes? – Seguía en su danza con su cigarrillo…
- Él es muy misterioso y sus negocios, aunque son legales, es
muy parco. ¿No sé si me explico? – Omar le hablaba mientras jugaba
melodiosamente con el humo que brotaba de su interior. Probaba a mejorar los
círculos humosos de su cigarrillo. Sin querer, Rommel le siguió su juego,
siempre pendiente de la perfección de su último intento. Y aprovechando un
aparente receso, le espetó:
- ¡Por mí no hay problemas! Hasta este momento, hemos hecho
muy buenos negocios y no le veo complicación a nada.
Sus palabras no produjeron ningún efecto visible. Continuaba
en su atrayente malabarismo, uno tras otro. Siempre tratando de mejorar el
anterior.
Así pasaron varios minutos. Al principio fue atrayente, pero
ya llega el momento del hastío. Y gracias a que ya estaba llegando a su final
el dichoso vicio. Una vez concluido, el misterioso propiciador, decidió botar
la colilla al piso. Acto seguido, lo aplastó con fuerza con su zapato
izquierdo. Dándole una y otra presión, hasta dejar una mancha de carbón oscuro
y sucio.
La observó por un rato largo. Rommel, asumió que todo
pertenecía a su actuar. Así que prefirió
seguir con ese jueguito, aparentemente inofensivo.
- ¡Bueno baisano, ya está dicho! – Era una frase algo común
en este comerciante.
- En este caso, dame el nombre y su dirección, para
visitarlo. – Sugirió levemente.
- Primero baisano, debo llamarlo e informarle del resultado
de esta consulta. ¿Ok? – Asintió en señal afirmativa. Le hizo una seña de que
esperara allí mismo y él se apartó hacia otro sitio distante, con la finalidad
abierta y clara, de que se comunicaría con su hermano. Sacó a relucir su
imponente celular y mirando distraídamente hacia todos sus contornos, procedió
a marcar un número mientras silbaba distraídamente.
(¡Misterioso este baisano! ¿Qué
negocio me irán a proponer?) Pensó de la
manera más natural, pero
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