“En algún lado estaba…”
Recuerdo que presenciaba como una fémina de
mediana edad y de porte muy decente, tomaba un helado en compañía de una niñita
de escasos cuatro o a lo sumo cinco años.
Sus colitas eran abundantes y adornadas con
vistosas prendas.
Su cabello era claro, así como su piel.
Se veían muy compenetradas una con la otra.
La infanta estaba muy eufórica y le pedía de
toda clase de dulces y helados, su amiga la complacía en todo.
Pero lo que si me llamó la atención era que la
señora le susurraba al oído…
- Nunca le comentes a nadie de que hemos estado
comiéndonos estos heladitos…
- ¿Y por qué María…? – Su angelical rostro no
lograba captar esa advertencia, a lo que su acompañante le dijo en voz casi
inaudible…
- Ellos no nos podrán entender. Hay mucha gente
mala en este mundo y es mi deber: Cuidarte. – Con delicadeza recogió una
servilleta y le limpió sus labios los cuales se encontraban inmersos en helados
de todos los colores, parecía un arco iris.
Pronto se los limpió y le dio un beso en su
mejilla, la bebecita se la quedó mirando con cara de extrañeza y le preguntó
muy seria…
- Mami no es mala. Así que podría contarle que
tú me estás comprando estos heladitos que tanto me gustan. – Y de una forma
casi instantánea se engulló otra cucharada mas de helado de chocolate, el cual
era el que mas le apetecía.
María la observó con suma ternura y le dijo muy
quedo…
- No. Tú mami es muy buena y te ama demasiado.
Pero…Es mejor que sea un secretito entre tú y yo… ¿Te parece bien?
- Ok. ¿Pero me vas a dar mas heladitos?
- Claro y ¿de cuál quieres ahora? – La infanta
miró la vitrina desde su asiento.
Los colores llamativos, la ilusionaban y la
llenaban en sus fantasías infantiles.
- ¡Los quiero todos!
- Esta bien, Todos te los irás a comer…Pero
tienes que prometerme que guardaremos el secreto. ¡Nadie debe saber de
“nuestras salidas”! En especial: Mami y
papi.
- ¿Y por qué? – Le hizo su inocente pregunta
mientras no encontraba decidirse entre comerse el de chocolate o el de fresa.
Aunque el de color amarillo le llamaba mucho su atención. Dudó mucho por cual
decidirse, y al final, hundió su cuchara en todos los sabores y fue probándolos
en grupo.
- ¡Hummm son ricos todos!
- Y todos te los vas a comer. – Le dijo mientras
le volvía a limpiar su boca, y ya para ese entonces su vestidito estaba ya
manchado de varios colores.
- Mami se va a molestar mucho… - Razonó cuando
se percató de que había manchado su propio vestidito.
- No te preocupes. Vamos a ir primero a mi casa
y allí lavo tu vestido, mientras vemos alguna película o ¡comemos mas heladitos!
- ¡Hurra! ¡Si, si eso es lo que quiero! –
Festejó la chavalita en forma escandalosa.
- Shhh. Shhh. – Le dijo la señora, mientras ya
le estaba pasando varias servilletas por su manchado vestido.
- Ay. Mami se va a enojar conmigo. – Se lamentó
ella.
- ¿Y para qué estoy yo…? No te preocupes.
Al salir de aquí…En silencio. Iremos a mi casa.
Y allí, mientras te baño, meto tu ropita en la
lavadora, y ella lava tus prendas. Y ya verás que mami, ¡nunca se va a enterar! Pero nunca se lo
podrás contar: ¡Porque es “nuestro secretito”! – La menorcita cambió su carita de angustia
por una de mucha alegría.
La señora le brindó mas helados. Y cuando ya
estuvo llena y que no quería comer mas, fue pagó la cuenta y le indicó que se
quedara sentadita mientras ella iba a la
caja a pagar todo.
Al finalizar, la tomó de la mano y
desaparecieron del sitio.
Los asistentes pudieron ver a una madre que
andaba con su hija, pero algo les llamaba la atención…
Siempre andaba nerviosa e indicándole al oído
que guardara eso en secreto…
En silencio se la llevó, no a su casa, sino a
otro sitio.
Al llegar le quitó toda su ropita y la dejó
desnuda. Y le dio unos juguetes para que se entretuviera, mientras ella iba a
lavarle la ropa.
- ¿Quieres mas heladitos? – La bebecita se tocó
cándidamente la carita con uno de sus deditos y pensándole le dijo…
- ¡Si! ¡Si! – Y comenzó a bailar y a disfrutar
en medio de esa sala. Le indicó que fuera a “su cuarto” y la llevó allí, le
encendió el televisor y le puso películas infantiles, de reinas y
príncipes…Mientras iba en busca de mas heladitos.
- Ya vengo. No te preocupes. – Fue y casi al
instante apareció con una bandeja full de helados.
- Aquí los tienes. Puedes comértelos todos, si gustas.
Dentro de poco, viene un amigo mío. No temas. Él es muy cariñoso. Sé atenta con
él. – La pequeñita no le prestó atención alguna.
- ¿Lo harás…?
- ¡Si! - Su interés eran esos deliciosos
helados.
Y no entendió eso de “sé atenta con él” – Salió
de la habitación. Afuera estaba un hombre ya de edad.
- ¿Ya está lista? – Le preguntó al instante.
- Espera, que le suministré una droga suave.
Pero tienes que ser muy cuidadoso con ella.
Recuerda que apenas es una niñita.
- Está muy linda.
- Humm – Le respondió la mujer mientras abría la
puerta y se cercioraba de que nadie los había seguido. Cerró la cortina a todas
las ventanas. Quedaron en penumbras.
- ¿Ya puedo entrar? – Le preguntó azaroso el
hombre de edad.
- Espera. No te precipites. Recuerda que ella es
apenas una bebecita.
- Es una mujer. – Le dijo convencido mientras
caminaba de un sitio a otro.
Se encontraba en medio de un proceso muy
nervioso.
Se le notaba a leguas su disposición de entrar
lo mas rápido posible…Para hacer sus cosas…
- Espera que yo entre y me cerciore de que la
droga que le suministre la deje en somnolencia. – Y diciéndole esto, entre
abrió la puerta y comprobó que ella seguía comiendo y viendo la película.
- Ya no aguanto mas. – La conminó ya muy molesto
el hombre. Pero ella lo trató de contener.
- Aguanta. No seas tan precipitado. Aún no
está bajo los efectos de somnífero.
- ¡No! Yo te pago el doble, pero déjame entrar.
– La mujer lo miró largamente y por respuesta le extendió su mano, en espera de
que le pagase.
El hombre nerviosamente se metió la mano en su
bolsillo y sacó un fajo de billete, que fue contando uno a uno y pasándosela a
la madame.
Fue colocando varios cerros de billetes
Ella lo contaba con mucho celo.
- Falta.
- Es mas de lo que te ofrecí.
- Pero es mas chiquita. Es una joya.
De lo mas linda y estoy segura de que te va a
encantar.
– Es muy linda. ¿Y los vale? – Le preguntó
mientras desgranaba mas billete sobre la mesa, mientras la mujer contaba con
mucha meticulosidad. ¡Hasta que quedó satisfecha!
- Ok. Ahora déjame entrar y si la veo ya bajo
los efectos….Te aviso para que entres.
Y recuerda: ¡Trátala con cariño! Recuerda que
apenas es una infanta.
¡No se te olvide: Sé cuidadoso y paciente con
ella!
¡No así de sopetón…!
Con calma y en la medida que ella lo tolere… ¿Lo
harás?
- Por supuesto. Lo prometo. Pero ya te pague ¿Me
dejarás entrar ya? – Ella se levantó y volvió a abrir con lentitud la puerta,
pero atrás vino el hombre que con furia loca, la echó a un lado y la sacó de la
habitación.
Adentro estaba acostada ese angelito, bajo los
efectos de la droga suministrada…
La puerta fue cerrada con fuerza y por dentro la
cerró con llave.
…Adentro se escuchaba de repente un gemido
infantil de mucho dolor…Por sobre la pista de sonido de la película infantil…
Ese sonido se fue escuchando con intensidad.
Pronto fue ahogado…Ya casi dejó de escucharse…
En la sala, la mujer seguía contando todo el
dinero y metiéndolo en su cartera.
Se levantó, se retocó su cabello en el espejo de
la sala.
Se puso mas maquillaje.
Se echó labial rojo intenso…Se limpió los
excesos…
Y salió muy contenta.
Su labor había finiquitado.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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